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Los venecianos huyen de Venecia
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un documental analiza su delicada situación

Los venecianos huyen de Venecia

'El síndrome de Venecia' analiza cómo la ciudad se ha convertido en un centro turístico que ha sepultado la vida tradicional de sus habitantes

Foto: Un crucero llega a Venecia (El síndrome de Venecia)
Un crucero llega a Venecia (El síndrome de Venecia)

58.000 personas viven actualmente en Venecia, una cantidad parecida a la que habitaba en la ciudad italiana tras la gran peste de 1438. Una cifra que disminuye cada año debido al turismo masivo. Un éxodo de los verdaderos venecianos, que huyen de las masas de visitantes que llegan cada día y que están destruyendo la ciudad de los canales. Antes que acabar con Venecia acabarán con sus ciudadanos y sus costumbres, ya en peligro de extinción.

Un problema que analiza El síndrome de Venecia, ganador del premio al Mejor documental en el Urbanfestivaltv que ha tenido lugar esta semana en La casa encendida. Un filme que analiza cómo el turismo sin control está llevando a Venecia a convertirse en una versión de Eurodisney, como critica su productor Valerio B. Moser.

“Venecia siempre ha tenido una gran tradición con el turismo, desde el siglo XVI, por eso la solución no es prohibirlo, sino encontrar una forma sostenible desde el punto de vista de los habitantes. La ciudad se está destruyendo, y la política sobre el turismo tiene que cambiar drásticamente”, critica.

El documental da voz a los verdaderos afectados por: los venecianos. Gente de a pie que se ha visto obligada ahuir de suciudad. Sólo tienen dos opciones, salir corriendo o intentar lucrarse de la situación. Para sus habitantes el problema es claro: la permisividad de los políticos, que han antepuesto los intereses económicos, a los de sus ciudadanos. Sin ir más lejos, Venecia vendió en 2010 su central de correos, un edificio emblemático, a la marca Benetton.

Sus ciudadanos no reconocen la Venecia actual. “Siempre ha sido una ciudad de mercaderes, pero ahora el mercantilismo lo domina todo. Venderían a sus madres si pudieran”, cuenta a cámara una de las afectadas. Tudy Sammartini, diseñadora, restauradora de jardines y una de las personas que primero se preocupó de los problemas del turismo en Venecia tras la inundación de 1966, explica que tiene que salir a las dos de la mañana de casa para poder disfrutar de la Plaza de San Marcos sin su habitual bullicio, su ciudad ahora está llena de "salvajes".

La presión de los lobbies

El productor de El síndrome de Venecia admite que la inacción de los políticos está condenando a muerte a la ciudad, que terminará convertida en un museo al aire libre si nadie lo evita, pero cree que uno de los principales problemas es la presión que los lobbies ejercen en los cargos públicos.

Los grupos de presión a los que se refiere el productor del filme no son sólo grandes empresas con poder económico como las de los cruceros, sino también pequeños colectivos que se ven beneficiados por el turismo masivo, como los gondoleros. “Son solo 60 o 70, pero son esenciales para el turismo en Venecia. Si, por ejemplo, ellos dicen: quiero más turismo, ellos tienen el poder”, aclara.

Otro de los problemas que ha conllevado el turismo masivo es la especulación inmobiliaria. El precio de la vivienda en Venecia ha alcanzado cifras que muy poca gente se puede permitir. El documental da un precio escandaloso: 12.000 euros por metro cuadrado. Para comparar, una vivienda en el centro de Madrid tiene un precio de 3.650 euros por metro cuadrado.

Además el gobierno no pone medidas a esta especulación, permitiendo que el mercado se autorregule. Esto ha contribuido al éxodo de sus habitantes, ya que si no tienen una casa comprada acaban yéndose a otras partes de Italia, especialmente la gente joven, que como se dice en el documental “no tienen futuro, o venden figurillas de cristal en la plaza o se van”. O vivir del turismo o escapar. No hay otra opción para una ciudad que recibe más cruceros al día que Nueva York.

Una dictadura económica

La visión de Valerio B. Mosser no es mucho más halagüeña: “ Cómo no ser pesimista… La película nos da unos puntos sobre los que reflexionar, pero no sólo sobre Venecia. Nos hace pensar en cómo se puede incrementar la riqueza sin destruir los objetos con los que estás construyendo esa riqueza. Hay que preguntarse dónde está el límite entre el interés económico y la preservación del entorno”.

De momento lo que interesa en Venecia es seguir haciendo dinero, a pesar de que sus ciudadanos, los pocos que quedan, sigan movilizándose pidiendo justicia y que les dejen vivir a gusto en un lugar que, como dicen al final del documental, “ya no es una democracia, sino una dictadura económica”.

58.000 personas viven actualmente en Venecia, una cantidad parecida a la que habitaba en la ciudad italiana tras la gran peste de 1438. Una cifra que disminuye cada año debido al turismo masivo. Un éxodo de los verdaderos venecianos, que huyen de las masas de visitantes que llegan cada día y que están destruyendo la ciudad de los canales. Antes que acabar con Venecia acabarán con sus ciudadanos y sus costumbres, ya en peligro de extinción.

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