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Museo de Cera, alguien tenía que hacer el trabajo sucio
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recorrido por la galería de los horrores

Museo de Cera, alguien tenía que hacer el trabajo sucio

Desde que nuestro sistema político empezó a tambalearse los empleados del museo madrileño no dan abasto

Foto: Rajoy y los Reyes en el Museo de Cera. (Efe)
Rajoy y los Reyes en el Museo de Cera. (Efe)

Atención, pregunta: ¿recuerdan el barullo que se armó cuando el Museo de Cera purgó la figura de Urdangarin? Pues he aquí unaconclusión política: el día que los asuntos del Museo de Cera se convirtieron en asuntos de Estado quedó claro que el régimen del 78 estaba en caída libre. En efecto, los empleados del museono dan abastodesde que nuestro sistema político empezó a tambalearse: de retirar la figura del apestado de la Casa Real a presentar, hace unos días, la de la Princesa Leonor. La réplica de la pequeña heredera fuerecibida con risas y chanzas por los tuiteros por su aspecto extravagante. Es muy fácil criticar desde el móvil/sillón de casa,ahí va una crónica desde las entrañas del Museo de Cera. Sí, amigos, alguien tiene que hacer el trabajo sucio en este país.

Antes de entrar, un detalle geoespacial importante. Que el Museo de Cera esté en un semisótano de la Plaza de Colón no es metafóricamente inocente. Hablamos de una galería subterránea situada junto ainstituciones claves del Estado: de la sede del PP al Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional. Bajo la estructura del poder celtibérico anida, por tanto, una réplica de nuestra sociedad; es decir, una realidad paralela. “La historia en su escenario REAL”, se asegura desdela fachada del museo. ¿Significa esto que las clavesocultas de la crisis cañí se esconden en el Museo de Cera?Veamos.

Ir de enviado especial al Museo de Cera puede sonar a trabajo de guante blanco, pero a nivel de presión neuronal no tiene nada que envidiar a cubrir la guerra de Vietnam o un congreso californiano de fabricantes de LSD. Según avanzas por sus salas, pasas del horror al humor y del humor al horror en ráfagas cada vez más extremas. En el Museo de Cera, ay, no hay cuartel desde el minuto uno: es abrir la puerta y ser recibido por Aníbal Barca, Don Rodrigo y Viriato armados hasta los dientes. En una sala estrecha, atiborrada de figuras y en la que suena una alarmante música militar...

En el Museo de Cera, en efecto, no gana uno para sustos, y esto es algo más que un chiste: pese a que los tuiteros se ríen de las figuras que no se parecen a los originales, cuando uno deambula por aquí tiene una sensación de inquietante verosimilitud, de amenaza constante, de estar siendo observado por las figuras, como si pudieran abalanzarse sobre ti en cualquier momento. Esto se llama realismo, aunque sea en una extraña variante lisérgica, y va más allá de que los muñecos rememoren más o menos a los personajes reales.

Por si todo esto no fuera suficiente, el martillazo mental definitivo llega debido a la brutal concentración de épocas históricas en espacio reducido. Como un muro de Facebook en el que participaran al mismo tiempo todos los personajesrelevantes de la historia de la humanidad, en la misma salaencontramos reproducciones del Salvaje Oeste, de las guerras mundiales, de la historia del Vaticano, de los presidentes de EEUU, de los mundos del circo y del deporte español (y también dos huevos duros, cabría añadir). Si uno se detiene en un punto concreto del edificio, puede escuchar, por el oído izquierdo, un boletín informativo sobre la II Guerra Mundial y, por el derecho, a Freddie Mercury cantando We are the champions a grito pelado. En dos palabras: el delirio. La pedrada final. Cucú, ¿quién soy?

¿Las salas favoritas de este reportero? 1) La dedicada a los Austrias: dentro de una habitación minúscula te vesliteralmente rodeado por Carlos II, Mariana de Austria, Felipe IV, Felipe III, Felipe II, Felipe el Hermoso y Juana La Loca. Todos ellos con cara de pánfilos y pinta de poderarrancarse a darórdenes arbitrarias en cualquier momento. Terror pánfilo puro y duro. 2) La sala en la que vemos a un anciano Francisco Franco sentado en una silla y flanqueado por Juan Carlos I y Manuel Azaña (el político republicano aparece con cara de circunstancias y estrujando un sombrero con las manos...). 3) La sala en la que se mezclan Felipe, Letizia, Rajoy y los fusilamientos del II de Mayo (como si las actuales autoridades del país fueran incapaces de enviar otro mensaje a la ciudadanía que el “vamos a morir”).

Uno sale del Museo de Cera con una sensación muy parecida a la que tiene cada vez que ve a Jack Nicholson pasado de rosca en El resplandor. Ocuando el humor y el horror son la misma cosa.

Veredicto sin ironía ninguna: visitar el Museo de Cera debería ser obligatorio. Un museo de culto capaz de hacer las delicias de grandes y pequeños. Un túnel del tiempo lisérgico.

Y la traca final: todo eran risas en Twitter por la falta de parecido de las figuras del Museo de Cera… hasta que éstas echaron a andar, salieron al exterior y tomaron las principales instituciones del Estado. Moraleja: ¿estamos preparados para sustituir a unos muñecos por otros?

Atención, pregunta: ¿recuerdan el barullo que se armó cuando el Museo de Cera purgó la figura de Urdangarin? Pues he aquí unaconclusión política: el día que los asuntos del Museo de Cera se convirtieron en asuntos de Estado quedó claro que el régimen del 78 estaba en caída libre. En efecto, los empleados del museono dan abastodesde que nuestro sistema político empezó a tambalearse: de retirar la figura del apestado de la Casa Real a presentar, hace unos días, la de la Princesa Leonor. La réplica de la pequeña heredera fuerecibida con risas y chanzas por los tuiteros por su aspecto extravagante. Es muy fácil criticar desde el móvil/sillón de casa,ahí va una crónica desde las entrañas del Museo de Cera. Sí, amigos, alguien tiene que hacer el trabajo sucio en este país.