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Aleix Saló: “A la izquierda le falta sentido del humor para reírse de sí misma”
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retrato de la generación burbuja de los ochenta

Aleix Saló: “A la izquierda le falta sentido del humor para reírse de sí misma”

Aleix Saló (Ripollet, 1983) da un paso atrás en la meteórica carrera que inauguró en internet hace tres años, cuando tocó el cielo de los millones

Foto: Aleix Saló, autor de 'Hijos de los 80' y 'Simiocracia' (EFE)
Aleix Saló, autor de 'Hijos de los 80' y 'Simiocracia' (EFE)

Aleix Saló (Ripollet, 1983) da un paso atrás en la meteórica carrera que inauguró en internet hace tres años, cuando tocó el cielo de los millones de visitas con un cortometraje de animación sobre ese país que acababa de nacer: Españistán.

Pronto se convirtió en libro y en uno de los productos estrella de aquella temporada. Además, demostró que era un autor capaz de colocar en el mercado un producto al año: Simiocracia: crónica de la gran resaca económica y Europesadilla: alguien se ha comido a la clase media. Y, ahora, Hijos de los 80. La generación burbuja (DeBolsillo), su primer trabajo, de 2009, que no había sido traducido al castellano todavía. Anuncia que para el año que viene tendrá lista una revisión ácida de ese asunto abstracto llamado Europa.

A la vista de las cuatro publicaciones ya tenemos la radiografía completa de Saló: sencillo, directo, sarcástico, crítico, cínico, amable y mala uva. No es una contradicción en términos, es que utiliza una gráfica cordial para cornear. “¡¿Hay algún médico en la sala?!”. “Médicos no, pero si quieres un diseñador gráfico con conocimientos de Photoshop aquí habrá unos seiscientos”. Diálogo captado en el Sónar, ante una nutrida representación de jóvenes que se preguntan qué ha pasado para que su título universitario se haya convertido en papel para limpiarse ahí.

El país que no será

Encontrarse ahora con el primero de la serie confirma que la actitud del autor cuando se despertó ya estaba ahí. Quiso retratar el pánico de veinteañeros ante un mundo que los había traicionado. La realidad no tenía nada que ver a como se la habían dibujado. “Fuimos la generación más consentida y mimada dentro de la casa, pero al otro lado de la puerta el mundo era hostil”. Por esos sus personajes se muestran inseguros y débiles, porque en realidad no retrata una generación, sino un país. Dos años después entregaría un nuevo capítulo del desahucio de los sueños de ese país. Españistán.

“Este es un libro político”, asegura a este periódico. Pero también lo define como un libro que pretende ser de piscina y de bolso, por menos de nueve euros. Como un derrumbe de cargas controladas: primero la educación, luego el consumismo, las drogas también, vivienda, mundo laboral… hasta diagnosticar el problema. No ofrezco soluciones. Sólo soy un cronista, como Josep Pla o Gaziel”.

El dibujante asume que su obra, pequeña, de bolsillo, barata, audaz, no pone en peligro nada, porque “vivimos en un capitalismo que absorbe y permite las píldoras antisistema”. La palabra prohibida y no se ha caído nada. La terraza del hotel se mantiene tan serena como antes de ella. “El político español tiene prohibido el humor y el humor lo asocian a la inteligencia. Esa seriedad es un defecto de la izquierda, porque ha sido muy moralizante. A la izquierda le falta sentido del humor para reírse de sí misma”, suelta.

Antes ha aclarado que la generación de la Transición se toma demasiado en serio a sí misma y eso le convierte “en rígida, hermética a la crítica y moralizante”. La suya, en cambio, dice que es mucho más crítica con sus propios protagonistas. “A la izquierda nos falta mucha autocrítica”. ¿Y a su libro le sobra cinismo? “Bueno, el cinismo es la posición más cómoda porque estás por encima de lo que criticas, por eso no me considero referente de nada”, buena cintura.

Podemos con la esperanza

También reniega de la esperanza, porque “es ingenua”. Todo se ha vuelto escéptico para la generación incrédula. “La independencia de Cataluña y Podemos ilusiona a la gente, pero con escepticismo”, a pesar de que se declara seguidor de aquellos proyectos que prometen y generan interés. “No tengo esperanza en nada. La esperanza me suena a misa”. No es tan despechado como estas comillas le acaban de dibujar.

Háblenos más de esta generación suya, los nacidos en los ochenta. Los de la burbuja que explotó. “El libro también es una sátira de la obcecación de mi generación por la nostalgia. Después de la caída sólo hemos encontrado consuelo en el pasado, como el lugar ideal. Después de la destrucción de expectativas miramos hacia atrás”. ¿Hasta dónde? “A la infancia”. ¿Y más allá, la nostalgia es memoria?

“Somos una generación que recicla el pasado”. ¿Y queolvida? “¿El qué?”. El pasado más crudo, una guerra civil, una dictadura... “Es que no es novedoso”. Es difícil recordar a alguienque se haya reído de la guerra civil. “¿Y Balada triste de trompeta?”. Ejem. “Ostras, los trotskistas pegándose de leches con los socialistas en Barcelona. Un chiste sobre eso, ahí hay chicha. Es sorprendente el tabú que hay enla guerra… Quien lo intente será criticado por frivolizar”.

Aleix Saló (Ripollet, 1983) da un paso atrás en la meteórica carrera que inauguró en internet hace tres años, cuando tocó el cielo de los millones de visitas con un cortometraje de animación sobre ese país que acababa de nacer: Españistán.

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