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Michael Cimino: “Tengo un armario repleto de guiones rechazados por Hollywood”
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premio honorífico en locarno para el director

Michael Cimino: “Tengo un armario repleto de guiones rechazados por Hollywood”

El realizador de 'El cazador' ha recibido el Leopardo de Oro honorífico del festival para premiar su carrera y ha desvelado las claves de su trabajo y de la industria del cine

Foto: Michael Cimino recoge su Leopardo Honorífico (EFE)
Michael Cimino recoge su Leopardo Honorífico (EFE)

“Llamadme Michael, por favor. Mr. Cimino me da miedo porque me recuerda a mi padre”, pide el director de El cazador a las personas congregadas para escuchar su charla en Locarno, donde el festival le rinde estos días homenaje. Todo simpatía, uno de las leyendas vivas del Nuevo Hollywood se niega a sentarse tras la mesa y se sitúa frente al público. “No soy ni un profesor ni un predicador, yo quiero llegar al público”. Y habla por los codos hasta pasarse una hora del tiempo que le habían estipulado. Cimino se encuentra en su salsa explicando anécdotas de cuando trabajó con el mismo diseñador de vestuario de Luchino Visconti o hablando de su proyecto frustrado más querido, una nueva adaptación de El manantial de Ayn Rand.

Pero esquiva las cuestiones incómodas sobre el momento más controvertido de su carrera. “No podéis preguntarme si es bueno o no que un director disponga de demasiado dinero, eso tiene una implicación muy perversa. Como diría Shakespeare, no hay nada bueno o malo per se, solo pensarlo lo hace así.” Y matiza que La puerta del cielo, uno de los fracasos comerciales más estrepitosos de la historia del cine, costó 32 millones y no los 44 que se suelen citar habitualmente.

Costara lo que costara, La puerta del cielo perdió tanto dinero que supuso la ruina para el estudio que la produjo, United Artists, y marcó para siempre la carrera de su director. Desde que debutó en 1974 hasta el momento, Michael Cimino solo ha conseguido rodar siete largometrajes y del último, Sunchaser (1996), ya hace casi veinte años. También supuso el fin del reinado de esa generación destinada a cambiar Hollywood que, junto a Cimino, componían Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Paul Schrader. A partir de los años ochenta, los productores volvieron a tomar el control de la industria.

“No fui a a la escuela de cine”, recuerda el director. “Mi formación fue en el ámbito de la arquitectura y de la música. Yo no conozco la obra de otros directores como por ejemplo mi buen amigo Quentin Tarantino, que creció en un videoclub y se sabe al dedillo todas las películas del mundo. No soy un cinéfilo en ese sentido. Soy un arquitecto frustrado que acabó en esta locura del mundo del cine. La arquitectura es una disciplina ligada al control y la organización. El cine es una anarquía, el caos. Llegué a California porque trabajaba en publicidad, un mundo lleno de mujeres guapas y buenos coches, y a mí me encantan ambas cosas", explica el director.

"Tomé esta deriva suicida hacia el mundo del cine en parte a causa de mi relación por entonces con Joann Carelli (que fue tanto su novia como su productora). Ella me aconsejó que si quería rodar una película tenía que escribir un guion y encontrar a la mejor estrella para que lo protagonizara. Yo no había escrito nada, así que tuve que aprender rápido. Me pidieron que reescribiera el libreto de Harry, el fuerte (1973) y así tuve la suerte de conocer a Clint Eastwood. Gracias a él dirigí mi primera película, Un botín de 500.000 dólares (1974). No solo Eastwood, también Jeff Bridges fue mi elección como actor para la película y aceptó aunque no había leído el guion. Fue como una bendición de Dios. Y darle un rol poco habitual a un actor muy estereotipado, como hice con George Kennedy o Geoffrey Lewis, es algo que me encanta. Ahora todo lo relacionado con mi primera película me suena a cuento de hadas”, zanja.

"El cine es una anarquía, el caos. Llegué a California porque trabajaba en publicidad, un mundo lleno de mujeres y buenos coches, y a mí me encantan ambas cosas"

Cimino habla con entusiasmo y solo se enfada con un hombre de la primera fila que no para de sacarle fotos. “Debería estar escuchando”. En los últimos años su aspecto físico ha sido objeto de maliciosas especulaciones. Se llegó a rumorear que se estaba sometiendo a un cambio de sexo, algo que él siempre negó. Ahora se limita a hacer broma sobre su rostro operado: “Dicen que tengo pinta de chino”. Pero rechaza las peticiones de sus fans para tomarse fotos con él. Y continúa hablando.

“Escribir es mucho más difícil que dirigir. Cuando ruedas una película, tienes a más de 300 personas a tu cargo que te ayudan. Pero escribiendo estás solo. Yo siempre escribo sobre lo que conozco. Incluso la secuencia de Un botín de 500.000 dólares en que empiezan a salir conejos del maletero del coche está inspirada en algo que le pasó a un amigo. Y no puedo empezar si no tengo a los personajes. La mejor ficción en literatura, pero también en el cine, viene siempre de los personajes. ¿Qué recordáis de Lo que el viento se llevó? A Scarlett y Rhett , ¿verdad? Nadie se acuerda de que va sobre la guerra civil americana", ironiza el autor.

"A mí no me inspiran las ideas. No se me va ocurrir un film sobre el cambio climático o sobre un asunto político. Pero sí sobre un tipo que quiera cambiar el mundo. Las mejores películas proceden de la realidad"

"A mí no me inspiran las ideas. No se me va ocurrir un film sobre el cambio climático o sobre un asunto político. Pero sí sobre un tipo que quiera cambiar el mundo. Las mejores películas proceden de la realidad, no de otras películas. A esos films que se hacen a partir de secuencias e ideas tomadas prestadas de otros, yo las llamo películas “xerox”. Una película de Hollywood hoy en día envejece en un par de años porque no se basa en la realidad. Eso sí, creo que la mejor forma de aprender a hacer cine es estudiar interpretación, aunque suene extraño. Te ayuda a ser mejor guionista y director, porque cuando estás sobre el escenario aprendes a expresar sin palabras”.

Cuestiones económicas y políticas

Cimino no solo protagonizó escándalos económicos, también políticos. El Hollywood más izquierdista siempre mostró su rechazo por El cazador. Y Manhattan Sur provocó el enfado de la comunidad asiática en Estados Unidos. “Yo ya no me defiendo de las acusaciones. Mi primera película fue tildada de homófoba, a la segunda la acusaron de fascista, a la tercera de marxista, por la cuarta me llamaron racista. ¡Tengo todos los títulos! Con El cazador no quería hacer una película sobre Vietnam y la situación política. Quería hablar de los efectos del trauma y la tragedia en un grupo de amigos que son como una familia. La imposibilidad de asumir la tragedia de la guerra no ha cambiado: las madres lloran igual, la gente muere igual...”.

Y por primera vez, a Cimino se le altera la voz. “Todas las guerras son complicadas. Las guerras son una locura creada por viejos que acaban destruyendo a los jóvenes por sus estúpidas ideas. Es hora que la gente se levante y diga basta, no vamos a morir más por vosotros. Cualquier gran película sobre la guerra es antibélica porque acaba mostrando la locura inherente en ella.”

placeholder Michael Cimino en el Festival de Locarno (EFE)

Al director tampoco le gusta profundizar en el Hollywood que conoció. En cambio tiene muy buenas palabras para el clásico. “No me gusta la idea del director estrella. Hubo una época en que nadie sabía qué aspecto tenía John Ford. ¿Alguien le pone cara a Victor Fleming, el director de Lo que el viento se llevó? Yo preferiría haber trabajado en esa época, ahora Hollywood es un coñazo. Antes ibas a trabajar de una manera muy productiva. Ahora hay un terrible derroche de tiempo, dinero y energía. Yo he tenido muchos problemas con los productores. Todo lo contrario que con los actores, que siempre han querido trabajar conmigo porque soy capaz de sacar lo mejor de ellos. Pero no hay forma de conseguir dinero de los productores. Tengo un armario lleno de guiones que ha rechazado Hollywood”.

El número de películas no realizadas por Michael Cimino es muy superior al de las acabadas. Su proyecto más querido es una nueva versión de El manantial, la novela de Ayn Rand que ya llevó al cine King Vidor en 1949 con Gary Cooper y Patricia Neal.

“Mi héroe de juventud era Frank Lloyd Wright, un gran arquitecto y un ser humano excepcional. Se diseñaba su propia ropa, y le encantaba llevar capa e ir al trabajo a caballo. Siempre se ha dicho que El manantial se basaba en Wright y si sabes un poco de su vida te das cuenta que debe ser verdad. Cuando, tras años negándoselo, le concedieron el equivalente en arquitectura a los Oscar, en el discurso de agradecimiento, frente a todos sus colegas de profesión, Wright soltó aquello de “soy el único arquitecto en esta sala”. ¡Cómo no le iba a gustar Ayn Rand! Para mí el momento crucial de la película es aquel en que el protagonista Howard Roark contempla el proyecto que no le han dejado llevar a cabo y en sus ojos se nota el ansia por construir. Es un momento terrible. Alguien con un talento increíble a quien no se le permite trabajar. De repente se dirige a él un tipo arrogante, el crítico que ha contribuido a destrozar su reputación. '¿Qué piensa de mí?, le pregunta a Roark. 'No pienso en usted', le contesta él... ¡Por supuesto que me identifico con esta escena!”

Cimino tenía muy claro quien era el actor adecuado para su versión de El manantial. “Me hubiera gustado que Clint Eastwood la protagonizara. Pero no es un actor conocido precisamente por su capacidad para los grandes discursos. Su perorata más larga debe ser la que le suelta a Jeff Bridges en mi primera película. A Eastwood no le gusta que un director malgaste su tiempo en rodar más de una toma. Y en El manantial hay ese famoso discurso final por parte del protagonista... Aunque creo que lo que temió en verdad Clint fue que le compararan con Gary Cooper. Si hubiera dicho que sí, la película sería una realidad. El principal cambio en mi guion respecto a la novela original tiene que ver con el padre del personaje femenino. He ampliado su papel para entender la fascinación de ella por los hombres poderosos.”

También tiene buenas palabras para Sam Peckinpah, protagonista de la retrospectiva de este año en el Festival de Locarno. “Conocí a Sam, tuvimos al mismo ayudante durante un tiempo. Era un hombre loco y lleno de talento. Me encanta su obra y es muy triste lo que pasó con él al final, cuando empezó a tener problemas para trabajar. Sam amaba el Oeste. En mi caso, mis mejores amigos también son cowboys, cowboys de verdad, no de Hollywood. También adoro Centauros del desierto de John Ford por la forma en que trata el paisaje. Monument Valley es de hecho un espacio muy pequeño en una reserva de indios navajo y Ford consiguió convertirlo en un lugar emblemático que parece inmenso. Para Ford, el Oeste era Monument Valley, y el reto para cualquiera que quiere dirigir un western es encontrar su propio Oeste. Yo nunca pondría mi cámara donde la puso John Ford porque esa es tierra sagrada.”

La pasión por la arquitectura por parte de Cimino también se ha plasmado en el rodaje de algunas de sus películas. “En 37 horas desesperadas (1990) me encargué yo mismo de diseñar todo el interior de la casa para que pudiéramos rodar con luz natural, la dolly se moviera sin problemas por los pasillos y encajara bien la grúa. El objetivo era poderse mover libremente en cualquier dirección. Quería demostrar que una película rodada dentro de una casa podía ser tan fluida como una rodada en exteriores.”

"En Hollywood, como en el fútbol americano, tienes que ser más agresivo que el que te ataca"

Cimino ha trufado de muchas otras perlas su charla: “Sobre David Mansfield (su compositor más habitual) solo puedo decir que me gusta su trabajo”; “El periodismo no es literatura. El periodismo es ficción, mala ficción para ser exactos.” “En Hollywood, como en el fútbol americano, tienes que ser más agresivo que el que te ataca” “Los sicilianos son maravillosos como individuos, pero muy difíciles como grupo... fue muy complicado trabajar con los extras locales cuando rodaba ahí” o “Los grandes criminales suelen ser grandes comediantes. Yo conocí algunos mafiosos que no paraban de explicar chistes”.

Aunque lleve casi 20 años inactivo como director, Michael Cimino no pierde la fe en su trabajo. “Siempre estoy trabajando en alguna nueva película. Si no, te mueres. Si no puedes escribir un guion, pues escribes una novela o una canción”. También tiene claro que las posibilidades para financiar un film se han ampliado. “Hoy es más fácil que nunca conseguir producción en cualquier parte del mundo, no solo en Estados Unidos. Con una película como Misión imposible, Hollywood se gasta 200 millones en el rodaje y 200 millones más en promocionarla. Y ya no queda dinero para hacer más películas, sobre todo de presupuesto medio. Como no las hacen, las compran. Por eso Cannes es un gran mercado mundial y la financiación del cine un asunto internacional. ¿Si puedo concretar algún tipo de contacto con productores para mis proyectos? En el mundo del cine no hay nada concreto”.

“Llamadme Michael, por favor. Mr. Cimino me da miedo porque me recuerda a mi padre”, pide el director de El cazador a las personas congregadas para escuchar su charla en Locarno, donde el festival le rinde estos días homenaje. Todo simpatía, uno de las leyendas vivas del Nuevo Hollywood se niega a sentarse tras la mesa y se sitúa frente al público. “No soy ni un profesor ni un predicador, yo quiero llegar al público”. Y habla por los codos hasta pasarse una hora del tiempo que le habían estipulado. Cimino se encuentra en su salsa explicando anécdotas de cuando trabajó con el mismo diseñador de vestuario de Luchino Visconti o hablando de su proyecto frustrado más querido, una nueva adaptación de El manantial de Ayn Rand.

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