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Se acabaron los juegos, comienza la guerra
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estreno de 'los juegos del hambre: sinsajo. Parte 1'

Se acabaron los juegos, comienza la guerra

Llega a las salas 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1', la primera entrega del final de la saga de filmes que adaptan los libros de Suzanne Collins

Foto: Liam Hermsworth y Jennifer Lawrence en 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1'
Liam Hermsworth y Jennifer Lawrence en 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1'

La trayectoria de Los juegos del hambre ha sido extraña. Comenzó con un primer filme que queriendo ser personal pecaba de pretencioso por culpa del estilo de Gary Ross, que siempre parecía creerse mejor que el material de partida y quería hacerse notar. Además de utilizar recursos molestos para evitar mostrar la violencia que requería la película.

La segunda parte, En llamas, cambió de director. Un realizador con menos ínfulas de autor, Francis Lawrence, que consiguió un filme entretenido y vibrante, capaz de enganchar a fans de los libros y a profanos en la materia. Un artesano que cumplió con creces con su misión. Ayudaba una materia prima que oscurecía su tono e introducía los mimbres de la revolución que se estaba forjando en Panem (antes conocida como América del Norte en este futuro distópico). La mezcla de acción y contenido adulto consiguieron que la secuela se merendara a la original.

En llamas preparaba el terreno para el apoteósico final en el que el pueblo oprimido se levantara contra el capitolio. Un gobierno opresor que se enriquece mientras deja a los trabajadores pudriéndose en las calles (¿suena actual?). Un último libro que por culpa de los productores y sus ansias de dinero viene partido en dos como manda la nueva tradición hollywoodiense (así llegaron los capítulos finales de Harry Potter y Crepúsculo).

Ahora habrá que esperar a 2015 para valorar el broche final de Los juegos del hambre. De momento sí que se puede decir que aunque suponga un bajón respecto a En llamas, la película siempre entretiene y Francis Lawrence confirma que su elección fue un acierto.

La película empieza sin continuidad exacta con el cierre de su predecesora. Algo que descoloca al espectador, ya que la película tarda en ofrecer las claves para situar a los no iniciados, un comienzo en el que se muestra algo torpe pero que sabe rectificar pronto.

Katniss se encuentra en el, desconocido hasta ahora, Distrito 13. Un reducto para la revolución presidido por Alma Coin (Julianne Moore, fichaje de lujo) que lleva preparándose años, esperando el momento de asaltar el Capitolio. El momento es ahora, cuando todo el mundo ha convertido a Katniss en un símbolo rebelde. Ella tendrá que elegir si quiere ser la líder del cambio o no.

Sinsajo continúa el progresivo oscurecimiento del tono de la saga, que ahora se nota en una fotografía cada vez más sombría alejada del lujo del Capitolio. Los juegos se han acabado, ahora comienza la guerra. Los preparativos de la batalla y sus entresijos convierten a este título más en un filme bélico que en una película de acción al uso.

Uno de los elementos más interesantes y que hace que se tiendan puentes con la realidad es cómo los rebeldes no son nadie si no consiguen convencer a la gente, y para ello apelan a sus sentimientos, al populismo y, cómo no, a la propaganda.

Sinsajo crece cuando cuenta la preparación de toda la campaña, aunque se embarra cuando se empeña en contentar a los adolescentes con sus dosis de sentimentalismo y amor adolescente.

Al frente una Jennifer Lawrence que capitanea el barco a su gusto, ella es Katniss Everdeen. Su energía se contagia y nadie puede pensar en una heroína mejor para una saga que comienza su final de forma irregular, pero que consigue dejar con ganas de más.

Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1

Dirección: Francis Lawrence

Duración: 125 minutos

Nacionalidad: EEUU

Género: Ciencia Ficción

Intérpretes: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Natalie Dormer, Sam Claflin, Liam Hemsworth, Julianne Moore

La trayectoria de Los juegos del hambre ha sido extraña. Comenzó con un primer filme que queriendo ser personal pecaba de pretencioso por culpa del estilo de Gary Ross, que siempre parecía creerse mejor que el material de partida y quería hacerse notar. Además de utilizar recursos molestos para evitar mostrar la violencia que requería la película.

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