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Chirbes: “El mismo Gobierno que crea el malestar a mis personajes ahora me premia”
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El escritor recibe el nacional de narrativa

Chirbes: “El mismo Gobierno que crea el malestar a mis personajes ahora me premia”

Y el Premio Nacional de Narrativa es para Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, Valencia, 1949), por la novela En la orilla (Anagrama), probablemente, uno de los

Foto: El autor valenciano Rafael Chirbes, premio Nacional de Narrativa por 'En la orilla'. (EFE)
El autor valenciano Rafael Chirbes, premio Nacional de Narrativa por 'En la orilla'. (EFE)

Y el Premio Nacional de Narrativa es para Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, Valencia, 1949), por la novela En la orilla (Anagrama), probablemente, uno de los libros más afortunados de los últimos años. Oportuno por la crítica a la podredumbre social y ética de un país desempleado y hundido. Oportuno, siempre, Chirbes por plantarse en la mesa de novedades con la actitud del aguafiestas. Porque alguien lo tenía que hacer al margen de los periódicos, en la orilla literaria. Porque es la culminación a un proyecto coherente cuyo capítulo anterior, Crematorio (2007), presentaba el origen de todos los males del desengaño democrático de este país: la corrupción política.

La novela, camino mañana de la imprenta para consumar la novena edición, recibe otro galardón que reconoce, como ya lo hizo el Premio de la Crítica, a la mejor novela publicada en 2013. Tiene una dotación de 20.000 euros y una renuncia muy sonada y reciente: Javier Marías lo rechazó hace dos años por su novela Los enamoramientos (Alfaguara). Chirbes, el escritor más corrosivo y ácido en la ficción y uno de los más educados en la realidad, aclara que aceptará el premio, porque de otra manera sería una falta de respeto a la ciudadanía y al jurado que se lo ha otorgado. “Somos gente modesta, no me puedo permitir altivez”, resume. “Ahora, si me lo entregan en mano llevaré un papelito escrito y leeré algunas cosas que quizás no les guste oír”, dijo a este periódico.

A la contra

El autor de La caída de Madrid explica que se encuentra alegre y confundido con el reconocimiento oficial, porque “es contradictorio”. “Para el libro es una segunda vida, pero para mí es contradictorio porque el mismo Gobierno que crea el malestar a mis personajes es el que ahora me premia por el libro en el que lo cuento”, cuenta con cuidado.

En su opinión es la novela que le ha sacado a la luz, más que Crematorio. “Es raro, porque es un libro tan antipático, tan arisco y tan esdrújulo que es sorprendente. Las novelas anteriores estaban escritas en un tiempo en el que no se apreciaba ese lodazal. La buena letra (1992), por ejemplo, apareció con los fastos de la EXPO, nadie estaba dispuesto a pensar en cómo revisábamos nuestra memoria reciente. Ha conectado con el público”, dice por teléfono.

Es decir, para Chirbes, el éxito del libro tiene más que ver con el tiempo en el que aparece. “El libro no tiene tanta culpa”, suelta, siempre irónico. “Ha encontrado un público favorable el que cree que hemos entrado en un punto de no retorno. Un público harto de la gran farsa. Sin tener una idea muy clara de lo que hacía, el libro ha encontrado un acuerdo con la gente”.

El jurado que ha fallado hoy el premio ha estado presidido por María Teresa Lizaranzu y formado, entre otros, por Carme Riera, José Luis Vicente Ferri, Julia Otxoa, Carmen del Riego, Angel Basanta, Javier Rodríguez Marcos y Javier Merino, ganador de la pasada edición.El jurado ha premiado esta obra por ser “una novela deextraordinaria construcción literaria, que tratando de la realidad actual, nose limita al realismo, mostrando una riqueza formal y recursos poéticosque lo trascienden”.

Y el Premio Nacional de Narrativa es para Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, Valencia, 1949), por la novela En la orilla (Anagrama), probablemente, uno de los libros más afortunados de los últimos años. Oportuno por la crítica a la podredumbre social y ética de un país desempleado y hundido. Oportuno, siempre, Chirbes por plantarse en la mesa de novedades con la actitud del aguafiestas. Porque alguien lo tenía que hacer al margen de los periódicos, en la orilla literaria. Porque es la culminación a un proyecto coherente cuyo capítulo anterior, Crematorio (2007), presentaba el origen de todos los males del desengaño democrático de este país: la corrupción política.

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