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La rebelión del lenguaje: convierte "joven emprendedor" en "gilipollas integral"
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luis magrinyà publica 'estilo rico, estilo pobre'

La rebelión del lenguaje: convierte "joven emprendedor" en "gilipollas integral"

Ni estilo rico (el que se usa para disfrazar carencias), ni estilo pobre (el de la pereza y el descuido). El bueno es el que no se nota, el silencioso, el ausente. ¿Quién controla el lenguaje?

Foto: Un momento en la City de Londres. (REUTERS)
Un momento en la City de Londres. (REUTERS)

Cavemos una trinchera que nos proteja de los eufemismos, montemos un filtro que desactive las palabras manipuladas, abramos un laboratorio de la lengua que devuelva la originalidad a los términos usados hasta el abuso, soñemos con una institución que frene el impulso político de prostituir el lenguaje a favor de sus intereses. O leamos a Luis Magrinyà (Palma de Mallorca, 1960), que publica Estilo rico, estilo pobre (Debate), un torniquete contra los tópicos, las perezas y los floripondios que desangran nuestros hábitos lingüísticos.

El escritor, editor y filólogo duda de los orígenes de la palabra. Nada es inocente, la lengua está en ebullición y la metamorfosis es interesada. Quien inventó “desaceleración negativa” quizá no calculó que la expresión provoca más miedo en ella de lo que intenta camuflar. “Desinversión ordenada” no es fruto de la espontaneidad, eso ha salido de un Consejo de Ministros o de uno de Administración. Órganos de poder no lingüísticos que retuercen el lenguaje hasta colonizar los diccionarios privados.

“Hay que pensar la lengua autónomamente, no por influencia. Este libro no está hecho para marcar reglas. Lo más importante para cuidar nuestro estilo es saber de dónde vienen las palabras que hemos aprendido. Esta es una de las armas que tenemos para no hablar por boca de otros”, explica a este periódico el autor del libro de relatos Los aéreos. Pone otro ejemplo: “joven emprendedor”. No es una expresión neutra, “está cargadísima de ideología de mercado”.

Ante este avance de laneolengua, ¿cómo defenderse de un arma de propaganda y manipulación masiva? “Con parodia”. Una manera de perderle miedo a las palabras es volver a apropiarse de ellas. Así, “joven emprendedor” se puede convertir en “gilipollas integral”. “Mis amigos y yo lo hemos convertido en un insulto como “capullo”. “Es posible rebelarse contra el uso interesado de la lengua, con el propio lenguaje. La lengua está llena de secretos maravillosos”, dice.

El autor mantiene un discurso optimista, a pesar de señalar de dónde vienen todos los dolores. Recuerda que en los EEUU la comunidad afroamericana se ha apropiado del insultonigger(negrata). Entre ellos la expresión ha dejado de ser despectiva, ahora bien, alguien ajeno a la comunidad no puede utilizarlo.

'Lo más importante para cuidar nuestro estilo es saber de dónde vienen las palabras que hemos aprendido, para no hablar por boca de otros'

Así se desactiva el poder ofensivo de los insultos sobre las minorías marginadas. Algo que no ha pasado aquí, con los términos “gitano” y “trapacero”, que la Real Academia Española no ha matizado con delicadeza en la nueva edición de su diccionario. Luis trabajó nueve años en la edición anterior del diccionario, conoce cuáles son los recursos lexicógrafos para tratar estos términos en su justa medida: “Es imperdonable en esta definición que no hayan utilizado la marca “despect”, que señala el trato despectivo del uso del término. Esa marca aparece en otras palabras como “villorrio” o “casucha”. Se les ha debido de colar”. Tampoco han reaccionado públicamente para asumir el error.

Revisamos “mariconada” y no aparece la marca “despect”, pero se avisa que es “coloq. malson.” Células autónomas como Magrinyà actúan desde los periódicos –estos artículos reunidos se publicaron en El Diario y en El País-, como un libro paracadémico, que surge como resistencia y con urgencia para frenar defectos de estilo. Un ejercicio de contrapoder lingüístico que también cuestiona la verdad absoluta del diccionario.

Echa de menos más ciencia en la Academia de la lengua y menos tertulianos. “La Academia debería ser una institución filológica, pero a veces parece una especie de tertulia. Los escritores no tienen por qué ser científicos de la lengua. Decidir sobre las palabras hay que dejarlo en manos de los científicos”, dice. De cualquier manera, la responsabilidad última es de los hablantes porque “podemos elegir las palabras y saber qué términos no utilizar”.

'Los periodistas y los políticos estáis demasiado unidos y ya no sé quién de los dos ha sido el primero en inventar la barbaridad. No sé quién copia a quién'

Los plumillas también tenemos azotaina: “Los periodistas y los políticos estáis demasiado unidos y ya no sé quién de los dos ha sido el primero en inventar la barbaridad. No sé quién copia a quién”. Echa de menos en los periódicos el “estilo de los hechos”, es decir, evitar la “literatura entrecomillas”. Quiere contención al hablar de sucesos, quiere limitación, quiere menos “literatura entrecomillas” y “derroche poético” en casos dramáticos como el del copiloto de Germanwings

Ni estilo rico (el que se usa para disfrazar carencias), ni estilo pobre (el de la pereza y el descuido). El que propone Magrinyà es el que no se nota, el ausente, el silencioso, el vacío. De salud bien, gracias, pero ¿cómovamos de lenguaje?

Cavemos una trinchera que nos proteja de los eufemismos, montemos un filtro que desactive las palabras manipuladas, abramos un laboratorio de la lengua que devuelva la originalidad a los términos usados hasta el abuso, soñemos con una institución que frene el impulso político de prostituir el lenguaje a favor de sus intereses. O leamos a Luis Magrinyà (Palma de Mallorca, 1960), que publica Estilo rico, estilo pobre (Debate), un torniquete contra los tópicos, las perezas y los floripondios que desangran nuestros hábitos lingüísticos.

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