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El Jesucristo de Pasolini se afilia a Podemos

Medio siglo después del estreno de 'El evangelio según San Mateo', el actor Enrique Irazoqui rememora su actuación y su evolución política

Foto: Enrique Irazoqui en 'El Evangelio según San Mateo'
Enrique Irazoqui en 'El Evangelio según San Mateo'

El Evangelio según San Mateo, película de Pier Paolo Pasolini estrenada hace ahora medio siglo, fue calificada hace unos días como "una de las más bellas jamás rodada sobre la vida de Jesús", según el director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian. Una afirmación que parece irritar a Enrique Irazoqui (1944), aquel joven barcelonés que encarnó al Cristo de Pasolini cuando tenía 19 años. Esechico se ha hecho ahora mayor, pero guarda la rebeldía de antaño:"Hay un movimiento nuevo que me gusta porque da pánico a todos los demás:Podemos. Me acabo de hacer miembro", dice.

"Lo primero que quiero decir es que el título original es El Evangelio según Mateo, no 'San Mateo', como figura en la traducción al español", cuenta a El Confidencial en una declaración de intenciones que hace justicia a uno de los Cristos cinematográficos más rebeldes.

Irazoqui, de setenta años y residente en Cadaqués, asegura que siempre le hacen el mismo tipo de preguntas sobre el filme: "¿Interpretar a Cristo fue una revelación para ti?" o "¿Cómo crees que sería Cristo si existiera en la actualidad?". A la primera suele responder con una carcajada. A la segunda le añade pimienta política: "Estoy seguro de que, si Cristo volviera hoy, lo primero que haría sería echar a todo el Vaticano fuera del templo. Parte del filme trataba sobre esto: rodé una escena en la que tenía que echar a los mercaderes del templo", rememora.

Irazoqui se remite a los recuerdos remotos del rodaje porque "no se soporta en la pantalla" y nunca ha visto las pocas películas en las que ha colaborado, de las que valora las experiencias vividas y las relaciones personales que entabló.

placeholder Ninetto Davoli (Izda.) junto a Enrique Irazoqui (Dcha.) en Valencia en 2011 (EFE)

Tras conocer a algunas de las personalidades más importantes de la época, como Giorgio La Pira, Pietro Nenni, Vasco Pratolini, Giorgio Bassani o Alberto Moravia, el penúltimo día de viaje le presentaron a un joven poeta y cineasta en ciernes desconocido para él: Pier Paolo Pasolini.

El director italiano le recibió en su casa y escuchó atentamente a Irazoqui, pero de un modo un tanto extraño: "Mientras le hablaba, daba vueltas en círculos alrededor mío". Pasolini aceptó ir a Barcelona para apoyar su causa, pero a cambio el joven español debía hacerle un favor: ¡actuar en su nueva película! El director llevaba dos años buscando al protagonista de su nuevo proyecto, la adaptación al cine del Evangelio de San Mateo.

Para el papel de Cristo, Pasolini había pensado en diferentes poetas y escritores, como los americanos Jack Kerouac y Allen Ginsberg, el soviético Yevgeny Yevtushenko o incluso su amigo español Juan Goytisolo. Sin embargo, el cineasta tuvo un flechazo al ver a Irazoqui, llamó por teléfono al actor Ninetto Davoli y le gritó: "He encontrado a Jesús. He encontrado a Jesús".

Pero Irazoqui, que nunca había actuado, no veía claro debutar en la gran pantalla... interpretando a Jesucristo. "Contesté con un no rotundo. En primer lugar, porque el cine nunca me había interesado. En segundo, porque yo era militante marxista y en mi cabeza Cristo representaba a la Iglesia, una de las armas ideológicas del franquismo".

A Pasolini le encantaron sus motivos. Buscaba a un personaje combativo: "Me explicó que quería hacer una película épico-lírica. La épica consistía en devolver el Cristo al pueblo, después de haber sido arrebatado desde hacía muchos siglos por la Iglesia y el poder político", pero Irazoqui seguía sin verlo claro.

Irazoqui cedió finalmente ante la presión de su "Judas personal", el ‘camarada’ italiano que le había guiado en su viaje, que le recriminó su actitud: el dinero que obtuviese con la película podría utilizarlo para financiar al Partido Comunista.

"Imagínate lo que sería para un chaval de 19 años, que venía de una España gris, triste y homogénea, encontrarse de repente en Roma con fajos y fajos de billetes en el bolsillo y con aquella gente maravillosa", recuerda sobre los inicios del rodaje.

La rutina era placentera: después de comer, jugaban al futbol, y después de cenar, al ajedrez, especialidad de Irazoqui: "Pasolini nunca quiso jugar conmigo, porque tenía muy mal perder. Pero al fútbol sí, porque era muy bueno", recuerda.

Cuando acabó el rodaje, el director le ofreció rodar otra película en Kenia: El padre salvaje. "Me dijo que o la hacía conmigo o no la hacía, y cumplió su promesa". Los productores, por su parte, le ofrecieron un contrato para rodar seis filmes en tres años, pero Irazoqui decidió volver a Barcelona a acabar la carrera de Económicas y continuar su lucha política.

En su expediente figuró que había colaborado en una película de "propaganda comunista", una traba que le condicionó durante un tiempo. "Aunque la película se presentó en el Concilio Vaticano II en 1964, para España era propaganda comunista", comenta el actor.

Las necesidades económicas le hicieron volver al cine en 1966 de la mano de la Escuela de Barcelona. "Me vinieron a buscar unos jóvenes cineastas catalanes y acepté por dinero". La colaboración se plasmó en dos filmes –Noche de vino tinto, de José María Nunes, y Dante no es únicamente severo, de Joaquín Jordá y Jacinto Esteva–, pero los días de Irazoqui en el cine estaban contados.

Tras dejar la universidad, se puso a trabajar en una empresa, pero la economía no era lo suyo: "Fue una pesadilla que combatí leyendo a Kafka y a los surrealistas todas las noches. Lo acabé dejando".

Irazoqui viajó a EEUU a estudiar Literatura Española, materia de la que luego se haría profesor. Allí potenció su vocación de ajedrecista. Cansado de no encontrar rivales con quien jugar en el campus universitario, vio en una revista un ordenador que jugaba al ajedrez, y lo compró.

Su pasión por el ajedrez venía de lejos, de los veranos en Cadaqués, en el Bar Meliton, donde conoció a Marcel Duchamp y a John Cage. Duchamp había llegado a ser el tercer mejor ajedrecista joven de Francia, pero con la edad había perdido habilidades, y el "Cristo de Pasolini" (como conocían a Irazoqui en Cadaqués) solía ganarle las partidas. "En el verano del 1968 su mujer Teeny me pidió que dejara de jugar con él, porque los días que lo hacíamos no podía dormir por las noches". Marcel Duchamp moriría unos meses después.

"John Cage es el jugador de ajedrez más abominable con el que me he encontrado nunca. Era un encanto de persona y se reía todo el rato. No tenía ni idea de jugar,pero estar allí sentado con él era encantador", recuerda.

placeholder Fotograma del documental 'Jeu d'échecs avec Marcel Duchamp' (Ubu web)

Tampoco le gusta la evolución política del mundo desde los años sesenta. "Ha dejado de ser posible el progreso; ahora todo es mercado, mercado y mercado", denuncia, lo que no significa que haya optado por la parálisis política: "Hay un movimiento nuevo que me gusta porque da pánico a todos los demás: Podemos. Me acabo de hacer miembro. Lo que más me gusta de ellos es que hablan bien, con sentido común, dicen más o menos lo que pienso ahora, y dan miedo a los poderes fácticos", afirma.

Fiel a su leyenda de rebelde, Irazoqui zanja la cuestión sobre el futuro político español citando a su amigo Pasolini: "Si algún día el Partido Comunista llega al poder, al día siguiente tendríamos que estar en la oposición".

El Evangelio según San Mateo, película de Pier Paolo Pasolini estrenada hace ahora medio siglo, fue calificada hace unos días como "una de las más bellas jamás rodada sobre la vida de Jesús", según el director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian. Una afirmación que parece irritar a Enrique Irazoqui (1944), aquel joven barcelonés que encarnó al Cristo de Pasolini cuando tenía 19 años. Esechico se ha hecho ahora mayor, pero guarda la rebeldía de antaño:"Hay un movimiento nuevo que me gusta porque da pánico a todos los demás:Podemos. Me acabo de hacer miembro", dice.

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