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No busques la democracia en tu software
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charla entre César Rendueles y frédéric martel

No busques la democracia en tu software

La visión de Silicon Valley empieza a resquebrajarse. Si hasta el momento, el rodillo californiano ha colado que lo digital y lo global son sinónimos. Las

Foto: César Rendueles y Frédéric Martel, en el auditorio de Fundación Telefónica. (Enrique Villarino)
César Rendueles y Frédéric Martel, en el auditorio de Fundación Telefónica. (Enrique Villarino)

La visión de Silicon Valley empieza a resquebrajarse. Si hasta el momento, el rodillo californiano ha colado que lo digital y lo global son sinónimos. Las grandes empresas ignoran fronteras en la era digital, aunque las haya. Un mundo sin límites, veloz y libre. El director ejecutivo de Google dice que “los viejos obstáculos a las interacciones humanas, como la geografía, las lenguas o el acceso limitado a la información, se están desmoronando”. El futuro no tiene límites terrestres, ni siquiera la intimidad será una barrera. Es el final de las distancias, de las lenguas, de la geografía, de la historia, ¿de la política?

No podemos pedirle a un teléfono móvil que cree la democracia. Pero sí es una herramienta a su servicio”. Al habla el periodista, sociólogo y cada vez más futurólogo, Frédéric Martel (Francia, 1967), que acaba de publicar Smart. Internet(s): la investigación (Taurus), un libro de crónicas que recorre todo el mundo, preguntando y observando, para concluir con una tesis que frena la propaganda californiana: “A pesar de su imagen global uniforme, internet es diferente en todas partes”.

“La revolución digital que estamos viviendo no se traduce en una globalización total y absoluta. Porque aunque tengamos acceso a los contenidos de todo el mundo desde nuestros ordenadores y nuestros smartphones, internet sigue siendo muy local en sus usos y se adapta a las realidades de cada espacio”, explica. No hay internet global, dice quien ha pasado por más de 50 países en busca de ese mundo libre que venden las grandes marcas. La transición digital no homogeneiza, los límites culturales se resisten.

Instituciones al frente de internet

La Fundación Telefónica ha citado al filósofo César Rendueles (Gerona, 1975), autor de Sociofobia (Capitán Swing), en una charla conjunta con el sociólogo francés. Aparentemente, son dos visiones enfrentadas, neoliberal –ex asesor Durao Barroso en la Comisión Europea- contra socialista, y, sin embargo, comparten pretensiones: regular la red.

“Los fallos del mercado se solucionan con regulaciones institucionales. Las tecnologías de la comunicación necesitan institucionalizarse”, asegura Rendueles, subrayando la diferencia entre instituciones y Estado. “¿Cómo queremos organizar colectivamente ese mundo? Debemos asumir que los poderes públicos somos nosotros, para construir ese espacio común”.

Para el filósofo, internet no es tan plano como pretenden hacer ver los imperios de la comunicación, ni políticamente neutral. De hecho, ni siquiera es un fetiche de la libertad. Apenas una herramienta que, bien utilizada, puede ayudar en la reivindicación de la soberanía del pueblo. “En el software no está injerta la idea de la democracia”. No hemos llegado a la softwarecracia… todavía. Martel también pone en cuarentena la neutralidad política de la red.

“Creo que necesitamos controles, una regulación fuerte. Inernet no puede ser una herramienta totalmente abierta sin normas”, cuenta Martel, que se declara seguidor de la economía de mercado de los EEUU, al hilo de la reciente aprobación de la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual en España. “Tampoco creo que podamos regular internet, pero sí deberíamos regular los grandes jugadores del juego, como Google y otros”.

Las preguntas y la política

Estamos ante los albores de la revolución cultural, que llevará conocimiento allá donde no lo hay. En esto también coinciden. Lo que más le preocupa a Martel es la privacidad, a Rendueles que creamos que las responsabilidades políticas se resolverán con la red. “Esto sólo consigue camuflar los desafíos políticos que debemos asumir para avanzar, ciberfetichismo es creer que internet va a solucionar nuestros problemas de manera inmediata”, dice.

Recuerda una declaración del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que aseguró que la crisis de la burbuja inmobiliaria se resolvería con más ordenadores. “Como si con eso fuésemos a librarnos de todas las penalidades. Las cosas son más complicadas de lo que tratan de ofrecernos”.

“Yo tampoco confío en todos aquellos que tienen una visión moral de internet y que quieren que desempeñe un papel político”, asegura Martel. “Desde luego, la democracia no nos ha entrado en nuestros bolsillos, hemos sido nosotros quienes transformamos esas máquinas y las convertimos en herramientas útiles para la política”, replica Rendueles, que cree en ellas siempre y cuando alimenten el proceso político de la sociedad.

Por ejemplo, su libro, Sociofobia, puede descargarse libremente (tiene licencia Creative Commons), porque entiende que es su manera de aportar a la cultura política de la comunidad en la que trabaja como profesor de la Universidad Complutense. Cree en la defensa de los derechos de autor, pero también en compartir y difundir su obra.

Es decir, la revolución digital es un espejismo comercial porque impide al ciudadano hacerse las preguntas importantes. Lo importante no es pensar cómo revolucionará la educación y la sanidad el nuevo entorno digital, sino qué educación y qué sanidad queremos. Ambos autores coinciden en que no es necesario moralizar internet, pero sí regularizarla con instituciones públicas más activas. En España tendremos que esperar a la próxima reforma de la recién reformada Ley.

La visión de Silicon Valley empieza a resquebrajarse. Si hasta el momento, el rodillo californiano ha colado que lo digital y lo global son sinónimos. Las grandes empresas ignoran fronteras en la era digital, aunque las haya. Un mundo sin límites, veloz y libre. El director ejecutivo de Google dice que “los viejos obstáculos a las interacciones humanas, como la geografía, las lenguas o el acceso limitado a la información, se están desmoronando”. El futuro no tiene límites terrestres, ni siquiera la intimidad será una barrera. Es el final de las distancias, de las lenguas, de la geografía, de la historia, ¿de la política?

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