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Dismaland, el parque menos divertido del mundo
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así es el nuevo proyecto de banksy

Dismaland, el parque menos divertido del mundo

El parque de atracciones creado por el artista junto a casi sesenta colaboradores es un "festival de arte, diversiones y anarquía intermodal" cargado de crítica social

Foto: Vista general de Dismaland (Reuters)
Vista general de Dismaland (Reuters)

“!Colóquese a la derecha! “¿Lleva algo indebido en el bolso?” El tono es de pocos amigos y no hay forma de evadir las instrucciones. Son los guardas de Dismaland que controlan la entrada al recinto con la severidad de agentes de aduanas. Cada visitante pasa por el escáner, muestra la suela de su calzado y a punto está de ser cacheado en este puesto de seguridad construido con láminas de cartón.

Superado el control, una chica emite un lánguido “bienvenida” a la ´tierra tenebrosa´ que Banksy ha montado en un abandonado centro acuático de Weston-super-mare, localidad costera a pocos kilómetros de su natal Bristol, al oeste de Inglaterra. Dentro de un perímetro de una hectárea a ras de la playa, sin huellas ya de la piscina y la pista de hielo que hicieron del complejo Tropicana destino nacional obligatorio hasta su cierre en 2000, se suceden una cadena de atracciones, instalaciones, bares, galerías interiores y hasta un cine al aire libre.

Cerca de sesenta artistas, de 17 diferentes nacionalidades, colaboran con el maestro de la transformación urbana en la puesta en pie del “festival de arte, diversiones y anarquía intermodal”. Las orejeras en color negro que lucen los patéticos empleados de Dismaland son la referencia más obvia a Disney. Pero su función y actitud son justamente lo contario. Nunca sonríen ni ayudan. Fueron contratados respondieron a un anuncio pidiendo extras para una película. Y actúan como zombies deambulantes que sobresaltan de tanto en tanto murmurando al oído del visitante: “sin fronteras no hay naciones; sin fronteras no hay límites”.

“Es un parque de atracciones crítico para concienciarnos de los problemas que todos tenemos y tendremos que lidiar. Es totalmente diferente a otras exposiciones, y me encanta”, señala Paco Pomet, artista granadino con siete pinturas en Dismaland. “He venido con mis hijos y es la primera vez que se lo pasan bomba en un evento relacionado con el arte. Yo también estoy harto de las exposiciones aburridas y convencionales. Este festival es serio e intelectual. Tiene un poso de denuncia social y política. Nos advierte de que no podemos mirar al otro lado. Es una crítica del mundo en que vivimos”.

Es un parque de atracciones crítico para concienciarnos de los problemas que todos tenemos y tendremos que lidiar

Pomet se fija precisamente en una instalación ´marítima´ de Banksy, quien aporta diez obras nuevas a su singular proyecto internacional. Dos pateras cargadas de gente avanzan a la zozobra en un estanque en el centro del parque. Hay una patrulla de guardacostas a la vista, pero nunca se acerca lo suficiente para rescatar a los migrantes. En el agua flotan cuerpos de náufragos. “Es un problema y una tragedia muy cercana a todos nosotros”, recuerda el granadino.

“Los emigrantes son seres humanos. Yo también intentaría llegar a Europa si hubiera nacido en Eritrea”, resalta Paul Insect, residente en London y asiduo colaborador de Banksy. “Llevo unos diez años trabajando con él y mi colega neoyorquino, Bast, más de quince”, dice. En esta ocasión, ambos amigos se han desviado ligeramente de su marca habitual- cortos animados con mensajes ecológicos- y han abierto un 'Fly Tip Puppett Theatre' (algo así como el basurero teatral de las marionetas) con residuos urbanos. “Es increíble la cantidad de cosas que tira la gente a la calle. Todo lo hemos construido con desechos: los bafles, el escenario, las caras de los muñecos, que son señales de tráfico… Nadie se molesta en reciclar”, protesta Insect.

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Según cuentan ambos colegas, Banksy comenzó a darle vueltas a la idea del parque de las atracciones lúgubres a principios de 2015. “Es una reflexión y denuncia del estado general del mundo, de cómo caminamos con los ojos vendados confiando en la perdurabilidad del entorno y cómo los políticos nos dicen que hay que vivir de una forma que no es necesariamente la correcta”, interpreta el londinense. “Bueno”, advierte su colega neoyorquino, “te hace pensar pero cada cual saca su propia conclusión”.

Bansky no solo seleccionó a los artistas invitados, sino les indicó además las obras específicas que quería reunir en Weston. A Shadi Alzaqzouq, palestino residente en París, le pidió tres pinturas, incluido su más famosa imagen de una mujer, con la cara cubierta por debajo de los ojos, mostrando unos calzoncillos. Titulada After washing, la obra fue confiscada por la autoridades de Dubai, y en Dismaland se exhibe una tercera versión de la misma composición. “Aquí llega con la cara magullada de la experiencia en la feria de Dubai. En cierta forma, es un cuadro vivo, una historia que continua”, explica su autor

Alzaqzouq ya sabe cuál es el siguiente capítulo en la saga de su impactante musulmana: “va a emigrar y exiliarse en el mundo de Banksy. Realmente ya está integrada con su presencia en la galería de cuadros del parque”. Objeto y sujeto se funden en la experiencia de este artista forzado, como tantos palestinos, a una vida nómada. “Cuando recibí la propuesta por correo electrónico, hace unos dos meses, pensé que me estaban tomando el pelo. Todavía me cuesta creer que estoy aquí. Banksy es un icono para la gente de Gaza y el resto del pueblo palestino. Para mí fue como si el Che Guevara me hubiera encargado una misión. He alcanzado mis sueños y prácticamente agotado mi cupo de ambiciones”, sonríe.

El antaño residente en Gaza elige un grafiti de Bansky que se extiende como un cartel publicitario frente a una tanqueta militar rescatada de Irlanda del Norte. En la imagen, un señor preside una mesa llena de platos de comida mientras una familia le mira desde la otra esquina con cuencos vacíos en sus manos. “Está pintado desde una perspectiva oblicua que sugiere el colapso de la riqueza”, explica.

Es una exposición colectiva muy heterogénea y variopinta. Hay obras muy llamativas, otras lo son menos, pero todas incluyen algo de denuncia social, política o económica

Más grandiosa y directa es otra declaración artística del genio inglés. Cada parque tiene su castillo y Banksy ha dedicado el de Dismaland a la princesa Diana en la figura de Cenicienta. La ´fregona´ del cuento se ha estrellado con su carroza de calabazas y los paparazzi no cesan de apretar el gatillo de sus cámaras y sus flashes.

Pero, quizá, la pieza más impactante es la maqueta urbana de Jimmy Cauty. El ´alcalde´ de APD (Afertmath Displacement Principle) ha construido, al más absoluto detalle, una ciudad retomada por las fuerzas de seguridad y de emergencia tras una explosiva protesta popular. El artista ha colocado 3.000 agentes antidisturbios entre avenidas y viaductos iluminadas por los faros azules de ambulancias y vehículos policiales. Se ve hasta el papel de las paredes de algunos pisos de rascacielos y suena en la sala el constante zumbido de las radio oficiales. Es una instalación ciertamente grandiosa y meticulosa.

“Es una exposición colectiva muy heterogénea y variopinta. Hay obras muy llamativas, unas son técnicamente perfectas y otras lo son menos, pero todas incluyen algo de denuncia social, política o económica. Banksy ha reunido un grupo de artistas con ganas de replantear el mundo, que están en desacuerdo con la normativa y en contra de la convención”, defiende Pomet. El palestino coincide al señalar que “todo está pensado al máximo detalle. Es un parque de resistencia al sistema y en reclamo de la justicia”.

“!Colóquese a la derecha! “¿Lleva algo indebido en el bolso?” El tono es de pocos amigos y no hay forma de evadir las instrucciones. Son los guardas de Dismaland que controlan la entrada al recinto con la severidad de agentes de aduanas. Cada visitante pasa por el escáner, muestra la suela de su calzado y a punto está de ser cacheado en este puesto de seguridad construido con láminas de cartón.

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