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La censura entra en la UVI
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el poder del efecto streisand

La censura entra en la UVI

La dimisión del director del MACBA tras vetar una obra ejemplifica la crisis de la censura en la era digital

Foto: La polémica obra del MACBA (EFE)
La polémica obra del MACBA (EFE)

A nadie le gusta que le llamen censor. En efecto, ningún profesional de prestigio quiere pasar a formar parte deuna historia tan poco edificante como la de la censura. Eso explicaría, en parte, el siguiente fenómeno: cada vez que estalla un caso de censura –y no han sido pocos en los últimos tiempos: El Jueves, Gregorio Morán, MACBA, etc.– lo primero que hacen los acusados de censurar esnegar la mayor: lo mío no es censura; lo mío es otra cosa.

Último ejemplo: “No estoy de acuerdo con la denominación de censura. La aceptación por parte de una institución del contenido de una exposición es algo previo”, explicó a este periódicoBartomeu Marí, hasta entonces director del MACBA, tras vetar una obra en la que un pastor alemán participa en un trío con Juan Carlos I. Dicho esto, Bartomeu se metió en un jardín tropical: “Si esto es censura, estamos censurando exposiciones todos los días”. En efecto, con tal de negar la censura, unoes capaz de afirmar que aquícensura hasta el apuntador.

No obstante, más allá de que ser acusado de censorsea pocosexy, hay otro gran motivo para negar la censura: pocas cosas enervan más a la opinión pública digital que un caso de censura.Pero, ay, si uno cree que tirando de eufemismo podrá mitigar unescándalo de censura, quizá es que no conoceel poder del efecto Streisand;o cómo internet propaga hasta el infinito toda obra ocultada por la censura.

Censores impunes

Poca gente se enteró de un episodio censor ocurrido a principios de losnoventa: la editorial Espasa Calpe retiró 20.000 ejemplares de un libro crítico con El Corte Inglés (Biografía de El Corte Inglés, del periodista Javier Cuartas).El ensayo vivió una segunda vida en el underground editorial, pero no entró entre losmás vendidos y los censores quedaronimpunes.No hace falta fantasear mucho para imaginar que ocurriría hoy día en un caso similar: el libro sería Trending Topic (con todo lo que eso supone, bueno ymalo, para el autor censurado y para la editorial censora).

Pocas cosas enervan más a la opinión pública digital que un caso de censura

Las cosas, por tanto, han cambiado en la era digital: la censura ha salido tan escaldada del affair MACBA que cabría preguntarse si no estaremosante un caso paradigmático. Sí, el efecto Streisand lleva años abriendo grietas en el muro censor, pero es queel muro censor del MACBA ha quedado hecho añicos. La censura, por tanto, habría entrado en crisis profunda.

Recordemos la secuencia de acontecimientos: Director de museo veta obra por considerarla ofensiva y suspendeexposición, los medios de comunicación y las redes sociales recogen la noticia y se arma la de San Quintín. Hasta aquí todo más o menos dentro de lo habitual. La novedad está en que el MACBA ha sido incapaz de controlar las llamas del escándalo. Ante el aluvión de protestas,Maríreculóy dio luz verdea la obra censurada, pero ya era tarde para arreglar el desaguisado: acto seguido, rodó su cabeza… y la de sus comisarios de confianza (Paul Preciado y Valentín Roma), que han pagado los platos rotos pese a oponerse desde el primermomento a la censura (o quizá por ello).

Si la difusión de la obra censurada está garantizada en la era digital –e incluso la difusión exitosa: el libro de Morán lleva variosmeses en las listas delos más vendidos impulsado por la publicidad gratuita y una nueva editorial- el castigo a los censores varía en función de cada caso. El grupo Planeta se mantuvo firme durante lacensura a Morán: quién sabe simerece la pena aguantar el chaparrón deunos cuantos artículos negativos en prensa a cambio de afianzar la fidelidad de uno de tus principales socios comerciales(la RAE, institución contra la que Morán cargaba en el libro).

Los comisarios del MACBA han pagado los platos rotos pese a oponerse desde el primer momento a la censura; o quizá por eso

El Jueves, por su parte, salió muy tocado tras retirar la portada sobre la abdicación del Rey: muchos de sus lectoresoptaron por el boicot y susdibujantes más conocidos dejaron el medio parafundarunnuevo.Otra cuestiónes dilucidar si al grupo RBA, propietario de El Jueves y responsable último de la censura, le salió o no rentable sucelo cortesano.

Nada comparable, no obstante, al estado crítico en el que se ha quedado el MACBA tras su errática gestión de la escultura sexual de la artista austriaca Ines Doujak.

A vueltas con el poder

La censura, por tanto, acabó con Bartomeu Marí.O mejor dicho: el efecto Streisand. Si Marí no hubiera censurado al pastor alemán borbónico, quién sabe cuántos se hubieran enterado de su existencia. Por tanto, las preguntas a responder serían del tipo:¿Sale a cuenta la censura en tiempos de efecto Streisand? ¿Sigueteniendo sentido?

"Este caso, pero sobre todo otros de más gravedad y trascendencia, como el de Charlie Hebdo, plantean un debate acerca de si la autocensura es necesaria cuando los efectos que se pueden provocar son indeseados. Por tanto, censura por parte de los poderes públicos, no, o de lo contrario estaríamos hablando de otro tipo de sociedades. Si la sociedad decide de común acuerdo que hay temas que no se pueden tratar, o no de determinada manera, simplemente se hace cumplir la ley”, explica Javier Díaz Noci, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra.

Juan Luis Manfredi, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y especialista en ciberdemocracia, cree que “la censura convencional no tiene sentido en la era digital”, y lo argumenta así: “De hecho, es contraproducente porque suele ampliar el efecto y llegar a más audiencia. El denominado efecto Streisand es un hecho recurrente: quienes ostentan el poder creen que aún pueden decidir qué se puede ver/leer a su gusto o, por matizar, que no ofenda su gusto. Esto ya no es posible en un entorno en el que cada individuo porta un móvil y puede fotografiar, retuitear o enviar por mensajería el contenido presuntamente censurado”.

'Quienes ostentan el poder creen que aún pueden decidir qué se puede ver/leer. Pero esto ya no es posible'

“Aplicar la censura sobre un producto cultural una vez éste ya ha salido a la luz, en efecto, me parece un error de bulto. El efecto Streisand no es inevitable, pero sí es más que posible, y su aparición es tan contraproducente que, por sí mismo, el mero riesgo debería bastar para impedir que la censura haga su aparición”, explica Guillermo López García, profesor de periodismo de la Universidad de Valencia y experto en las relaciones entre política, opinión pública e internet.

El efecto Streisand, por tanto, amenazaríala censura de obras al borde de salir a la luz, como el libro de Morán o la escultura del rey, retirada de la circulación horas antes de que se inaugurara la exposición (también suspendida) donde se iba a mostrar; es decir, sin posibilidad alguna de que no saltara a las redes y mutara en escándalo político/cultural.

'El efecto Streisand es tan contraproducente que, por sí mismo, el mero riesgo debería bastar para impedir que la censura haga su aparición'

Otra cosa sería la censura previa: ahí no llega de momento el efecto Streisand.

“Lo que no va a desaparecer, en ningún caso, es la censura previa, precisamente porque aquí el efecto Streisand es mucho menos probable. Es decir, que puede que las instituciones o individuos que quieran limitar la libertad de expresión no se atrevan a hacerlo cuando ésta ya se ha ejercido, pero a cambio es más probable que sean más cuidadosos para ‘cortar las alas’ a todos aquellos creadores cuya opinión les parezca potencialmente peligrosa”, razona López García. O la clásica política de control de daños.

“La censura hoy día, si quiere funcionar, tiene que controlar todo el proceso. Pocos actores pueden permitírselo. En periodismo, por ejemplo, el modo de censura de China o Cuba pasa por limitar el acceso a las redes. En cultura, se recurre a la cancelación de los servicios", razona Manfredi antes de lanzar una advertencia final:"Lacensura siempre está en manos de quien tiene el poder. Me preocupa que el manto de urbanidad y buen gusto se utilice para decirle al ciudadano qué debe leer, pensar o disfrutar”.

Jaume Ciurana, concejal de Cultura de Barcelona y presidente de turno de la Comisión Delegada del MACBA, afirmó el lunes lo siguiente tras ratificar la dimisión de Bartomeu: no ha habido caso alguno de censura, sino “un desencuentro”. Perfecto. Ahora queda valorar si los “desencuentros” salen a cuenta cuando a uno le pasa por encima el rodillo Streisand.

A nadie le gusta que le llamen censor. En efecto, ningún profesional de prestigio quiere pasar a formar parte deuna historia tan poco edificante como la de la censura. Eso explicaría, en parte, el siguiente fenómeno: cada vez que estalla un caso de censura –y no han sido pocos en los últimos tiempos: El Jueves, Gregorio Morán, MACBA, etc.– lo primero que hacen los acusados de censurar esnegar la mayor: lo mío no es censura; lo mío es otra cosa.

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