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La chica mala del arte se aburguesa
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Tracey Emin se apunta a clases de dibujo

La chica mala del arte se aburguesa

Los enfant terribles también se hacen mayores. No se les puede reprochar cumplir años pero, después de entregarle su juventud al arte más estridente, el que

Foto: Tracey Emin posa junto a uno de los desnudos expuestos en la galería White Cube, de Londres. (REUTERS)
Tracey Emin posa junto a uno de los desnudos expuestos en la galería White Cube, de Londres. (REUTERS)

Los enfant terribles también se hacen mayores. No se les puede reprochar cumplir años pero, después de entregarle su juventud al arte más estridente, el que produce titulares provocadores, crea colas en los museos, divide a los críticos, y enamora a galeristas y coleccionistas ávidos de pasar a la historia por visionarios y apostar por el próximo Picasso, después de todo eso, ¿se les puede reprochar que se refugien en el arte más tradicional?

La duda se plantea tras pasar una tarde en la galería White Cube de Londres, la misma que le dio su primera oportunidad a la polémica Tracey Emin (Inglaterra, 1963), cuando era una Young British Artist (YBA), hace ya 20 años. Ahora presenta 50 nuevas obras reunidas, hasta el 16 de noviembre, bajo el título The Last Great Adventure is You (La última gran aventura eres tú).

La frase puede llevar a engaño. Tracey Emin, una de las niñas malas de la generación de los YBA, siempre se ha mirado el obligo en sus trabajos. “Y aquí también lo hago. Cuando digo ‘tú’ en realidad quiero decir ‘yo’. Mi trabajo siempre es sobre mí misma”, explicaba sonriente a los periodistas el martes, durante la presentación de su primera individual en cinco años.

Sin embargo, ya no se trata de obras escandalosas como My bed, (1999) una reproducción de su cama deshecha con todos los extras alrededor, desde condones usados a bragas manchadas de sangre. En su momento aquella visión entre los finalistas al Turner Prize provocó sarpullidos. El mes pasado se vendió en una subasta por 2,2 millones de libras. El tiempo todo lo cura: es la medicina que transforma el escándalo en dinero.

Un cuerpo sin camas deshechas

La necesidad de Emin de hablar de ella de forma hiperbólica en su obra también se ha curado con el tiempo y ha pasado a un segundo plano y ahora su nueva gran aventura es una regresión al tradicionalismo artístico a través del desnudo clásico sin rostros. En todo caso, es en los títulos donde Emin parece retratarse mejor: Grasa buena, Nunca me dijiste adiós, Estar sola está bien

Acaba de cumplir 51 años y ella misma reconoce que superar la barrera de los cincuenta la ha marcado. Su cuerpo ya no está para camas deshechas ni tiendas de campaña con el nombre de sus amantes, amigos y fetos abortados cosidos sobre ella (Everyone I have ever slept with, 1995).

“Me he dado cuenta de que estoy sola, y voy a pasar el resto de mi vida sola, por elección y tengo que enfrentarme a ello. Además, mi cuerpo de 50 años ya no es el de 35 y ese peso que siento, unido a la soledad, me obliga a mirarme de otra manera”, confiesa.

Durante los últimos años se ha apuntado a clases de dibujo y de escultura y el resultado es esta exposición llena de dibujos en gouache azul, de pequeños óleos también de desnudos donde se intuyen parejas de amantes en pinceladas oscuras y otras veces cuerpos de mujer en solitario.

La muestra la completan un conjunto de obras en bronce, de pequeño formato, y en las que cuerpos rotos parecen agonizar o descansar. En realidad, nada que cualquier amante del arte no haya visto un millón de veces firmado por otros artistas, quizás bastante mejores que Emin en el arte del desnudo. Pero que una de las británicas más díscolas y cotizadas del arte contemporáneo regrese a la tradición es noticia. Es como si hubiera hecho el camino al revés: primero romper las normas y luego aprenderlas.

"Estoy aprendiendo"

Quizás las obras más interesantes de la muestra sean las de la serie de desnudos cosidos a mano por ella sobre telas de dos y tres metros, en blanco y negro, porque juegan con el volumen de una forma que el dibujo no puede. Sólo hay un óleo de gran formato. “Casi todo en esta muestra es pequeño, porque estoy aprendiendo. Para mí dibujar y pintar son técnicas nuevas y me va a llevar tiempo poder ampliar los tamaños pero sé que llegarán cuadros grandes”. De momento no se plantea nada solemne: “Quiero divertirme con las diferentes técnicas. Realmente he disfrutado preparando esta exposición”.

Siendo la más mediática de la generación de laYBA(durante cinco años, incluso, escribió una columna en el diarioThe Independentcontando sus intimidades) no ha podido evitar entrar en polémicas a través de la prensa de su país, que se ha volcado con esta exposición.

“Conozco grandes artistas con hijos. Son hombres”. La frase, recogida en la revistaReddurante una conversación, en la que la artista afirmó que ella no había tenido hijos porqueno habría sido capaz de compaginar el arte y la maternidad, ha provocado ampollas entre otras artistas comoMargaret Harrison, que la acusan de hacerle un flaco favor al avance del feminismo.

El tema, obviamente, se volvió a tocar durante la inauguración: “Sinceramente, creo que en cualquier carrera creativa la maternidad es imposible. No digo que no haya buenas artistas o escritoras que sean madres. Lo que digo es que es muy difícil concentrarse en este tipo de trabajo si tienes que estar pendiente de los niños. Es algo que cambiará con los años, cuando el papel del hombre en la sociedad cambie. Pero falta mucho. Yo no habría sido capaz de ser madre y artista. Habría sido una mala madre”, dijo.

Pero es que Emin fue más allá: “¿Hay alguna mujer artista equiparable a Picasso o Van Gogh?”. Alguien le contesta: “¿Louise Bourgeois, Barbara Hepworth?”. Y Emin contrataca: “Uf, no sé si habría querido ser hija de ninguna de las dos”.

Los enfant terribles también se hacen mayores. No se les puede reprochar cumplir años pero, después de entregarle su juventud al arte más estridente, el que produce titulares provocadores, crea colas en los museos, divide a los críticos, y enamora a galeristas y coleccionistas ávidos de pasar a la historia por visionarios y apostar por el próximo Picasso, después de todo eso, ¿se les puede reprochar que se refugien en el arte más tradicional?

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