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La CT, al banquillo
  1. Cultura
los peligros de la crítica a bulto

La CT, al banquillo

La especialidad de la “izquierda CT” es el relevo a bulto. Lo que este nutrido y bullanguero grupo pretende es demonizar a todos los pensadores y novelistas

Foto: Adolfo Suárez junto a Juan Carlos I en una imagen de archivo
Adolfo Suárez junto a Juan Carlos I en una imagen de archivo

Hace unos años participé en un libro colectivo sobre la Cultura de la Transición (CT) con el propósito de aclarar (y de aclararme) un determinado funcionamiento o tic que venía operando en la cultura española (y la catalana) desde la transición. Han pasado algunos años y el término (acuñado y definido en su momento por Guillem Martínez) ha concitado considerable fortuna, pero a la luz del trato y de la interpretación que suele darse parece que sigue siendo conveniente aclarar (y aclararme) su sentido.

Si alguien se toma la molestia de consultar las reseñas del momento (cuando la CT era un OVNI y no una suerte de consigna popular, casi un sobreentendido entre iniciados, algo frente a lo que posicionarse a favor o en contra, con independencia de su sentido y uso, un poco como “derecho a decidir” o “chador”) apreciará que en ese momento, como casi siempre, se priorizó el cálculo de intenciones (este, se conoce, es un país de psicólogos aspirantes) al deslinde y valoración del concepto.

La cosa de encontrar “las motivaciones” terminó en lo que en mi barrio se conoce como un “cacao”. Valga como ejemplo un intrépido reseñista que nos acusaba en el mismo texto de querer ocupar el sitio de los que ya estaban y de estar ya lo bastante instaladitos como para venir ahora con estas exigencias. De defender y de atacar el castillo, todo a la vez… Claro que siendo tantos como éramos los que participábamos en aquel libro (tenía su mérito sospechar que podíamos formar un “grupo” con intereses articulados) ¡igual llevaba razón!

Propongo por una vez nos olvidemos de las “motivaciones” (obviamente perversas) y que tratemos de valorar qué consideramos que es la CT y lo que algunos de sus críticos proponen hacer para desactivarla. Advierto que la cosa está mucho más complicada que cuando Martínez armó el libro pues a la CT, como al hegelianismo, le ha salido una izquierda y una derecha que conviene analizar. Como ambas posturas me parecen entre adánicas y repugnantes propongo que mientras las desactivo manejemos una versión neutra de la CT (lo que Descartes llamaba una intuición oscura): “Algo se gestó entre cultura y política en la Transición que a unos cuantos no nos gusta”.

Entre el elitismo y el servilismo

La especialidad de la “izquierda CT” es el relevo a bulto. Lo que este nutrido y bullanguero grupo pretende es “tirar pel dret”. Esto es: demonizar a todos los pensadores y novelistas que han figurado, han disfrutado de éxito comercial o de prestigio crítico, y acto seguido sustituirlos por nombres “nuevos” que estén “incontaminados”.

Aviso para psicólogos: los motivos de la “izquierda CT” no pueden reducirse a un motivo: confluyen el resentimiento, la buena voluntad, el hastío de ver “siempre a los mismos”, disidencias de gusto, complejos contra el “elitismo”, cálculo de las propias posibilidades… El caso es que al incriminar a cualquier escritor “instalado” (concepto que varía de altura en función de la propia posición) todas estas motivaciones confluyen en un cambio de cromos indiscriminado cuyo lema sería: “Que se quiten estos que ahora venimos nosotros”. O los nuestros. O los que a mí me gustan.

Al final del artículo insistiré en uno de los variados motivos por los que si la oposición a la CT consiste en cambiar cromos que no cuenten conmigo, de momento señalo que si la batalla de la CT se reduce auna cuestión de gustoestamos perdidos.

La “derecha CT” propone una absolución por elevación (y el ripio casa bien con la indignación amanerada con la que suele expresarse). Su estrategia consiste en asegurar que la crítica a la CT se extiende a todo lo que se ha escrito y pensado desde 1976 en adelante. Confunde la crítica a una actitud concreta que se aprecia en un periodo determinado con la reprobación de un periodo temporal completo. Algo que no ha propuesto nadie que yo conozca.

Transición tendenciosa

No sólo la crítica a la CT se ha ido gestado durante la Cultura de la Transición (no hay contrarrevolución sin revolución), sino que algunos de los que denunciaron pufos intelectuales o políticos de ese tiempo están entre los pensadores y novelistas más relevantes de ese periodo: Ferlosio y Casavella, por no citar a conocidos míos. Emplear en serio a estos autores como ejemplos de lo que los críticos con la CT quieren destruir presupone un grado dedesorientacióntan agudo que uno, en la medida que prefiere no vérselas con memos, espera sinceramente que sea tendencioso.

“Muy bien, hombre, y qué es entonces la CT, ¿una esencia misteriosa, un resplandor para los iniciados, el Aleph?”. Nada de esto. La CT, al menos tal y como yo la entiendo, es un principio operativo que por momentos ha llegado a ser preeminente en España. Como mejor se entiende es cuando pensamos en las connivencias entre medios de comunicación y partidos políticos. Guillem Martínez pone como ejemplo el 11-M, cuando los principales medios de comunicación dieron la “insólita” versión del gobierno siguiendo el criterio tácito de que aquí lo que vale es lo que dice el gobierno que para algo gobierna.

Mi tímida propuesta personal pasa por considerar a la CT no tanto como un rasgo esencial, como un estado del que se sale y del que se entre, y que puede manifestarse en grados y cantidades distintas

En el plano intelectual-artístico la mejor guía (y lamento insistir pero no hay otra mejor) es el famoso artículo de Ferlosio donde advierte quela identificación entre cultura y fiestasupone la renuncia del intelectual-artista a sus funciones analíticas y críticas para emprender la simpática ruta del payaso. O lo que es lo mismo,adiós a una cultura alerta, exigente y suspicaz con el poder, y bienvenida la farra y sus ciegos. Un tránsito que además de bien visto estaba razonable bien pagado.

La amenaza del conformismo

La ventaja de tomárselo así es que nos ayudaría a que suenen las señales de alarma cuando la idiotez, la inercia o el clientelismo vengan a tentarnos. Al fin y al cabo si la CT es un principio operativo puede irrumpir en cualquier espacio, incluso entre los “nuestros”. La amenaza del conformismo y la dejación nunca acaba, y el problema de cambiar unos cromos por otros, como saben los trileros desde que el mundo es mundo, es que corres el riesgo de que las cartas se queden en el mismo sitio. En la misma disposición.

Hace unos años participé en un libro colectivo sobre la Cultura de la Transición (CT) con el propósito de aclarar (y de aclararme) un determinado funcionamiento o tic que venía operando en la cultura española (y la catalana) desde la transición. Han pasado algunos años y el término (acuñado y definido en su momento por Guillem Martínez) ha concitado considerable fortuna, pero a la luz del trato y de la interpretación que suele darse parece que sigue siendo conveniente aclarar (y aclararme) su sentido.

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