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OVNIS españoles en el Festival de Berlín

Ion de Sosa y Juan Rodrigáñez participan en la Sección Forum del Festival de Cine de Berlín con dos propuestas que hablan del presente desde el futuro

Foto: Fotograma de 'El complejo del dinero', de Juan Rodrigáñez, que se mostrará en la sección Forum de la Berlinale
Fotograma de 'El complejo del dinero', de Juan Rodrigáñez, que se mostrará en la sección Forum de la Berlinale

Marx tenía razón: la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Esta crisis que hoy vivimos es, como poco, la repetición de aquella de los años 90, ¿se acuerdan? Estallido de la burbuja inmobiliaria en Japón, 24% de paro, resaca de los fastos del 92, deuda rampante, y devaluaciones de moneda. Y aunque no haya motivos para reír, algunos cineastas españoles han decidido enfrentarse a la realidad desde la trinchera de un terreno cercano a la comedia incómoda, a la farsa escéptica, al humor desencantado y triste.

Dos de ellos presentarán en febrero sus trabajos en el Forum de la Berlinale, la sección del Festival de Berlín dedicada a los trabajos menos ortodoxos. Acompañados de figuras como Jem Cohen, Guy Maddin o Ken Jacobs, entre otros muchos, Ion de Sosa y Juan Rodrigáñez pondrán la nota económico-política en el país de la deuda y los recortes con dos películas, que, cada una a su manera, tratan de ese país devastado antes conocido como España.

España, año cero

“Esa idea estaba desde el principio del proyecto, me parece imposible rodar algo hoy y que no hable del presente. Desde el comienzo tenía claro que las víctimas de nuestro blade runner tenían que ser jóvenes y de clase obrera, porque son quienes tengo más cerca, son mis amigos, mi generación, y también están sufriendo los recortes y la cara más dura de esto que llaman crisis, y que es más bien una estafa. Gente que se ha tenido que ir, que ha emigrado, que no encuentra trabajo por más preparada que esté”.

La ciencia ficción desestructurada de Ion de Sosa, en la que los espacios semi-abandonados de los hoteles vacíos de Benidorm se mezclan con escenas cotidiano-humorísticas de la vida de esos androides en régimen de precariedad, acaba por enlazar de forma imprevista con el trabajo que Juan Rodrigáñez desarrolla en Der Geldkomplex (El complejo del dinero), también estreno en el Forum, y que adapta una novela de la escritora feminista Franciska Von Reventlow, publicada en 1916.

Ambas películas miran al presente desde tiempos lejanos, el Benidorm del año 2052 en un caso, o una hacienda extremeña aislada en el tiempo y el espacio de la película de Rodrigáñez, que también pone en escena un extrañamiento de la mirada. Como si la única manera de retratar lo que hoy vivimos fuera la posición de un extraterrestre, alguien ajeno, el único capaz de detectar los componentes de farsa, absurdo y engaño en una vida sumida en la miseria moral y económica.

Der Geldkomplex retrata el verano de unos diletantes en una hacienda campestre, situada en Extremadura, pero sin referencias espaciales o temporales, dominados por los problemas con el dinero, las herencias y las deudas impagables: “Decidí adaptar una novela”, explica Rodrigáñez, “porque en mi caso no me interesaba la trama, ni escribir una historia, sino trabajar sobre ciertas ideas de puesta en escena y forma de trabajo. Nos interesaba la película, no la invención. Y cuando leímos la novela, con un tono tan cínico que es gracioso, muy propio del fin de siglo centroeuropeo, tuvimos claro que hablaba de una alienación que es la que hoy vivimos todavía. La relación perversa que planteaba con el dinero, con el mundo del trabajo, esa disociación entre vida y trabajo la sentíamos totalmente contemporánea: con una sensación de vivir al filo y en un absurdo constante”.

Ese absurdo que hoy renace como una vía de retrato de lo real se traduce, en las dos películas, en una reescritura de las formas cinematográficas, exploraciones muy distintas las dos pero que pasan siempre por la potencia de lo incómodo y el amplio margen al espectador para intervenir en la construcción narrativa de la película.

Para de Sosa, que también trabajó en un sistema casi familiar, con amigos y cineastas cercanos, el trabajo con una novela y una película tan conocidas le permitían licencias y libertades narrativas: “Jugar con la película y el libro me permitía omitir muchas cosas que la gente conoce, y hacer una versión más libre, saltándonos la narración. Y por otro lado, me di cuenta que en la novela el personaje de Rick Deckard es mucho más humano, discute con su mujer y tiene problemas domésticos, y el mundo aparece mucho más destartalado y depresivo, y eso tenía mucho que ver con lo que quería hacer”.

El problema del dinero

Las dos películas, producidas al margen de la industria, tienen el problema del dinero en el corazón de sus propuestas, y las dos pelean con el término cine low-cost, tan popular en España en los últimos años, y que no es sino una beatificación de la precariedad, una celebración de lo inestable, un acomodarse a lo establecido por la vía de la rebeldía superficial.

Como explica Ion de Sosa, las películas, en un contexto de derrumbe, pelean por sobrevivir y construir formas dignas de trabajo: “Yo rodé la película con una inversión privada, dinero español, que no subvenciones, una ayuda del el Medienboard de Berlin, y el equipo que ha capitalizado su trabajo, pero tengo claro que es la última vez que saco la cámara de la funda si no hay dinero. Si no puedo pagar a la gente, no volveré a rodar, y a otra cosa”.

Hacia un nuevo cine político

Sin entrar en el reivindicable terreno del panfleto, las dos películas se encajan en una tendencia, quizás natural, de mucho cine español reciente (como los trabajos de Luis López Carrasco, Isaki Lacuesta, o Virginia García del Pino), que consolidan un nuevo espacio de relación del cine con la política (o vida en común). “No es una película sobre obsesiones o problemas personales”, reflexiona Rodrigáñez, cuya película es un diagnóstico de un mundo descabezado, “sino sobre problemas comunes”. Y de Sosa, que terminó por implantar recuerdos propios en la mente de sus androides de ficción, tampoco ha construido un diario del joven, sino un retrato generacional que camina por el filo de la desesperación.

Marx tenía razón: la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Esta crisis que hoy vivimos es, como poco, la repetición de aquella de los años 90, ¿se acuerdan? Estallido de la burbuja inmobiliaria en Japón, 24% de paro, resaca de los fastos del 92, deuda rampante, y devaluaciones de moneda. Y aunque no haya motivos para reír, algunos cineastas españoles han decidido enfrentarse a la realidad desde la trinchera de un terreno cercano a la comedia incómoda, a la farsa escéptica, al humor desencantado y triste.

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