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Depero, el artista de hojalata
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extensa exposición retrospectiva del futurista

Depero, el artista de hojalata

Fortunato Depero fue futurista desde su fumar a sus chalecos y así permaneció hasta el mismo día de su muerte, cuando el Futurismo ya había fallecido

Foto: Depero en el camerino del Teatro Trianon de Milán, en 1924.
Depero en el camerino del Teatro Trianon de Milán, en 1924.

Fortunato Depero fue futurista desde su fumar a sus chalecos y así permaneció hasta el mismo día de su muerte, cuando el Futurismo llevaba extinto más de veinte años. Italianísimo, altanero, caníbal y provocador, el artista disfrutó de un talento múltiple y una obra indomable (aquí un muestra). Tan extraordinario como desconocido. Al multitalento de Depero (1892-1960) lo colaron, inexplicablemente, en la Cara B de los manuales y el canon de la historia del arte: pinturas, dibujos, escenografías, vestuario, anuncios, juguetes, tapices, esculturas, poesía visual… un conjunto infinito moto-rumorista, como él mismo lo llamó, porque, además de todo, tenía una habilidad mordaz para renombrar la realidad.

La Fundación Juan March ha concentrado ese fascinante ruido, tan loco y divertido, en una exposición que se inaugurará el próximo 10 de octubre y que supone, sin lugar a dudas, el gran descubrimiento de la temporada y una de las muestras más sensatas en estos días de éxito y taquilla. Es otra de las jugadas maestras de Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación y comisario de la exposición, que repite fórmula arriesgada como hizo con Vladimir Lébedev (1891-1967) y Aleksandr Deineka (1899-1969). Los tres artistas coinciden en generación, pero discrepan en todo lo demás.

Operación “rescate futurista” es un quiebro sorprendente a favor de la vanguardia de las vanguardias como actor secundario y papel protagonista para un incansable trabajador que hizo del arte anuncio y del anuncio arte, que se adelantó a Warhol y creó una factoría que trabajaba sin parar con marcas como Campari, al tiempo que ejecutaba la puesta en color del movimiento literario que Marinetti echó a rodar en 1909. Como explica Fontán, la exposición pretende ser un “pasaporte”, un “talismán”, un “portafortuna”, que “conceda a Depero más suerte que la que tuvo en vida y contribuya a su mayor conocimiento internacional”.

El Futurismo sale corriendo

Roma, 1914. Galería Sprovieri. Vasily Kandinsky, Aleksandr Arjípenko, Filippo Tommaso Marinetti, Francesco Cangiullo, Giacomo Balla, Arturo Martini, Enrico Prampolini, Gino Rossi, Mario Sironi y para completar el cartel más sonoro, Fortunato Depero. Todos juntos dispuestos a abolir lo que había sido, tratando de poner la Meta Volante del nuevo arte que glorificaba el dinamismo, la máquina, la velocidad, la guerra y, sí, el fascismo. Tan rápidos, que se pasaron de frenada.

El estilo mecánico de Depero se transforma en los años veinte en un estilo de acero, con pesadas criaturas de perfiles macizos y potentes, congeladas en tintes fríos y metálicos de colores nítidos y contrastados. El artista se centra en la exaltación volumétrica de protagonistas como muñecos mecánicos, con poderosas formas que celebran la unión entre el futurismo y el fascismo, en nombre del progreso y la modernidad.

El historiador Giovanni Lista explica que el futurismo para Depero es la expresión del genio revolucionario que conducirá al esplendor de la nueva Italia, “trazando el camino de un arte renovado, dotado de un estilo nuevo, el estilo de acero, con el que supera todos los estilos del pasado”. Es el momento de la aeropintura, cuadros y carteles poblados de aviones con los que Mussolini divulga y arraiga el mito de la modernización del país a marchas forzadas y la expansión imperialista.

Nueva York, 1929. Depero está a punto de subirse de un salto a una mesa, pedir atención y declamar un poema “entendible en toda lengua”. Va a brindar a la manera abstracta, en honor de la anfitriona Mrs. Jacobson y de todos los presentes, estadounidenses, con los que es incapaz de entenderse porque no habla ni papa de inglés. Empieza a declamar como si se tratara de un coro de campanas tocando a fiesta: “BIIM BOOM BAAAM / yaa coob soon / BUMM BOOM BAAMM / yaa coob soon / yaa coobisueño BOOM BOMM / yaa-cob-son din don dan…”

En esos años entiende que el cine es la “pintura dinámica”, que “ha contribuido enormemente a velocizar nuestra impresionabilidad”, escribe. “El pintor moderno, sin duda, ha encontrado en el cinematógrafo el rápido desarrollo del propio espíritu de observación y es por tanto incapaz de fijar su atención gráfica durante horas sobre una imagen única y estática, de modo que debemos considerar el cinematógrafo como el verdadero maestro sugeridor del dinamismo pictórico que hoy impera en todo el arte mundial”.

Llevar el arte a la vida

Fontán explica que Fortunato fue más bien infortunado debido a la visión “pinturocéntrica”, que elimina todo lo que sea artes aplicadas y diseño. Depero fue un maestro del diseño, la decoración, la escenografía, la propaganda política y la publicidad comercial –las artes presentes en la vida- y pagó por ello con el olvido. “Fue una fuente de energía artística y vital en permanente evolución, desde la abstracción a un futurismo engrasado en la estética de la máquina y en un cierto realismo mágico, y su obra constituye una verdadera brújula”, añade el comisario.

También tiene un manifiesto sobre esto. Depero escribió sobre el arte publicitario futurista, a mayor gloria de los productos, los aviones sobre las metrópolis, las fábricas produciendo coches son parar. Es el final de la naturaleza triunfante en bodegones y estampas. “El arte del futuro será poderosamente publicitario”, reconoce con ironía al referirse a todo el arte del pasado, que también se acuñó con fines publicitarios.

“El arte debe avanzar de la mano de la industria, la ciencia, la política y la moda del tiempo, glorificándolos”. “El arte publicitario es un arte coloreado, obligado a la síntesis, arte vivo multiplicado y no aislado y sepultado en los museos, arte libre de todo freno académico, arte festivo, jactancioso, hilarante, optimista”. “El arte publicitario es inevitablemente necesario, arte inevitablemente moderno, audaz y vívido”.

El artista de hojalata que animó autómatas sólidos y les hizo bailar, trabajar, leer, vivir en paisajes idílicos, también liberó a las palabras, con onomatopeyas y ruidos, saltó a los escenarios al grito de “¡Látigo o dinamita!” y anunciaba que el futuro había llegado y nadie podría escapar a su interconexión y velocidad. Tan rápido como un ácido incrustado en el cerebro, tan incontrolable como una droga.

Fortunato Depero fue futurista desde su fumar a sus chalecos y así permaneció hasta el mismo día de su muerte, cuando el Futurismo llevaba extinto más de veinte años. Italianísimo, altanero, caníbal y provocador, el artista disfrutó de un talento múltiple y una obra indomable (aquí un muestra). Tan extraordinario como desconocido. Al multitalento de Depero (1892-1960) lo colaron, inexplicablemente, en la Cara B de los manuales y el canon de la historia del arte: pinturas, dibujos, escenografías, vestuario, anuncios, juguetes, tapices, esculturas, poesía visual… un conjunto infinito moto-rumorista, como él mismo lo llamó, porque, además de todo, tenía una habilidad mordaz para renombrar la realidad.

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