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S.O.S. flamenco: una golosina electoral
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un libro analiza las relaciones de poder en este arte

S.O.S. flamenco: una golosina electoral

Su condición de arte identitario de lo español han hecho que la política siempre haya visto al flamenco como un arte que capturar para atraer a los votantes

Foto: Actuación en la Bienal de Flamenco de Sevilla el año pasado (Efe)
Actuación en la Bienal de Flamenco de Sevilla el año pasado (Efe)

El flamenco es Marca España. El flamenco es el gran símbolo de la identidad española. Sumen alguna frase más y obtendrán buena parte del discurso electoralistaen torno al flamenco. Pero, ¿cómo ha acabado este arte de raíz popular y reivindicativa siendo fagocitado por los usos del poderpolítico?

Esa es la pregunta que se plantea en Flamenco y poder. Un estudio desde la sociología del arte el sociólogo Francisco Aix Gracia. Un ensayo que analiza el devenir del flamenco de arte marginal y contestatario a joya de la corona e instrumento de fácil uso para los fines populistas y electoralistas de los partidos. Una relación de dominación, en definitiva, por parte del poder económico y político que, como explica a El Confidencial, ha hecho al flamenco -a pesar de “ese aura de arte muy venerable y casi religioso”- “cautivo de una trayectoria institucional que ha pasado de la cultura de derecho a la cultura institucional”.

La cultura siempre ha sido el santo grial que todos los partidos han querido utilizar para su agrandar su imagen (y sus réditos electorales)pero en el caso del flamenco, precisamente por su carácter identitario, se ha convertido en un arma de utilización política más deseada. “El flamenco pasó a formar parte de ese proceso de construcción de la identidad andaluza y española y esto alienó sus bases culturales”, asegura Aix. Algo que ha hecho, añade, “que el flamenco sea muy goloso para conseguir la identificación del electorado”.

“Las instituciones han descubierto que en vez de hacer política, la forma más eficiente de conseguir popularidad y votos es a través del manejo de la cultura popular. El gobierno londinense ha tenido el cinismo de incorporar el punk a su palmarés patrimonial de la ciudad. ¡El punk que por definición es antisistema y de protesta! Y con el flamenco pasa lo mismo. Cuando no haces política o te inhibes de hacerla porque dejas que la política sea el mercado, dejas que tus manejos de la cultura popular sean lo que funcione. ¿Qué es más práctico salir en la prensa creando escuelas infantiles o patrocinando un festival de flamenco?”, lanza.

El sociólogo cuenta que el flamenco siempre ha sido el objeto de deseo de la política pero fue a principios del siglo XX cuando comienza a ser utilizado por el poder. Es la época en el que laoligarquía sevillana, la de los señoritos de dinero, empezó a utilizarlo para darse autobombo. También aparece por primera vez su uso como reclamo turístico en 1925 “con un discurso deAlfonso XIIIque no dista mucho hoy del de la Junta”.

Con el Franquismo la dominación alcanzó sus máximos. El flamenco vertebra esa imagen amable de cara al exterior de la España de la pandereta, el folclore y la estampa, pero además los artistas, sea por convicción o por salvaguarda, se juntan al poder. En la memoria colectiva hay imágenes de Manolo Caracol con Franco –célebre ese el banquete conocido como el de los 1.000 comensales- o de Juanito Valderrama cantando ante el dictador El emigrante con bis incluido.

Ahora, subraya autor de este libro editado por la Fundación SGAE, vivimos una sobrevaloración institucional del flamenco que, a golpe de subvenciones, ha generado “cautiverio y adocenamiento". "Hay mucha libertad estética, pero poca política”. Este interés de las instituciones, que han desplazado a la sociedad civil de la organización del flamenco, matiza, ha derivado en un proceso “de relumbre institucional más que de proyección artística. El flamenco se convierte en un objeto institucional en detrimento de su libertad”.Aunque, añade, en este último tiempo de crisis “quizás estamos asistiendo a un despertar y una repolitización del arte”.

“Esta sobrevaloración y servidumbres identitarias que lleva asociadas ponen en peligro los logros de autonomía que el flamenco adquirió como campo durante su etapa fundacional. De tal forma, que si la autonomía es el carácter constitutivo que define al campo, por mor de su actual prestigio identitario y las dependencias subsiguientes, podemos estar asistiendo a la decadencia del flamenco como campo artístico”, apunta Aix en el libro. Tanto es así, prosigue, que de la libertad y la cierta autonomía que gozó el flamenco entre los años sesenta y finales de los ochenta se ha pasado “a una casi total dependencia de los recursos públicos y una servidumbre política tales que hacen recordar la época del flamenco franquista”.

Sin comparar dictadura y democracia, el sociólogo afirma que “siempre se ha instrumentalizado al flamenco pero lo del franquismo se ha reconocido históricamente mientras que hoy se produce de una forma más mezquina. El régimen, del que hablan ahora los de Podemos, se construye sobre el control de la cultura y esa hegemonía que fue más notoria en la dictadura pero que hoy también existe”. De hecho, apostilla, “las figuras de primera fila son las más golosas a la hora controlarlo. Eso le pasó a Valderrama, Caracol o Mairena y hoy sigue pasando pero el miedo hoy es no pagar la hipoteca o ser excluido del mercado. La gestión del miedo ha cambiado pero el control sigue estando ahí y el afán de los políticos por controlar la cultura”.

El ejemplo más claro a nivel general, añade, es el tratamiento que está haciendo de la cultura el Gobierno. “Cuando el PP ha visto que no podía controlar la cultura y que ésta se había puesto en su contra, lo que ha hecho es aniquilarla. Es la mejor demostración de que la cultura o sirve a los fines del poder o no conviene. Esta es la situación que tenemos ahora: una auténtica caza de brujas contra la cultura”.

La Unesco, ese gran tour operador

Ahondando en la utilización con fines políticos del flamenco, Aix Gracia señala como culmen la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. En 2010 llegó un reconocimiento que se perseguía desde 2003 pero más allá de rescatar este arte de la desaparición, el objetivo de era “un proceso de autobombo institucional”.

“Entre los beneficios que la clase política perseguía estaban los económicos que genera la explotación de los recursos turísticos en que pueden convertirse los bienes patrimoniales refrendadospor la Unesco”, escribe. Pero, va más allá del plano económico,en el lado del poder defiende queel interés de los gobernantes españoles “corresponde más a la repercusión mediática de su iniciativa por lograr el reconocimiento de un “arte del pueblo”, que a los efectos que aquella nominación pueda generar sobre el arte del flamenco.” Algo que, de nuevo, constata que “cuando los políticos tratan de conquistar al electorado, vuelven una y otra vez sobre las representaciones culturales de lo popular”.

La cuestión es que esta instrumentalización hoy es más patente. Sí ha generado más proyección internacional reconoce pero “no ha habido cambios sustanciales en las políticas relativas al flamenco. La declaración de patrimonio no ha servido para nada. La pregunta era ¿y después de Nairobi, qué? Hoy seguimos sin respuesta. ¡Qué menos que incorporarlo al currículo escolar!”. Además de que, añade el sociólogo, al ritmo de 10 bienes inmateriales por año, “dentro de 40 años habrá que hacer una categoría VIP o algo así. La Unesco es el mayor tour operador que existe”.

La política, analiza, ha tratado al flamenco con una “doble moral”. “En realidad lo desprecia, cree que es un arte de catetos, pero en público lo loan y hablan incluso con cierto pavor”. Todos los partidos lo han hecho, dice. “El Gobierno haintentado instrumentalizarlo pero le ha faltado pericia quizás por desconocimiento, pero lo ha utilizado como el PP en Andalucía, el PSOE, quizás con un punto másde delicadeza, y el PA”.

Y recuerda el intento de la Junta de Andalucía de declararse “gestora en exclusiva del flamenco” en la redacción del Estatuto de Autonomía. “Fue una barbaridad pero, en realidad, sirvió de cortina de humo para no hablar de lo importante, que eran las reformas estructurales necesarias que había que incluir relacionadas con la gran lacra histórica de Andalucía que es el paro”.

De nuevo, humo y bombo y platillo porque la primera parte llegó con la publicación del “disco más caro de la historia del flamenco” –Flamenco por Andalucía, España y la Humanidad (Szena)-, compuesto por una docena de versiones del himno andaluz interpretadas por figuras de primer nivel como Paco de Lucía, Fosforito, José Mercé, Carmen Linares, Tomatito o El Capullo de Jerez. Costó 314.000 euros y supuso, escribe Aix en su ensayo, “todo un gesto de regionalismo cultural por parte del grupo socialista andaluz en un momento político muy oportuno" en pleno debate nacionalista en el país conel Plan Ibarretxe y el Tripartito catalán.

El flamenco es Marca España. El flamenco es el gran símbolo de la identidad española. Sumen alguna frase más y obtendrán buena parte del discurso electoralistaen torno al flamenco. Pero, ¿cómo ha acabado este arte de raíz popular y reivindicativa siendo fagocitado por los usos del poderpolítico?

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