Es noticia
Un diccionario contra la infelicidad
  1. Cultura
giuseppe scaraffia y 'los grandes placeres'

Un diccionario contra la infelicidad

Scaraffia no cree que la felicidad pertenezca a la naturaleza humana, “sino por breves instantes”. Ha escrito un diccionario con palabras que "nos hacen sentirnos menos solos"

Foto: Imagen de la portada del libro 'Los grandes placeres'. (PERIFÉRICA)
Imagen de la portada del libro 'Los grandes placeres'. (PERIFÉRICA)

Giuseppe Scaraffia ya no se avergüenza de salir a la calle con bastón cuando arrecia la ciática. Piensa en la empuñadura de plata que lucía el de Scott Fitzgerald y levanta la cabeza. Si se aburre durante una cena, se mira al espejo del restaurante y comprueba que no está solo, que junto a él aparece Jean Cocteau, que a su vez trata de sobrevivir a otra cena más aburrida aún con Peggy Guggenheim. “Mi cápsula de café reúne todos los matices de las marcas de café que Balzac exigía para sus noches insomnes”, cuenta a este periódico el autor de Los grandes placeres (Periférica), un libro salvavidas.

Concentrar la historia del pensamiento, las experiencias de novelistas, las sentencias vitales y montar un diccionario contra la infelicidad. Ojo, la cursilería y autoayuda no están invitadas al baile de máscaras. Ha preparado un diccionario con términos que deberían ayudarnos a “amueblar el vacío”. Beso, muñeca, bicicleta, bouquiniste, boxeo, buenos modales, café, calvicie, perro, postal, castillo, champán, charme, quiromántico, chocolate... tatuaje, termas, trampantojo y ¿maleta? “Cada maleta es un autorretrato y una confesión”. “La maleta es una casa móvil donde se miniaturiza el mundo del viajero”. Las maletasa de Bernhardt, las de Mata Hari, las de los esposos Fitzgerald (que zarparon hacia Europa con 17 baúles), las de Stendhal, Oscar Wilde, Arthur Rimbaud... Maletas para huir de uno mismo y de los demás. Maletas, eme, para acabar un diccionario sin zeta.

Las palabras que propongo son las que nos hacen sentirnos menos solos, como mensajes en una botella que pasan de mano en mano

“Elegí la forma más casual, la del diccionario, como protesta contra un mundo que ha perdido todo tipo de orden y sólo piensa en uniformizarse”, dice. El simpático y lúcido doctor en Filosofía cree que la humanidad se encuentra aburrida y aterrada, que la distracción se supone una actitud imperdonable para quienes deben concentrarse en un presente desbordante de noticias. Vaya panorama.

Avisa a los navegantes que caen en sus redes: “Todos, incluso los más inagotables interioristas del vacío, saben que la vida no tiene sentido y que se desvanece como una exhalación después de una mezcolanza indigerible de placeres y sufrimientos, más insignificantes, el consuelo de poder pensar que han logrado realizarse a sí mismos”. Así que comamos helados como a pares como la niña de la portada, mientras tratamos de sobrevivir al vacío.

Scaraffia no cree que la felicidad pertenezca a la naturaleza humana, “sino por breves instantes”. Esa es una de las grandes virtudes de este libro, la ironía con la que combina las experiencias ajenas arropadas en cada uno de los términos que utiliza. “Recordamos mucho más los dolores y la tristeza que aquellos efímeros oasis de alegría. Sin embargo, creo que los placeres son recursos para domesticar la infelicidad y para tenerla controlada. Saber cómo las vivieron los grandes del pasado nos ayuda a dilatar y profundizar nuestros pequeños placeres”.

Entreguémonos al deseo

Seguir deseando es lo único que consigue distraernos de la angustia de la muerte. “Distraernos del vacío”. En el caso de los escritores, escribiendo. Beckett admitía que cada palabra es una mancha superflua sobre el silencio y sobre la nada, porque escribir es una actividad confortable. Al escribir todos los dolores se pueden soportar, incluso si se escribe contra uno mismo. “Las palabras que propongo son palabras que nos hacen sentirnos menos solos, como mensajes en una botella que pasan de mano en mano”, dice en su italiano cerrado.

¿Estamos entonces ante una autobiografía intelectual del ser humano? “Bueno, es una bonita definición. Me gustaría haberlo logrado, aunque sea una mínima parte”. Por momentos, afloran desde el olvido fragmentos de la cultura del pasado, que Scaraffia devuelve al presente. El origen: los libros. “Los libros, que aguardan pacientes a ser reconocidos, tienen una característica particular. Raras veces están en perfecto estado de conservación, como los de las innumerables librerías de viejo de la ciudad. Algún pequeño defecto, un desgarrón, una irredimible rugosidad los ha hecho descender a la categoría de segunda mano”. Inteligencia y sentimiento caben en una misma línea.

Los artistas son santos laicos cuya debilidad también es su gloria

Sí, la experiencia de los demás puede hacernos menos infelices. Nuestro autor cree que los escritores, y los artistas en general, son santos laicos a los que habría que estudiar sus vidas para saber cómo actuar. “Son santos cuya debilidad también es su gloria”. ¿Y no le suena todo a autoayuda? “Desgraciadamente, mis finanzas me recuerdan que este libro no es un bestseller de ayutoayuda”.

Una vez compró un libro de esos, una autora japonesa, fanática del orden, enseñaba cómo hacer de tu casa algo habitable. Pero no logró leerlo y ahora está en alguna montaña de libros de la casa de Scaraffia. “Sólo trato de hacer libros que se puedan leer abriéndolos al azar, que se puedan meter en un bolsillo. Libros capaces de engañar al lector, disfrazados de superficiales”. Giuseppe se ocupa seriamente de cosas frívolas y viceversa. Sin antídotos.

Giuseppe Scaraffia ya no se avergüenza de salir a la calle con bastón cuando arrecia la ciática. Piensa en la empuñadura de plata que lucía el de Scott Fitzgerald y levanta la cabeza. Si se aburre durante una cena, se mira al espejo del restaurante y comprueba que no está solo, que junto a él aparece Jean Cocteau, que a su vez trata de sobrevivir a otra cena más aburrida aún con Peggy Guggenheim. “Mi cápsula de café reúne todos los matices de las marcas de café que Balzac exigía para sus noches insomnes”, cuenta a este periódico el autor de Los grandes placeres (Periférica), un libro salvavidas.

Libros
El redactor recomienda