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El grafiti entra en el museo
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DE taki 183 a basquiat

El grafiti entra en el museo

La Pinacoteca de París abre sus puertas a los pioneros del arte callejero

Foto: 'Autorretrato' de Lady Pink (1992)
'Autorretrato' de Lady Pink (1992)

Ignorados por galeristas y museos, despreciados por la crítica y gran parte del público y olvidados por las estrellas del “street art” que han alcanzado las opulentas cimas del mercado del arte, los pioneros del grafiti han permanecido, en su mayoría,relegados al callejón del arte durante cuatro décadas. Con más de un centenar de obras, la Pinacoteca de París recupera su memoria con una exposición bautizada con el nombre de “Presionismo”, el arte que sale de presionar una lata de pintura en spray, esta vez sobre un lienzo.

Futura, Taki 183, Crash, Toxic, Ash, Rammellzee, Bando o el popularísimo Jean Michel Basquiat se encuentran en el origen de un fenómeno artístico que se ha convertido en parte del paisaje urbano de cualquier ciudad del mundo. “No ha habido una propagación de un movimiento artístico a esa escala desde el Art Nouveau o el Art Deco”, reconoce el director de la Pinacoteca de París, Marc Restellini.

Las calles de Nueva York

Aún considerado como vandalismo por muchos y penado por la ley en la mayoría de países, el “street art” (arte callejero) nace en los años sesentaen Nueva York con los hijos de los emigrantes, que buscan reconocimiento social y quieren dejar su impronta con un “tag”, una firma, que suele constar de su nombre, apellido o mote, y su dirección, el número de su calle, como Coco 144, o Tracy 168.

'No ha habido una propagación de un movimiento artístico a esa escala desde el Art Nouveau o el Art Deco'

En poco tiempo el movimiento desborda sus orígenes sociales y geográficos para enriquecerse vía mezcla racial. “Los chavales se juntan por las noches para compartir sus técnicas y dejan su particular ‘tarjeta de visita’. Empiezan en los vagones del metro, y de ahí pasan a los pasillos”, explica Alain Dominique Gallizia, comisario de la exposición y coleccionista apasionado de estas obras.

“Pronto pasa a la calle, y jóvenes como Taki 183, entonces con 17 años, de origen griego y recadero de oficio, comienza a dejar su estampa en cada edificio en el que reparte la mercancía”, prosigue el comisario. En 1971, elNew York Timesentrevista a Taki 183, portada incluida, propulsándolea la fama, al menos dentro del mundillo, y loschavales empiezan a tomar conciencia del impacto potencial de su arte.

Comienza entonces la competición por dejar su nombre en el mayor número posible de sitios, y en lugares cada vez más arriesgados. La ciudad se llena de “tags”, considerados por otros chavales como signos de complicidad, y por sus mayores como una profanación del paisaje urbano.

Con la llegada del aerosol a los supermercados, a principios de los setenta, el “tag” se colorea, y se va haciendo cada vez más complejo y artístico. “No es algo que pueda hacer cualquiera. Se necesitan al menos cinco años de trabajo para conseguir dominar el arte de pintar con una lata de espray”, explica Gallizia.

Jugando con la presión que se ejerce sobre el pulsador del bote de aerosol, la distancia al muro, la velocidad o la inclinación de la lata, los artistas modulan formas y dan profundidad. El potencial creativo que encierran los nuevos artefactos hacen que la batalla pase de lo cuantitativo -quién firma más-, a lo cualitativo, quién lo hace de forma más creativa, quién se convierte en el “rey”.

'Se necesitan al menos cinco años de trabajo para conseguir dominar el arte de pintar con una lata de espray'

Poco a poco, el arte del grafiti se complica y gira a lo abstracto. Como en las iluminaciones de los manuscritos medievales, a los que hace referencia en su obra Rammellzee, presente en toda la exposición, las letras se yuxtaponen y se entrelazan, alcanzan una complejidad tal que desaparecen en el dibujo. En la escuela presionista abstracta, la escritura acaba por desaparecer y sólo se conserva el personaje reducido a un símbolo, como los discos de sierra de las obras de Bando, uno de los mayores exponentes del arte del grafiti francés.

El saltoque vadel “tag” al color y progresivamente a la abstracción obliga a algunos artistas a pasar del muro al lienzo (dedicar horas a una obra en plena calle resulta muy arriesgado) forma el grueso de la exposición, que expone todo tipo de soportes, como lonas, planchas metálicas o hasta una moqueta.

Excepto contadas excepciones como Keith Haring o Jean Michel Basquiat, que gozaron en vida de un amplio reconocimiento artístico, la mayoría de los maestros del grafiti que forman parte de la muestra “tienen otros trabajos para ganarse la vida”, explica el comisario de la exposición.

El Presionismo retoma el viejo concepto de “escuela artística”, prácticamente abandonado en el arte contemporáneo, donde un grupo homogéneo de artistas dialogan, se nutren mutuamente, coronan a sus propios maestros y expulsan a los plagiadores y a los que no tienen talento. Y casi siempre a su aire: “El movimiento seguirá su propio camino, fuera del resguardado mundo de las galerías y los museos, usando su propio lenguaje y códigos”, zanja Restellini.

Ignorados por galeristas y museos, despreciados por la crítica y gran parte del público y olvidados por las estrellas del “street art” que han alcanzado las opulentas cimas del mercado del arte, los pioneros del grafiti han permanecido, en su mayoría,relegados al callejón del arte durante cuatro décadas. Con más de un centenar de obras, la Pinacoteca de París recupera su memoria con una exposición bautizada con el nombre de “Presionismo”, el arte que sale de presionar una lata de pintura en spray, esta vez sobre un lienzo.

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