Es noticia
El otro precio del poder
  1. Cultura
  2. Cine
estreno de 'el año más violento'

El otro precio del poder

J.C. Chandor factura un filme sobre un gánster que evitar caer en los tópicos del género

Foto: Fotograma del filme estadounidense
Fotograma del filme estadounidense

“Me he pasado la vida intentado no convertirme en un gánster” espeta Abel Morales (Oscar Isaac) a su esposa Anna (Jessica Chastain) en uno de los momentos culminantes de El año más violento. Inmigrante hispano devenido empresario de éxito en la Nueva York de principios de los ochenta, Morales podría constituir (como bien le reprocha su mujer) la encarnación prototípica del sueño norteamericano.

Cuando arranca la película está a punto de firmar con una comunidad de judíos ortodoxos la compra de unos terrenos que le consolidarán como uno de los hombres más poderosos de su negocio, la distribución de gasóleo. La guinda que corona la ascendente carrera profesional de un hombre hecho a sí mismo.

Sin embargo, justo en ese momento los acontecimientos empiezan a girarse en su contra. Morales ve cómo sus camioneros son asaltados continuamente para sustraerles la carga. Por ello le reclaman ir armados al trabajo aunque no dispongan de las licencias pertinentes. Mientras, el fisco decide husmear entre los libros de contabilidad, que Anna lleva siguiendo las “rutinas” habituales de las empresas del sector. Y una noche ambos descubren a un extraño armado merodeando en torno a la nueva y aislada mansión que acaban de adquirir.

La película se sitúa en 1981, un año considerado de los más críticos en la historia de Nueva York en lo que a índices de criminalidad se refiere. Lejos de llevar a cabo la previsible ambientación en el centro de una ciudad donde se palpa la violencia en las calles, J.C. Chandor sitúa la mayor parte del filme en los márgenes de la Gran Manzana, en un recinto industrial como pocos se ven en el cine de temática neoyorquina.

El insólito paisaje además aparece fotografiado entre las brumas invernales y en un apagado tono ocre a juego con el elegante abrigo de piel de camello que luce el protagonista. Estamos en el final de una era, parece indicarnos el tono crepuscular de un filme que además se sitúa también estéticamente en ese periodo de cambio entre los thrillers violentos de los setenta y ese cine de los ochenta donde el crimen se ejerce ya mayoritariamente desde los despachos. Porque, a pesar de su título, en el tercer largometraje de Chandor la violencia apenas se visibiliza aunque siempre se note su presencia.

De la misma forma que el protagonista declara su intención de no convertirse en un gánster, El año más violento evita en todo momento devenir el típico filme de mafia con aroma a El Padrino (aunque la interpretación de Oscar Isaac recuerde por momentos a la de Al Pacino en la segunda entrega de la trilogía de Francis Ford Coppola) o a El precio del poder (1983) de Brian De Palma (aunque el aspecto de Jessica Chastain se parezca al de Michelle Pfeiffer en ese film). A Chandor le interesa mucho más dibujar la trayectoria moral de un protagonista que, convencido de que actúa como un empresario honesto, va encaminado a devenir un corrupto.

En el tercer largo de Chandor la violencia apenas se visibiliza aunque siempre se note su presencia

Abel (un papel, por cierto, pensado en primera instancia para Javier Bardem) se presenta a priori como un personaje de tintes trágicos: su voluntad no parece suficiente para controlar toda la serie de circunstancias que se van acumulando para impelerle a convertirse en aquello que no quiere ser. La presión que sufre el personaje (por parte de su esposa, de su abogado, del jefe de personal, de la policía, de la competencia, de los ladrones, de los trabajadores que confían en él...) es tal que parece inevitable que desemboque en un estallido de violencia. Pero en este sentido, la película también se aleja de las constantes del cine de los setenta para poner de manifiesto el cambio de formas entre los hombres que manejan el dinero en Nueva York. Que el skyline de la ciudad no se perfile nítidamente hasta la secuencia final, cuando Abel toma posesión de su nuevo rango de poder, resulta harto significativo.

Con solo tres largometrajes en su haber, J.C. Chandor se está consolidando como una de las voces más interesantes del cine norteamericano actual. Debutó en la gran pantalla con Margin Call, ese thriller dramático que reseguía la cadena de decisiones desesperadas de los responsables de una empresa financiera ante el inminente crac económico. En la siguiente Todo está perdido, llevaba a cabo un encomiable ejercicio de depuración narrativa y dramática para retratar sin ningún ápice de épica la lucha por la supervivencia de un navegante a la deriva encarnado por Robert Redford. El año más violento conecta con su ópera prima en su voluntad de explorar los conflictos morales que plantea el capitalismo y cómo afectan a las decisiones de los personajes. En ambas películas pone en evidencia la difusa línea que separa la ambición empresarial de los negocios sucios y hasta qué punto la ambición de poder conlleva ciertas renuncias éticas.

“Me he pasado la vida intentado no convertirme en un gánster” espeta Abel Morales (Oscar Isaac) a su esposa Anna (Jessica Chastain) en uno de los momentos culminantes de El año más violento. Inmigrante hispano devenido empresario de éxito en la Nueva York de principios de los ochenta, Morales podría constituir (como bien le reprocha su mujer) la encarnación prototípica del sueño norteamericano.

Críticas de cine
El redactor recomienda