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"Convertirse en un hombre es un ritual"
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entrevista a j.r. moehringer

"Convertirse en un hombre es un ritual"

El escritor y periodista estadounidense, autor de la célebre biografía de Andre Agassi, analiza las claves de su nuevo libro publicado en España: una novela basada en sus experiencias de juventud

Foto: Foto de la portada de la edición americana de la novela
Foto de la portada de la edición americana de la novela

El escritor J.R. Moehringer (Nueva York, 1964) entró de becario en The New York Times cuando estaba en su veintena. De chico de las fotocopias empezó a escalar posiciones muy lentamente. Pero aunque durante un momento pensó que sí, nunca llegó a formar parte de la plantilla de redacción. Pocas cosas pueden ser más desalentadoras para un periodista: empezar su carrera profesional en uno de los mejores periódicos del mundo y estar fuera de él meses después. Buscar otro objetivo hacia el que avanzar es difícil si ya se ha estado en lo más alto. Sin embargo, el joven que era Moehringer en aquel entonces consiguió remontar de aquella estrepitosa caída (después de tomarse una buena cantidad de copas) y siguió intentándolo. En 1994 empezó a trabajar para Los Angeles Times, en 2000 ganó el Premio Pulitzer y en 2009 su nombre se hizo mundialmente famoso gracias a Open, la autobiografía de Andre Agassi. El tenista le pidió a Moehringer que le ayudara después de leer su libro El bar de las grandes esperanzas, las memorias del propio escritor.

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Publicado en 2005, Duomo Ediciones ha rescatado este título que, según las predicciones, va a ser uno de los éxitos editoriales del otoño. En él el escritor narra la historia de su vida desde su infancia hasta su entrada en la edad adulta. Abandonado por su padre, con una madre constantemente cansada de trabajar para salir adelante y con un coro familiar claramente disfuncional, el pequeño JR busca constantemente los referentes masculinos que le faltan para “llegar a ser un hombre” según sus palabras. El bar en el que trabaja su tío Charlie, que en un inicio se llama Grandes Esperanzas aunque después su nombre será Publicans, se convertirá en el refugio del protagonista en el que no sólo encontrará esos referentes sino que también se nutrirá de historias y engullirá litros de alcohol.

El nombre de la taberna no puede negar una referencia tan obvia a Dickens y el barrio de Nueva York en el que creció, Manhasset, fue en el que F. Scott Fitzgerald situó el escenario de El Gran Gatsby. Pese a sus inicios innegablemente tristes y, sin ser demasiado consciente, creció entre literatura.

PREGUNTA: ¿Cómo se siente uno al contar su propia historia? ¿Qué porcentaje de ficción se puede encontrar en el libro?

No hay nada de ficción en la novela. Como periodista tengo que intentar escribir toda la verdad

RESPUESTA: No hay nada de ficción en el libro. Como periodista tengo que intentar escribir toda la verdad si el libro está catalogado como no-ficción. Además, cuando se publicó, habían salido bastantes escándalos acerca de personas que habían escrito sus memorias y no eran del todo reales, por lo que la presión era incluso más alta. Tenías que ser absolutamente riguroso con la verdad. Y sobre todo, yo quería serlo. No podía mejorar mi infancia, ni a mi madre, ni el bar… Quería hacer el tour de presentación por América y decirle a la gente: esto sucedió realmente y estas personas existieron. Como periodista estaba acostumbrado a procesos como entrevistar a todas las personas o contrastar los hechos varias veces, así que no me fue difícil. Como escritor tienes la tentación de rellenar los huecos que tu memoria no recuerda, pero hay que tener disciplina y dejar de lado las cosas de las que no estás seguro de cómo ocurrieron.

P: ¿Cómo reaccionaron las personas que salen en el libro al saber que lo estaba escribiendo? ¿Colaboraron a la hora de reconstruir el pasado?

Muchos pensaron que se me había ido la cabeza: estaba intentando recuperar conversaciones de borrachos que habían tenido lugar hacía 20 años

R: Les gustó participar. Estaba muy nervioso, porque es bastante duro como escritor explicar a los entrevistados qué necesitas que te cuenten, y que van a hartarse de ti durante los próximos dos años, y que cuando nos despidamos voy a volver otra vez a pedirles que me cuenten esa historia de nuevo. Muchos pensaron que se me había ido la cabeza: estaba intentando recuperar conversaciones de borrachos que habían tenido lugar hacía 20 años y encima quería escribirlas en un libro. Y que además pensaba que la gente de Kansas, en Wyoming o Madrid iban a sentirse interesados.

Otra dificultad fue el mantener protegidas a estas personas de manera que pudieran seguir con sus vidas cuando se publicase el libro intentando que a la par fuese honesto y le interesase al público.

P: ¿Qué pensaron los personajes al leer el libro? ¿Alguno se enfadó?

R: No realmente. Siempre hay alguien que recuerda las cosas de manera diferente y creo que algunos miembros de la familia hubiesen preferido no salir, pero mis peores miedos acerca del posible enfado nunca llegaron a hacerse realidad. Y creo que la razón es que todos estuvieron implicados en el proceso de documentación, nada les llegó de sorpresa. Me sentí muy agradecido. Me sorprendió que gente de Europa, principalmente, ha ido a Nueva York a buscar el bar y en alguna ocasión lo han encontrado y han bebido con los parroquianos.

P: Simone de Beauvoir dijo que “No se nace mujer, sino que se llega a serlo” ¿Sintió lo mismo como hombre en su historia?

R: Oh, es muy interesante, nunca había escuchado esa frase. Creo que es muy cierta y desde la parte masculina también. Somos lo mismo y a la vez somos muy distintos. Creo que hay una gran diferencia en cuestiones de género debido a las experiencias. Posiblemente la diferencia, para mi, es que las mujeres de manera natural, biológica, llegan a convertirse en mujeres.

Creo que hay una gran diferencia en cuestiones de género debido a las experiencias

Sin embargo, en el caso de los hombres requiere más trabajo, se necesita más ayuda. Convertirse en un hombre es una especie de ritual, se necesitan referentes o al menos en mi caso fue así. Necesitaba imitar y aprender de otros hombres cómo enfrentarme a las verdades o cómo tratar a las mujeres. Podría haberlas aprendido por mi madre pero en determinado punto, un chaval adolescente quiere alejarse de su madre, no quiere sus consejos sino los de otros hombres. Y esa es la razón por la que muchos jóvenes se meten en problemas: porque están buscando a esos hombres y a veces encuentran a los menos apropiados. Tuve suerte al encontrarme con los míos, porque sin ser los modelos perfectos a imitar eran agradables, generosos, divertidos y aunque no eran ideales fueron mejores que muchos otros.

placeholder J.R. Moehringer (ABC/Dona Svennevik)

P: Pero las mujeres también tienen un papel muy importante en el libro: su madre, su tía Ruth, su abuela...También influyeron de alguna manera en su proceso de convertirse en un hombre ¿no?

R: Casi tanto si no más que los hombres, aunque a ellos los necesitase como referencia. Durante el curso de mi vida ahí han estado mi madre, mi abuela, profesoras… Soy parte de un matriarcado. Incluso mi bisabuela, a la que nunca conocí y que vino de Irlanda para empezar una vida en América, estaba muy presente a través de las historias que me contaban.

P: Después de su experiencia en el periódico ¿Volvió alguna vez al 'New York Times' después de alcanzar el éxito profesional?

R: No, resistí la tentación de ir a bailar delante de su puerta o aparecer por allí con un gran sombrero de copa (risas). Bueno, tiré unos cuantos huevos a la puerta principal… no, en serio, hicieron muy buenas reseñas de mi libro y tengo amigos que trabajan allí. Pero no nos trataron bien a ninguno de nosotros cuando éramos becarios. Era un lugar muy cruel, lo cual no es bueno. Por otro lado, tenían razón cuando me dijeron que no tenía la experiencia suficiente como para trabajar allí. No estaba preparado y ellos no estaban interesados en ayudarme.

En el 'New York Times' no nos trataron bien a ninguno cuando éramos becarios. Era un lugar muy cruel

Como joven escritor tienes que luchar por tu derecho a hacerlo fatal, a ser lo peor. Cada día. Y necesitas que otros escritores te digan que lo haces muy mal. Es normal. Después del New York Times me fui a un periódico malísimo de Denver donde lo normal era trabajar muy mal y cometer errores sin tener ningún tipo de presión. Y era lo que necesitaba: un sitio en el que crecer, aprender, experimentar… Pero no me arrepiento del tiempo que pasé en el Times aunque no lo pasara muy bien.

P: El alcohol funciona como hilo conductor en el libro. Ahora que ya no bebe ¿Qué piensa sobre el alcohol? ¿Tuvo intención de desvincularse del cliché del escritor alcohólico?

En mitad de la veintena me di cuenta de que tenía que dejar de lado un montón de vicios que de pronto empezaron a parecerme ridículos


R: Cuando bebía estaba completamente bajo la influencia de Cheever, Hemingway… beber parecía parte de la vida que yo quería llevar. No es que quisiera beber, quería la vida que te daba el alcohol: ser un escritor que viaja por el mundo, que coge un tren de medianoche de París a Berlín… eso incluía mucho licor y mucho tabaco. Todo lo que aprendía era en el bar o en las películas, estaba imitando. Y luego, en la mitad de mi veintena, llegué a un punto en el que me di cuenta que había llegado el momento de dejar de imitar: tenía que ser yo mismo y dejar de lado un montón de vicios que de pronto empezaron a parecerme ridículos y sin sentido.

P: Tras toda esa búsqueda de referentes masculinos en su juventud ¿A qué conclusión ha llegado sobre lo que significa realmente ser un hombre?

R: La parte más importante de ser un hombre para mi es tratar de ser amable y esperar amabilidad por parte del resto de la gente. Intentar ser civilizado e intentar ponerme en el lugar de las personas que me rodean. André Agassi me contó una historia acerca de un partido que estaba perdiendo de manera estrepitosa. Le habían ganado dos sets y prácticamente no tenía posibilidades de remontar. Durante uno de los descansos se puso a planear como iba a abandonar la pista, porque no quería sentir en público la humillación de perder de aquella manera. Y de repente pensó “voy a ganar solo un punto más y me voy”. Volvió a la pista y lo consiguió. Entonces pensó “a lo mejor puedo ganar otro” y lo hizo. Fue a por el tercero y poco a poco, poniéndose como objetivo solo un punto más, consiguió darle la vuelta al partido. Y de ahí sacó una especie de patrón de cómo ser un hombre tanto para él como para mi.

O quizás para ser simplemente una buena persona: solo hay que centrarse en hacer lo mejor posible lo siguiente que tienes que hacer, sin pensar más allá. Con integridad y sin dejar nada al azar, solo concentrándose en hacer bien eso. Creo que es el mejor consejo que podría darle a mi yo de 8 años desesperado por saber cómo ser un hombre.

El escritor J.R. Moehringer (Nueva York, 1964) entró de becario en The New York Times cuando estaba en su veintena. De chico de las fotocopias empezó a escalar posiciones muy lentamente. Pero aunque durante un momento pensó que sí, nunca llegó a formar parte de la plantilla de redacción. Pocas cosas pueden ser más desalentadoras para un periodista: empezar su carrera profesional en uno de los mejores periódicos del mundo y estar fuera de él meses después. Buscar otro objetivo hacia el que avanzar es difícil si ya se ha estado en lo más alto. Sin embargo, el joven que era Moehringer en aquel entonces consiguió remontar de aquella estrepitosa caída (después de tomarse una buena cantidad de copas) y siguió intentándolo. En 1994 empezó a trabajar para Los Angeles Times, en 2000 ganó el Premio Pulitzer y en 2009 su nombre se hizo mundialmente famoso gracias a Open, la autobiografía de Andre Agassi. El tenista le pidió a Moehringer que le ayudara después de leer su libro El bar de las grandes esperanzas, las memorias del propio escritor.

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