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El cine de autor entra en la UVI

El cierre de Eddie Saeta deja huérfano al cine de autor español. Directores y productores de nuestra industria hablan sobre la labor de Lluís Miñarro y su valor actual

Foto: Lluís Miñarro junto a Apichatpong Weerasethakul, al que produjo la Palma de Oro en Cannes 'El tio Boonmee recuerda sus vidas pasadas' (EFE)
Lluís Miñarro junto a Apichatpong Weerasethakul, al que produjo la Palma de Oro en Cannes 'El tio Boonmee recuerda sus vidas pasadas' (EFE)

¿Está moribundo el cine de autor en España? El reciente anuncio de Lluís Miñarro del cierre de su productora Eddie Saeta, símbolo de una manera de entender el riesgo y la independencia buscando al mismo tiempo conciliar arte e industria, podría ser solamente un brote aislado o, por el contrario, el síntoma de una enfermedad extendida y generalizada: una debilidad pasajera o un agotamiento definitivo. ¿Necesita el cine de autor español pasar por la UVI o, por el contrario, está abocado a los cuidados paliativos para que su adiós sea lo menos doloroso posible?

La desaparición de Eddie Saeta, esa pequeña empresa que desde Cataluña conquistó festivales internacionales de clase A (la más alta de todas) como Cannes, Venecia, Locarno o Karlovy Vary y descubrió o apoyó nombres claves del cine internacional como Albert Serra, Lisandro Alonso, o Apichatpong Weerashetakhul, no solo ha conmocionado a gran parte de la industria y el mundo del cine, sino que ha despertado el temor de que sea el anuncio de un terremoto mayor que estaría pasando inadvertido.

“Es una malísima noticia, porque era, no solo un ejemplo de productor, avalado por festivales internacionales, sino todo un símbolo”, explica José Luis Rebordinos, director del Festival de San Sebastián, que conocía la noticia del cierre de Eddie Saeta por boca de este diario mientras preparaba su viaje a la Berlinale.

Lejos de ser un productor de vocación marginal, Miñarro siempre destacó por su olfato a la hora de descubrir nuevas voces y por su pelea por reclamar un espacio merecido para que ese cine pudiera encontrarse con su público, una tarea cada vez más difícil en un panorama cinematográfico e industrial cada vez más estrecho e incierto. José Luis Guerín, al que Lluís Miñarro produjo una de sus películas más celebradas, En la ciudad de Sylvia, también conocía la noticia a través de este diario, y respondía así desde Cuba, reivindicando la vigencia del cine de autor: “¡No se muere nada! Estamos en constante reinvención. Nada más enojoso que la figura del cineasta llorón”.

Tanto quienes han trabajado con él como quienes no lo hicieron admiran su compromiso y su vocación por sacar adelante un cine a la vez popular y de arte, y siempre en condiciones dignas. Como afirma Javier Rebollo, a quien Miñarro produjo El muerto y ser feliz (2012), “salvo a Carlos Boyero no creo que a nadie le alegre el cierre de la que ha sido la más importante productora de cine de autor y calidad de España en los últimos años.No es el de Miñarro un cine comercial, aunque tiene voluntad de llegar a todos, de reeducar miradas y entretener, de ser internacional y español; no es de bajos presupuestos ni "de los márgenes", aunquecomo los de allí tiene un espíritu libre e innovador. Lluís pertenece ala mejor tradición de cine de autor europeo nacida en los 70, cine protegido y vendible, cine de calidad y en cantidad, de festivales y salas comerciales, de museos o cines, independiente y popular. Lluís confía en la inteligencia del espectador, en su curiosidad, confía en Europa y confiaba en el Ministerio y la televisión, pero ya no. Lluís confía en los directores, no lee guiones, cree en los técnicos y actores y les ha pagado muy bien”.

Isaki Lacuesta, en pleno montaje de la que será su nueva película, se lamenta: “Que Lluís Miñarro, uno de los productores más reputados de Europa, no tenga sitio en España es un síntoma tan grave como característico de nuestra incultura ancestral. El pensamiento único se sigue imponiendo. Y lo peor es que la mayor parte de la sociedad ni siquiera lo echará de menos, porque no conoce lo que se está perdiendo, ni siquiera sabe que existe”.

Apichatpong Weerasethakul, director de Uncle Boome Who Can Recall his Past Lifes, coproducida por Miñarro y ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 2010, tira de optimismo y reencarnación: “Hace tiempo que sentía que Lluís estaba pasando malos momentos. Estoy triste, pero al mismo tiempo alegre por Lluís: está empezando una nueva aventura, libre de las ataduras de una empresa. Creo que seguiremos viendo el espíritu de Eddie Saeta en diferentes formas”.

La Administración: culpable

A esa lista de acusaciones se suma Lacuesta: “Parece gracioso ponernos a dar palmas porque ha subido la cuota del cine español (esa cifra absurda que sirve para calcular el futuro tanto como la astrología), el mismo año que las administraciones han mandado a la ruina con sus impagos, cambios de interpretación del reglamento y sus promesas incumplidas a docenas y docenas de productoras, de salas de cine, de empresas de servicios audiovisuales, de compañías de danza y teatro”.

No lo tiene tan claro Enrique López-Lavigne, productor de películas tan diversas como Lo imposible (J. A. Bayona, 2012) o Gente en sitios (Juan Cavestany, 2013), que aunque comparte el diagnóstico, aboga por una autocrítica colectiva: “Lo fácil sería echar balones fuera contra una administración politizada y poco solidaria con las circunstancias de una quiebra anunciada, contra el desinterés real de televisiones públicas que compiten contra las cadenas privadas por un mismo espectador... pero en realidad los responsables somos nosotros, productores y cineastas, que no hemos sabido hacer frente común ante la desaparición de un modelo de negocio que exige una regulación basada en la excepción cultural”.

El cine hoy

¿En qué situación queda entonces la industria del cine de autor en España (si es que se puede hablar de algo semejante)? Como afirma Lavigne, “el cierre de Eddie Saeta es un paso más en la degradación de un modelo de producción y distribución de nicho vinculado al cine de calidad en general y a la cultura española en particular”.

Parece claro entonces que ese cierre no es un hecho aislado sino la consecuencia de unas políticas culturales muy definidas, de un estrechamiento de las ventanas de exhibición que han ido decantándose por los blockbusters, ya sean en versión original o doblada, creando un panorama monocorde en los cines, y de una exhibición online que sigue sin convertirse en ventana real para sostener a un tipo de cine que sigue a la búsqueda de caminos para encontrarse con su público.

Como afirma Lacuesta, “es una pena que el público de las salas solo tenga acceso a un cine cada vez más estrecho. Y en realidad, conociendo este país, lo raro es que Miñarro haya logrado producir tanto y tan bueno. Su filmografía es un verdadero milagro producido en el Mar Muerto del a contracorriente”.

Weerasethakul, desde Tailandia, es tajante: “Vivimos en tiempos muy interesantes si no nos empeñamos en compararnos con los 70. Todos nos tenemos que adaptar para hacer lo que nos gusta. La distribución ha cambiado. China se está comiendo al mundo. La tecnología y el conocimiento se distribuyen de forma más igualitaria más que nunca”.

Rebordinos, director del único festival español de categoría A, utiliza el próximo festival de Berlín como ejemplo de esa situación casi esquizofrénica que afecta particularmente al cine español: “Berlín es un buen ejemplo de lo que le pasa al cine español hoy en día: se inaugura con una película española de vocación mainstream como Nadie quiere la noche de Isabel Coixet, y en el Forum hay dos películas que están en el otro extremo. Es un momento muy extraño y contradictorio, nunca había habido tanta variedad y riqueza de películas, que van de lo más comercial a lo más radical, las cifras de recaudación siguen subiendo, pero al mismo tiempo, es un momento dificilísimo, con muchísimo paro en el sector, empresas en serias dificultades, y decisiones políticas como el IVA, o la quita a los productores, que complican más la situación”.

La constatación de ese momento contradictorio, a la vez positivo y terrible, no le parece a Lacuesta motivo de celebración: “Es repugnante escuchar a todas horas la infausta expresión industria cultural cuando lo que nos falta es educación cultural. Es increíble que Miñarro haya producido la obra maestra de Apichatpong, el nuevo filme de Kawase y las películas de un monumento mundial como Oliveira y que no encontrara ni una sola televisión estatal, nipública ni privada capaz de soltar la limosna que les hubiera costado emitirlas”.

Lavigne, que con sus producciones ha explorado circuitos, nacionales e internacionales, que van desde lo más comercial a lo radicalmente autónomo, insiste en su retrato del panorama en la necesidad de la autocrítica y el replanteamiento colectivo: “Estamos ante un cambio de modelo de negocio, un cambio que se llevó por delante un circuito tan sólido como Alta Films, con unos gigantes que han polarizado la exhibición, condenando a las películas no comerciales en un reducto marginal de 25 copias como mucho. Es una paradoja muy cruel que Eddie Saeta cierre en el año del boom de una taquilla española cada vez más polarizada, cada vez más orientada a competir con el blockbuster de los Estudios en su propio campo de batalla".

Javier Rebollo, firme defensor de la importancia de continuar en el seno de la industria y no dejarse arrastrar a las orillas cada vez más pobladas de lo independiente o marginal, defienda la necesidad de no dejar la industria en manos de los blockbusters: “Ahora necesitamos a Lluís Miñarro más que nunca, hay muchos grandes cineastas españoles solitarios en activo, cineastas que, como ha pasado en los periodos de crisis, reinventan el cine en la intimidad, pero necesitamos también de otro tipo de cine, necesitamos de la audacia de Lluís, de su capacidad de reunir capitales y talentos, de su experiencia y humor, de su amor y librepensamiento. El cine de Eddie Saeta ha sido un cine de caballo de Troya, tomaba la ciudad, la industria,desde dentro”. Diagnóstico de resistencia que comparte también Lacuesta: “Hay que seguir haciendo cine como maratonianos, trabajar pensando a largo plazo”.

¿Está moribundo el cine de autor en España? El reciente anuncio de Lluís Miñarro del cierre de su productora Eddie Saeta, símbolo de una manera de entender el riesgo y la independencia buscando al mismo tiempo conciliar arte e industria, podría ser solamente un brote aislado o, por el contrario, el síntoma de una enfermedad extendida y generalizada: una debilidad pasajera o un agotamiento definitivo. ¿Necesita el cine de autor español pasar por la UVI o, por el contrario, está abocado a los cuidados paliativos para que su adiós sea lo menos doloroso posible?

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