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Una visita con robot por el museo cerrado
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la tate abre por la noche a control remoto

Una visita con robot por el museo cerrado

Entrar en un museo por la noche y recorrer las salas cerradas y oscuras, conduciendo un robot desde tu casa, a miles de kilómetros, parece un viaje prohibido

Foto: Un momento de la retransmisión, con las cuatro cámaras de los robots. (E.R.)
Un momento de la retransmisión, con las cuatro cámaras de los robots. (E.R.)

Entrar en un museo por la noche y recorrer las salas cerradas y oscuras, conduciendo un robot desde tu casa, a miles de kilómetros, con los comandos del teclado de tu ordenador, un sábado por la noche mientras te tomas una cerveza en bañador, es una experiencia única. Sobre todo, por lo que tiene de viaje prohibido. Una gansada brillante con chismes hechos con tecnología aeronáutica para difundir los valores de la pinacoteca hasta cuando está durmiendo.

En la TATE Britain han organizado After Dark, cinco días de visitas de once de la noche a cuatro de la madrugada por las salas en silencio y vacías, con cuatro robots que retransmiten en directo lo que se van encontrando entre la penumbra, durante el pilotaje de un usuario desde cualquier parte del mundo. Esta noche hemos paseado con Tanya de Ucrania, Rachel del Reino Unido, Patrick desde Australia, Nat de Brasil, y Taiwán, Turquía, Irlanda, Panamá, EEUU, Polonia, Serbia…

Efectivamente, no todos hemos nacido paramanejar inteligencia artificial control remoto.Cada pocos minutos, los robots seleccionan nuevos operadores para que los conduzcan por las galerías. No hay peligro de choque porque llevan sensores que impiden que te acerques tanto a una obra como para hacer del juego una tragedia.

“Los robots saben cómo navegar por las galerías: fueron diseñados y desarrollados específicamente para la tarea”, apuntan desde la web de la curiosa convocatoria. Giran, se mueven hacia adelante, miran arriba y abajo, tienen la cabeza con forma de reproductor de DVD con dos faros y han sido creados por la agencia aeroespacial del Reino Unido, así que la seguridad está garantizada.

Avisamos para los que quieran probar esta noche (la última) a jugar con el cacharro: a nosotros no se nos ha aparecidoBen Stiller, vestido de vigilante de seguridad nocturno del museo, ni los miles de personajes que abandonan sus puestos cuando no les vemos. De hecho, la experiencia es mucho más inquietante que lúdica, porque simula la visión deun ladrón que ha burlado los controles de seguridady va a dar el golpe del siglo o el de uncazafantasmastras la pista de un espíritu travieso entre las pinturas de los maestros clásicos.

La TATE acompaña el paseo por cinco siglos de arte con los comentarios de los guías expertos, Grace Adam, artista y profesor; Kate Tiernan, artista, productor y educador; Frank Wasser, artista y educador; y Josué Blanco, educador y crítico. Repiten que la iniciativa tiene por objetivo hacer la institución más participativa, otra cosa es que se aprenda algo, porque las cartelas quedan ilegibles para estos cortocircuitos que se giran a trompicones.

Por ahí aparece Degas, Bacon, también suelen pararse un buen rato ante la Ofelia de John Everett Millais, mucho más lúgubre si cabe gracias a la oscuridad. Lo más curioso es comprobar cómo el museo se transforma y las vitrinas con esculturas, por ejemplo, se convierten en seres atrapados que proyectan sombras gigantes sobre la pared más cercana. Las paredes abarrotadas de cuadros que cuelgan unos encima de otros (los ingleses exponen con un gusto muy diferente al español), los marcos brillando al recibir el foco, los cristales que cubren algunas pinturas y que el reflejo las hace invisibles...

La ocurrencia parte de los galardones del Premio IK (en memoria de Irene Kreitman, filántropo de las artes), que celebra el talento creativo en la industria digital. El galardón es presentado por la TATE, que busca una idea de una empresa o un particular que sea capaz de utilizar el poder de la tecnología digital a favor de la colección del museo para llegar a un público más amplio. The Workers, un estudio de diseño de productos digitales, han sido los premiados en la primera edición del IK porque, entre otras cualidades, “encarna la emoción de un viaje prohibido, en la oscuridad, por una de las mayores colecciones de arte del mundo”.

Es inevitable que en la clandestinidad de la escena uno se vea revisando con linterna un enorme álbum ilustrado del palacio abandonado de una familia de rancio abolengo. Al menos dos de los robots visitan las estancias del arte contemporáneo y los otros, maestros clásicos y modernos. Normalmente el museo cierra a las seis, así que pocos privilegiados pasan por sus salas una vez echado el cierre, así que este pase debemos tomarlo como una experiencia ingeniosa para no ver demasiado, pero moverte en un robot. El robot que te cuela en un museo cerrado tiene alguna desventaja: no puedes tomar un café o pasar por la tienda para comprar una postal o una taza.

Entrar en un museo por la noche y recorrer las salas cerradas y oscuras, conduciendo un robot desde tu casa, a miles de kilómetros, con los comandos del teclado de tu ordenador, un sábado por la noche mientras te tomas una cerveza en bañador, es una experiencia única. Sobre todo, por lo que tiene de viaje prohibido. Una gansada brillante con chismes hechos con tecnología aeronáutica para difundir los valores de la pinacoteca hasta cuando está durmiendo.

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