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La historia del activismo cabe en una cacerola
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exposición sobre la revoución social en londres

La historia del activismo cabe en una cacerola

El Museo Victoria & Albert de Londres, alberga la exposición 'Objetos desobedientes'. Un repaso a los movimientos de revolución social alrededor del mundo

Foto: Manifestación en Barcelona, parte de la muestra de la exposición 'Objetos desobedientes' (V&A)
Manifestación en Barcelona, parte de la muestra de la exposición 'Objetos desobedientes' (V&A)

Objetos desobedientes. Hacía tiempo que un comisario no titulaba de forma tan lúcida una exposición tan inusual como acertada en el tiempo. ¿Cómo llamar si no a todos esos objetos que a lo largo de los últimos cuarenta años han contribuido a propagar mensajes de justicia, a reivindicar derechos ciudadanos, a hacer ruido ante los abusos del poder o a poner una sonrisa en medio del gris que a menudo oscurece la realidad de millones de personas que simplemente aspiran con sus reivindicaciones a conseguir una vida más digna?

Es una exposición pequeña, concentrada en apenas una sala del gigantesco Victoria & Albert Museum de Londres, dedicado al arte y al diseño, pero su interior es denso, emocionante, esperanzador aunque también doloroso. Un puñado de objetos “diseñados desde abajo, con el poder de la imaginación para tratar de cambiar el mundo” según explica la comisaria Catherine Flood y perfectamente contextualizados. Desde una cacerola abollada que se utilizó en Argentina para protestar contra “el corralito” en 2001 (las caceroladas acabaron con cuatro presidentes en tres semanas) al humor surrealista de ‘la alternativa naranja’, gorros de enano de color naranja utilizados en Polonia para protestar contra el gobierno comunista en 1988 (que acabó cayendo).

Son objetos que por un lado nos cuentan la historia de los movimientos sociales de los últimos cuarenta años y por otro también hablan de verdades incómodas, desestabilizadoras, porque son objetos que en su mayoría siguen vivos, no han ido a morir al museo como a menudo ocurre con lo que se muestra en esas instituciones. Por una vez el museo sirve de altavoz para el mensaje que muchos de esos objetos siguen expresando en pleno 2014.

Es inevitable sentir un zarpazo en el corazón cuando se descubre en una vitrina una honda de cuero hecha con la suela de un zapato y un cordón junto a la foto de un niño palestino lanzando con ella una piedra contra un soldado israelí durante la segunda Intifada en Cisjordania en 2000. Catorce años más tarde esas hondas siguen siendo el símbolo doloroso de la resiliencia de un pueblo cuyos niños han muerto por cientos en los últimos días quizás escondiendo hondas como ésa en sus bolsillos.

El recorrido, con sus objetos-testimonio de reivindicaciones a las que no se intenta medir sólo en términos de éxito y de fracaso, abarca todo el planeta y el activismo español tiene mucha presencia. Ahí está, en un lugar prominente, el mapa de la Puerta del Sol de Madrid dibujado por los indignados para que los recién llegados supieran como moverse por aquella plaza tomada durante el 15M. También están las fotografías de españoles desahuciados y que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca imprimió en postales con el logo del banco que los desahució para que la gente se las enviara con sus mensajes a los diputados españoles.

Hoy los indignados y los jóvenes que se organizaron en España sobre las brasas del 15M son considerados por el gobierno y los medios de comunicación ‘movimientos antisistema’ pero es muy posible que el tiempo cambie esa percepción. Como explica la comisaria de la muestra, “hoy miramos hacia el movimiento de las sufragistas y las tazas de té que utilizaron durante sus protestas con una sonrisa pero hace cien años el gobierno las consideraba terroristas y muchas murieron peleando por una causa que hoy sólo se concibe como justa y necesaria”. Esa taza ‘sufragista’, exhibida en una vitrina a la entrada, es el único elemento que no se corresponde con la cronología de la muestra pero es probablemente el símbolo más eficaz para demostrar cómo la percepción de este tipo de objetos (y reivindicaciones) se transforma con el tiempo.

La prensa y sobre todo la fuerte influencia estadounidense en nuestra cultura nos ha inculcado que la década de los sesenta fue la década revolucionaria por antonomasia pero basta con mirar el mapa digital de visualización de datos que se muestra en esta exposición para darse cuenta de que durante la última década y coincidiendo con la crisis económica internacional, los movimientos sociales han explotado en todo el mundo con mucho más vigor que en los sesenta.

Desde Hong-Kong, donde en 2005 los campesinos se vestían con sacos de arroz a las puertas del WTO para protestar por la manipulación de los precios del grano hasta Londres, donde en 2011 miles de jóvenes salieron a la calle para protestar contra la triplicación del precio de las tasas universitarias o Turquía en 2013, donde se hacían máscaras anti-gas manuales (en la muestra hay instrucciones para construirlas) o Grecia, donde se luchaba contra el gas que lanzaba la policía en las manifestaciones anti-austeridad con una mezcla de Primperan y agua que dejaba a los activistas ‘marcados’.

Y en ese contexto mundial donde ciudadanos de todos los países parecen haber perdido toda fe y respeto por sus políticos, brillan también objetos rebeldes cargados de ironía. Del llamado Institute of Applied Autonomy,dedicado al desarrollo de tecnologías que mejoren la vida de los activistas hay un robot para escribir y dibujar graffiti que funciona por control remoto. También hay escudos de goma espuma contra la policía con portadas de libros dibujadas sobre ellos que se utilizaron en las protestas recientes contra el cierre de bibliotecas públicas en Nueva York y cuya batalla acabó en triunfo para los activistas. Hay un video que cuenta como la Organización por la Liberación de Barbie le cambió las tripas a cientos de barbies habladoras que decían ‘Vámonos de compras’ y se las puso a soldados de juguete cuya voz de hombre diciendo ‘Dispara’ aparecía de repente en los labios de Barbie. Fue una acción en protesta por el sexismo en los juguetes que pilló por sorpresa a cientos de niños y padres.

Los objetos desobedientes sirven para pensar y reflexionar sobre nuestra historia reciente con la ayuda también del sonido de un documental (que se proyecta al fondo) que llena la sala con voces de activistas y gritos de manifestaciones múltiples o incluso con música: una vez más parece que España sirve de referente activista con un video hecho por el colectivo Enmedio.info en el que un grupo de gente entra en un banco y celebra el cierre de una cuenta de Bankia.

El único ‘pero’ a la muestra es que sus organizadores no se hayan resistido a la tentación de convertir algunos de los objetos en merchandising. Por suerte se han contenido: se venden sólo postales a 75 centavos y un póster a cinco libras. Pero después de ofrecer semejante despliegue de historia y concienciación social, hubiera sido coherente evitarlo.

Objetos desobedientes. Hacía tiempo que un comisario no titulaba de forma tan lúcida una exposición tan inusual como acertada en el tiempo. ¿Cómo llamar si no a todos esos objetos que a lo largo de los últimos cuarenta años han contribuido a propagar mensajes de justicia, a reivindicar derechos ciudadanos, a hacer ruido ante los abusos del poder o a poner una sonrisa en medio del gris que a menudo oscurece la realidad de millones de personas que simplemente aspiran con sus reivindicaciones a conseguir una vida más digna?

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