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Un cine sin Estado
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acabando con los prejuicios del espectador

Un cine sin Estado

No hay cinematografía poderosa sin un Estado decidido a crear las condiciones y reglas de juego para impulsar su industria

Foto: Willy Toledo y Alberto San Juan en la entrega de los Premios Goya de 2003
Willy Toledo y Alberto San Juan en la entrega de los Premios Goya de 2003

No hay cinematografía poderosa sin un Estado decidido a crear las condiciones y reglas de juego para impulsar su industria, para atraer capitales, intentar ocupar con sus películas las pantallas y estar presentes en otros países. Esto es así en América, Europa, Asia y Oceanía.

Sin embargo, los poderes públicos españoles, su Estado, sus gobiernos e incluso la Casa Real ignoran al cine español y permiten que se cuestionen los apoyos insitucionales a su producción y promoción, que muchos aprovechan y lohacen casi siempre en base a informaciones parciales y deficientes o movidos por razones ideológicas. Informaciones vertidas en los últimos años en medios integrados en Grupos de Comunicación, con fuertes intereses económicos en las poderosas cadenas de televisión, que tanto en abierto como en pago han construido un oligopolio cuasi perfecto, una vez, consolidadas sus licencias y cerrado el paso a posibles competidores nunca han aceptado de buen grado -como ocurre en la totalidad de los países de nuestro entorno- su compromiso de participar en la producción de cine español.

Desde entonces, determinados grupos de población especialmente los ideológicamente alineados con la derecha más reaccionaria, nos han jurado odio eterno. Se niegan a ver las películas de ciertos cineastas y nos acusan de ser parásitos del Estado y de no hacer más que películas sobre la última Guerra Civil Española. Y niegan también el derecho del cine español a recibir ayudas del Estado con el argumento de que el cine es un negocio privado.

Afortunadamente para nosotros existen también muchos otros ciudadanos que sí van a ver películas españolas (en el último año se vendieron casi cuarenta millones de entradas) y entienden que el Séptimo Arte es Cultura y merecedor por consiguiente de la atención del Estado y de sus gobiernos. Por lo tanto, no generalizamos nuestra queja ni reprochamos tampoco a nadie su derecho a opinar lo que quiera o crea conveniente.

Al igual que la sociedad de nuestro país, la gente del cine es ideológicamente plural. Somos conscientes de ello por nuestro contacto en los rodajes, por los debates en la Academia de Cine y otros foros y por la amistad y las relaciones que nos unen y nos permiten conocer el sentimiento de la mayoría. Contra la Guerra de Iraq se manifestaron tenderos, fabricantes de tornillos, pintores, secretarias, bancarios y una amplísima representación de todos los sectores de la sociedad española. Y junto a ellos también cineastas, así como médicos, abogados, jueces y fiscales o enfermeras. ¿Por qué motivo todavía hoy se nos critica a nosotros por unas manifestaciones que, además, resultaron tan justificadas? Ya entonces las encuestas reflejaban que la oposición a participar en ese conflicto bélico superaba el 90% de la ciudadanía española.

El Cine es Cultura

La mayoría de los diccionarios consultados empiezan así su definición: "El cine es un arte…". Y es el más interdisciplinar y completo porque incluye la literatura, el teatro, la pintura, la arquitectura y la música a través de sus guiones, argumentos, fotografía, decorados y banda sonora. La producción cinematográfica mundial resulta una industria deficitaria que, para poder amortizar sus costes, necesita el apoyo de los Estados. Por ello, países tan diversos como Estados Unidos, Taiwán, Reino Unido, Alemania y Corea permiten que sus ciudadanos desgraven hasta un 40% de la base impositiva de sus ingresos para invertirlo en la producción cinematográfica.

Las subvenciones directas a la producción cinematográfica están específicamente legisladas en Francia, Italia, Argentina, Méjico, los países escandinavos, etc. En algunos de ellos, como es el caso de Francia, la dotación presupuestaria del CNC (Centre National de Cinématographie) es de 360 millones anuales, frente a los escasos 40 millones con los que cuenta el ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales) español.

Un dato significativo es que en España los Presupuestos Generales del Estado dedican 460.000 millones a cubrir –aparte del gasto de sus Administraciones, la Casa Real, el Congreso y el Senado– otros servicios y sectores productivos, que abarcan desde Aena, Renfe, Correos, Adif e Iberia hasta sectores de Renovables, Energía, Automóvil, Agrícola, Banca e incluso Ganaderos y Plazas de Toros. Paraposibilitar su existencia los españoles pagamos impuestos.

Y, al margen de los planteamientos económicos, conviene resaltar como conclusiónque los "bodrios" del cine español son "nuestros" bodrios y que ellos representan a la sociedad española. Detrás de cada una de estas películas existe un autor, cuyo trabajo y sentimiento personal nos puede gustar más o menos, pero que con toda seguridad dentro de unos años mostrará a nuestros hijos, nietos y bisnietos un mundo, una época, unas costumbres y unos comportamientos humanos que, sin duda, reflejarán nuestra historia. Del mismo modo que es sobre todo a través del cine producido en el último siglo como podemos conocer mejor y de la forma más viva y directa nuestro país y su historia.

Continuará...

No hay cinematografía poderosa sin un Estado decidido a crear las condiciones y reglas de juego para impulsar su industria, para atraer capitales, intentar ocupar con sus películas las pantallas y estar presentes en otros países. Esto es así en América, Europa, Asia y Oceanía.

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