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David Cameo: "Es absurdo mantenerse fiel a la bollería industrial"
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antes fue pablo Tusset, ahora ha creado otro escritor

David Cameo: "Es absurdo mantenerse fiel a la bollería industrial"

Trece años después, Pablo Tusset se convierte en David Cameo y ejecuta el mayor acto de rebeldía contra el marketing editorial: destruir una marca consolidada en

Foto: David Cameo, antes Pablo Tusset, publica la fábula para adultos 'Franz y Greta'.
David Cameo, antes Pablo Tusset, publica la fábula para adultos 'Franz y Greta'.

Trece años después, Pablo Tusset se convierte en David Cameo y ejecuta el mayor acto de rebeldía contra el marketing editorial: destruir una marca consolidada en el mercado, una vez irrumpió en 2001 con una disparatada comedia en clave thriller, que superó la barrera de los 100.000 vendidos. Con Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (Lengua de Trapo) tocó el cielo de la adaptación cinematográfica (donde estaba Pablo Carbonell desnudo, rodeado de los manjares del desayuno tapándole sus cositas).

Pablo-Tusset-David-Cameo tenía 36 años, estaba tierno como las tripas del bollo, y se le atragantó tanto el cruasán que salió corriendo, escapó de las promociones y las entrevistas, y sumó a la ola de fanatismo el halo del misterio. Había tocado la tecla correcta, tenía el ingrediente secreto del pelotazo redondo. Era una máquina de beneficios: podía haber repetido, el lector estaba caliente esperando otro entretenido episodio. Cuatro años más tarde, cuando logró digerir todo aquello, después de saltar a una editorial grande como Destino, publicó En el nombre del cerdo, otro thriller, pero esta vez psicológico y sin humor.

La gente no entendió nada”, explica el autor. Nadie rio con una novela de Pablo Tusset. El autor había decidido no ser quien se esperaba. Era su primer movimiento en jaque, ahora llega el último. Repasamos su vida como escritor con motivo de Fanz y Greta (Destino), una vuelta de tuerca a todo este circo de la identidad que se trae entre manos.

Un viaje interior

Él prefiere decir que más que un cambio de identidad es un cambio de voz. Para entendernos: David Cameo escribirá cosas diferentes a las de Pablo Tusset. “Puedo tener varias voces, pero sólo una identidad y Pablo Tusset no me vale para esta novela”. Ya lo adelantamos, el lector fiel al cruasán no se sentirá bien con esta novela. Es otra cosa. Es otro autor.

Tusset observa el mundo, lo critica, le mete bisturí con sarcasmo, y estos modales parecen inoportunos “en asuntos del corazón y las emociones”. A Cameo –es el segundo apellido real del autor- le interesa el viaje interior de los personajes, destripando sus miedos y sus frustraciones en una fábula de superación, con sabor a Grimm, Batman, Terminator y Blancanieves.

“Pero él mismo siente algo peor que miedo. ¿Qué es peor que el miedo, Franz? Que el miedo seas tú, que no puedas alejarte de él porque va contigo; pero eso no es ya miedo, eso es la semilla de la locura. Puedes imaginar para explicártelo que eres tu propio parásito pugnando por abrirse camino a través de la piel de tu frente, y sabes que cada célula de tu cuerpo lleva la herencia del monstruo”.

Así que habla de honestidad y ha pedido un agua sin gas. Querer ser honesto con el lector te enfrenta, de salida, con todo el departamento de marketing. Dice que el lector del cruasán no puede encontrarse con una traición a sus expectativas. Prefiere cambiarse el nombre, echar al traste el producto y volver a empezar como si fuera –aparentemente- un autor recién llegado.

Eectivamente, esta novela es un acto de protesta, una experiencia liberadora. “Parece como si los departamentos de marketing lo controlasen todo y es absurdo, porque la literatura no es un desodorante”. Y llega el titular: “Es absurdo mantenerse fiel a la bollería industrial”. Amenaza con un “con dos nombres tengo suficiente, de momento”. Le ha costado convencer a sus editores -lo confirma Silvia Sesé- para montar este juego. La editorial se garantiza promocionarle como “el autor antes conocido como Pablo Tusset”. Pero era algo vital.

Volver a empezar

Después de sus dos anteriores novelas, Sakamura, Corrales y los muertos rientes y Oxfort 7, necesitaba volver a creer en algo, en lo que significa escribir. Ha estado “despistado mucho tiempo”, sin nada claro que decir. Cuenta que ha encontrado la energía que había extraviado, con aquel gusto por escribir. “Quizá porque el oficio de escritor puede convertirse en una rutina”.

La rutina de la fábrica del libro bisiesto y la esclavitud de las expectativas hacen de la literatura “un producto de mercado al que se le asocia una marca”. Esa marca huele, sabe y recuerda a algo intransferible. El lector espera, el editor espera y el mercado espera la marca de la casa. “Esto no es así, los escritores no son productos y las novelas tampoco”, se revuelve, porque está harto (un poco) de que le animen a que escriba con humor, pero “no siempre” está de humor para escribir con humor. Así que reivindica el arrebato y lo inesperado, aunque al sistema de la bollería industrial le cueste aceptarlo.

Ha quedado claro, hablamos de “un renacimiento”. Catorce horas al día durante un año, armando los borbotones de una fábula cercana a las pruebas que Lewis Carroll le pone a Alicia. Un relato incómodo sobre la infancia y la necesidad de ser audaz y oponerse a lo establecido y a los convencionalismos. Efectivamente, otro artículo que hoy habla de la muerte del bipartidismo. Porque el propio autor se recuerda en una vida marcada por las fugas y el enfrentamiento a la autoridad. Así es Franz, “un niño educado e ingobernable”.

“El error se fue extendiendo entonces como una mancha de aceite. La experiencia de un niño feliz le dice que no oponerse al mundo es una buena estrategia, por eso sigue la corriente allá a donde le lleve; en cambio los niños desgraciados tienden a buscarle las vueltas a la regla más simple, no se fían de consignas ni de convenciones, todo lo ponen en cuestión”.

A estas alturas ya han encontrado que el viaje de los dos hermanos, Franz y Greta –un personaje dual-, es el de David Cameo. Este trayecto tiene un lenguaje menos despeinado, más curado. Y a pesar de eso, parece espontánea. “Quiero que el lector viaje a la infancia a revisar el niño que lleva dentro, porque en la infancia está la verdad sobre uno mismo”.

Y allí, en la verdad y la infancia, es donde aparecen las obligaciones sin razonamientos que las justifiquen y donde se muestra la dignidad del niño: “Obedecer a ciegas es no respetarse a uno mismo”. Eso lo ha aprendido de su tercera madre. Franz acaba siendo novelista, porque es el autor –en la ficción- de esta novela, escrita –en la realidad- por un autor que se ha inventado un alter ego, para no repetir al autor que se inventó para escribir novelas antagónicas a esta…

Trece años después, Pablo Tusset se convierte en David Cameo y ejecuta el mayor acto de rebeldía contra el marketing editorial: destruir una marca consolidada en el mercado, una vez irrumpió en 2001 con una disparatada comedia en clave thriller, que superó la barrera de los 100.000 vendidos. Con Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (Lengua de Trapo) tocó el cielo de la adaptación cinematográfica (donde estaba Pablo Carbonell desnudo, rodeado de los manjares del desayuno tapándole sus cositas).

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