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El grafiti pasa por el aro burocrático
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los Ángeles monta una ordenanza para pintar

El grafiti pasa por el aro burocrático

El grafiti pierde libertad y gana burocracia: una década después, la ley seca que ha mantenido los muros de Los Ángeles limpios de grafitis ha terminado.

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El grafiti pierde libertad y gana burocracia: una década después, la ley seca que ha mantenido los muros de Los Ángeles limpios de grafitis ha terminado. Ahora ya son legales, siempre y cuando pasen por el infierno burocrático. Para pintar un muro privado se debe tener el permiso del dueño del edificio. Luego, pagar 60 dólares y el compromiso de no utilizar el mural para ningún fin comercial, ni promover odio, racismo o pornografía. Además, hay que avisar a los inquilinos con 14 días de antelación y rellenar un formulario de 10 páginas. Parece más complicado que conseguir un arma.

Así es como la ciudad que se preció ser la capital mundial del arte urbano es la nueva capital del arte urbano burocratizado. "Es una complicación. Tienes que esperar y cumplimentar formularios, mientras tu espíritu de artista lo que te pide es pintar inmediatamente", dice Nuke, legendario grafitero que lleva trabajando en la ciudad desde los años ochenta. Kristy Sandoval, que pintó el primer mural aprobado oficialmente por el ayuntamiento, coincide. "Es un proceso larguísimo y bastante complicado. A mí me ayudó una organización a cumplimentarlo todo".

¿Están dispuestos los grafiteros de Los Ángeles a pedir permiso, rellenar un formulario, pagar 60 dólares y registrar su obra en una oficina municipal antes de ponerse a trabajar?¿Son conciliables el arte callejero y la burocracia? La respuesta es obvia. El arte mural es espontáneo y la vía oficial para pintar en la calle no convence al colectivo de artistas urbanos, a juzgar por los datos que arroja el balance de un año de ordenanza: sólamente 12 murales "oficiales" se han pintado, mientras que 14 permanecen pendientes de aprobación y 8 han sido rechazados o borrados tras ser pintados fuera de la ley.

"Entiendo que para muchos muralistas se trata de una burocracia molesta, que no quieren tener que registrarse, esperar...", dice Isabel Rojas-Williams, historiadora del arte y principal impulsora de la ley. "Pero entonces ellos deberán entender que sus obras no perdurarán, que serán algo transitorio porque serán borradas por el ayuntamiento en cuestión de semanas".

Restaurar grafitis

Isabel Rojas-Williams trabaja desde hace tres años como directora ejecutiva de Mural Conservancy, una asociación que desde 1987 se ocupa de la restauración de los murales más antiguos e históricos de la ciudad, además de promover la información sobre este arte con charlas y visitas. "Como nueva que es, claro que tiene fallos, y estamos todos aprendiendo con ella", reconoce en referencia a la ley que ayudó a poner en marcha junto con el concejal del distrito 14, José Huizar.

La organización auspiciada por Nuke, UPPA (siglas en inglés de United Painters and Public Artists), también colaboró en la redacción de la ordenanza, que, según denuncia, se estaba preparando de espaldas al 80% de los muralistas de la ciudad. "Estoy de acuerdo en que se regule, pero creo que se ha llevado lejos de las manos de los propios artistas. Necesitamos estar más involucrados".

La naturaleza del grafiti es ilegal, “es algo intrínseco a este arte", considera Emmanuel Audelo, de la consultora sobre espacio público mexicana Habitajes y coordinador del último festival de grafiti de Los Ángeles Barrio Roots. "Una vez que un mural se pinta, ya no pertenece al artista: pertenece a la comunidad y es la comunidad, los vecinos, los que deben decidir si lo quieren o no. Muchas veces la ciudad se transforma y el mural desaparece. Por alguna razón, hay murales que dejan huella y la gente lucha por conservarlos, y otros que desaparecen".

Los orígenes de la ley seca

En 2002 el ayuntamiento de Los Ángeles, anegado de litigios y problemas con grandes compañías que defendían su derecho a utilizar murales con fines comerciales, decidió prohibir de un plumazo toda expresión artística en los muros de la ciudad. Isabel Rojas-Williams comenzó una campaña con el departamento de asuntos culturales del ayuntamiento para defender los derechos de los muralistas. Entendía que la prohibición atentaba directamente con la primera enmienda de la constitución de EEUU, aquella que garantiza la libertad de expresión, y que era injusto meter en el mismo paquete a anunciantes y artistas.

El pasado mes de julio un colorido mural del grupo musical Foster the People, que reproducía la portada de su álbum Supermodel fue borrado a pesar de las 12.000 firmas –además del propio alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti- pidieran clemencia. La oficina encargada de aprobar su registro rechazó la petición al entender que una cubierta de un disco era una promoción, además de considerar que el edificio donde se realizó estaba protegido como pieza histórica arquitectónica.

"El arte urbano está ligado a la historia de esta ciudad desde los años treinta", explica Rojas-Williams. "En esos años el presidente Roosevelt decidió ayudar a los artistas en plena depresión, con un sistema de comisión de murales". Los muros de Los Ángeles han servido como grandes lienzos donde los artistas han dado salida a su narrativa. Desde los murales del movimiento chicano de los setenta, en lugares como Estrada Courts (aquel desafiante Che que gritaba: "We are not a minority"), hasta el naif "Going to the olympics", de Frank Romero del 84.

Muchos de estos trabajos están desprotegidos y sufriendo un deterioro, algo a lo que también intenta dar respuesta la nueva ley con un sistema de "grandfathers" o padrinos, para evitar que los murales mueran.

Hay otras ciudades con este debate sobre la mesa. Berlín o Taiwán han optado por designar áreas y muros especiales en los que se permite pintar. En el resto de paredes de la ciudad la actividad está prohibida y perseguida. Estocolmo mantiene una política de tolerancia cero con penas de hasta un año de cárcel.

Audelo y Nuke coinciden en que la escena angelina está viviendo un resurgir en lo que a arte urbano se refiere, y que en eso está teniendo poco que ver la aprobación de la ley. "La ley ayudará de cierta forma, pero no se le pueden poner candados al arte callejero. Seguirán coexistiendo los dos ámbitos: el legal y el ilegal", augura Audelo.

El grafiti pierde libertad y gana burocracia: una década después, la ley seca que ha mantenido los muros de Los Ángeles limpios de grafitis ha terminado. Ahora ya son legales, siempre y cuando pasen por el infierno burocrático. Para pintar un muro privado se debe tener el permiso del dueño del edificio. Luego, pagar 60 dólares y el compromiso de no utilizar el mural para ningún fin comercial, ni promover odio, racismo o pornografía. Además, hay que avisar a los inquilinos con 14 días de antelación y rellenar un formulario de 10 páginas. Parece más complicado que conseguir un arma.

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