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Prohibido llorar sin Antony delante
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presenta el espectáculo 'Swanlights' EN EL TEATRO REAL

Prohibido llorar sin Antony delante

Es difícil imaginar un teatro más abarrotado de empalagosa complacencia como el que saturó anoche el Real, mientras Antony interpretaba 17 canciones

Foto: Antony Hegarty durante el concierto de anoche. (Javier del Real / Teatro Real)
Antony Hegarty durante el concierto de anoche. (Javier del Real / Teatro Real)

Es difícil imaginarse un teatro más abarrotado de empalagosa complacencia como el que saturó anoche el Real, mientras Antony Hegarty interpretaba los 17 temas de sus cuatro discos que componen el espectáculo Swanlights, encargo del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York.

Sobre un escenario limpio que recreaba un lugar abstracto y cambiante, con los elementos colgantes en cubos de formas minerales gigantes, el cantante aparece como un acompañante de los efectos pirotécnicos de las luces. No a la inversa. Aunque hay (escasos) momentos en los que la humildad de la propuesta escenográfica casa con la intimidad de la musical, lo cierto es que el montaje es de una extravagancia rociera que poco tiene que ver con la sofisticación que le presume la publicidad de sus giras.

Hegarty es un dechado de perfección infalible, le acompañaba la orquesta de la institución madrileña y el teatro es un guante para la propuesta. El envoltorio es perfecto, tanto que no llega a abrirlo para enseñar el corazón de lo que está hecho. Es difícil creer que la sinfonía melancólica de violines tratando de rasgar las entrañas del respetable, mientras el protagonista canta que es tan, tan feliz, no sea capaz de superar el embrujo de la parafernalia lumínica que le acompaña. Y ocurre.

Uno de los pocos momentos que trascienden lo espectacular es la interpretación del éxito de Beyonce, Crazy in Love. Entonces, la obsesiva investigación de los efectos lumínicos se concentran en unos pocos haces láser que salen disparados hacia el público y dejan de jugar y parpadear por el escenario. Antony sigue en la oscuridad. Es la penumbra en la claridad.

Está ahí plantado, apenas se agacha, coge la botella de agua, pega un trago y sigue. Su cuerpo ha desaparecido bajo esa túnica blanca, que recoge el tono del resto del escenario y le convierten en el mesías salvador de almas arañadas. Es un Jesucristo Superstar especial, galáctico, de la Marvel. Habrá quien se acuerde incluso de la Caballé.

Antony quiere hacerse invisible y, de hecho, tras un prólogo de danza, las dos primeras canciones suenan a telón echado. Más avanzado el concierto se atreve a dejar en silencio al público durante un par de minutos. Pero lo más preocupante es que no apareció el do de pecho ni con el regalo (“Just one”, advirtió) que brindó al patio de butacas, la mítica You Are My Sister. Debía estar ahorrando fuerzas para las tres jornadas que le restan en la ópera y que estarán con el cartel de “No hay entradas”, con fieles buscando la mínima ocasión para soltar lagrimita y en el Teatro Real.

Es difícil imaginarse un teatro más abarrotado de empalagosa complacencia como el que saturó anoche el Real, mientras Antony Hegarty interpretaba los 17 temas de sus cuatro discos que componen el espectáculo Swanlights, encargo del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York.