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Tito, Stalin y el carnaval de la democracia
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Entrevista con el escritor Goran Petrović

Tito, Stalin y el carnaval de la democracia

El escritor serbio Goran Petrović analiza las claves de su nueva novela coral: treinta personajes reunidos en un cine el día que murió Tito

Foto: Tito y Nixon en la Casa Blanca
Tito y Nixon en la Casa Blanca

El mariscal Josip Broz Tito (1892-1980) era un fanático del cine. Dicen que durante su largo mandato como jefe de Estado yugoslavo (1943-1980)vio películas casi cada noche. "Su género favorito era el western", cuenta el escritor serbio Goran Petrović. Al contrario que otros líderes comunistas de la época, Tito no solo no ocultó su afición a Hollywood, sino que la compartió alegremente con sus ciudadanos: tras su célebre ruptura con Stalin en 1948, en uno de los divorcios geopolíticos más sonados del siglo XX, Yugoslavia se abrió a la cultura occidental, aún sin renunciar al comunismo, inaugurando así un mito político -la tercera vía de Tito- que aún colea.

Una época con luces y sombras que se cerró con el fallecimiento de Tito el 4 de mayo de 1980. A Goran Petrović (Serbia, 1961), uno de los novelistas serbios de referencia, le pilló el fallecimiento del mariscaldentro de un cine. Tenía 19 años. Más de tres décadas después publica Bajo el techo que se desmorona (Sexto Piso), novela histórica donde reúne a treinta personas en un cine de una aldea serbia coincidiendo con el adiós deTito.

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"Ese día había un partido de fútbol muy importante con el Estrella Roja de Belgrado. Cuando se conocióla muerte de Tito, se paró el partido y los jugadores y los espectadores se echaron a llorar. Como a mí no me gustaba el fútbol, me había metidoen un cine. De pronto, pararon la película y la gente salió a la calle desconcertada. No sabían qué hacer", explica Petrović, que ha venido a Madrid a presentar su libro.

En efecto, suena un poco a pueblo abducido tras casi cuatro décadas de culto a la personalidad del líder, pero la metáfora de un país sin rumbo tras la muerte de Titoes ahora demasiado golosa como para dejarla pasar: el Estado yugoslavo, ese invento político de Tito, acabaría autodestruyéndose pocos años después. ¿Significa esto que está justificada la nostalgia por Tito?Sí y no.

"Hubo un momento en el que Yugoslavia se situó a mitad de camino entre el Este y el Oeste. Una posición que sirvió para alimentar la identidad y el punto de vista político del país. Era un Estado especial: por un lado, un país comunista que se jactaba de su independencia respecto a Moscú; por el otro, un país que recibía ayuda económica de EEUU, donde se veían con buenos ojos las maniobras de Tito. Teníamos unalibertad a medio gas, porque el sistema de partido único siguió en pie, pero los efectos culturales eran evidentes: podíamos ver películas prohibidas en el resto de países del Este. También teníamos pasaportes. No obstante, no todo era tan idílico como se veía desde la distancia", razona el escritor, cuya novela es un repaso ambivalente, entre costumbrista e irónico,a medio siglo de la Yugoslavia comunista.

Bajo el techo que se desmorona no es un libro explícitamente político, se centra más en las desventuras cotidianas de losciudadanos de a pie que en las grandes decisiones geopolíticas de la época, aunque debajo de sus imágenes poéticas parece latirunsustrato socialoculto. El escritor serbio se pone filosóficopara responder a la pregunta sobre el alcance político de su novela: "¿Hasta dónde llega la participación de una persona corriente en la formaciónde su propia vida? ¿Somos los protagonistas de nuestras vidas o simples personajes de atrezzo? ¿Existe la democracia real o es solo una palabra del diccionario? ¿Es la democraciaun carnaval en el que sacamos a pasear de vez cuando todos las ideas majestuosas tenidas por la civilización desde el principio de los tiempos?", se pregunta.

¿Existe la democracia real o es solo una palabra del diccionario?

Una reflexión sobre los límites de la democracia que da pie a hablar sobreuna paradoja histórica de la que ahora se cumplen ahora 25 años: tras caer el Muro de Berlín en 1989, los países comnistasse reinventaron como países capitalistasy con un modelo político a imitar, las democracias europeas, esas que ahora están sumidas en una crisis socialde campeonato. ¿Cómo se ve la crisis de las democracias occidentales desde el Este?

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"No estoy seguro de quiénes fueron los que traicionaran la idea de democracia. Lo que sí sé es que no hace falta viajar a otro país para darse cuentade cuando cojea la democracia por falta de igualdad: basta con visitara los suburbios de cualquier ciudad. Es posible que aún no se haya inventado un sistema político mejor que la democracia, pero también tengo la impresión de que aún no hemos conocido la esencia del sistema democrático, solo su aura. También veoque en los últimos años nuestros sistemas políticos han sido desbordados por el capitalismo. Ya no somos tanto ciudadanos como consumidores", razona el novelista.

Petrović no solo no es un escritor realista, sino que se le suele calificar de primo lejano del realismo mágico. Nunca ha negado la influencia de algunos escritores latinoamericanos sobre su visión literaria, hasta el punto de parecer sinceramente abatido por la muerte de Gabriel García Márquez: "Me sentí como si se hubiera ido una persona cercana a la que conocía muy bien. Un sentimiento típico de la buena literatura: te hace creer que está escrita para ti. Es una pérdida muy grande por un motivo: los seres humanos solemos tener serios problemas para captar el sentido final de nuestras vidas, y García Márquez nos ayudaba un poco en esa ingente tarea", aclara Petrović.

El novelista serbio también tiene palabras para Borges para acabar: "Leyendo sus libros he aprendido al menos una cosa: que el mundo es más grande de lo que podemos ver con nuestros ojos".

El mariscal Josip Broz Tito (1892-1980) era un fanático del cine. Dicen que durante su largo mandato como jefe de Estado yugoslavo (1943-1980)vio películas casi cada noche. "Su género favorito era el western", cuenta el escritor serbio Goran Petrović. Al contrario que otros líderes comunistas de la época, Tito no solo no ocultó su afición a Hollywood, sino que la compartió alegremente con sus ciudadanos: tras su célebre ruptura con Stalin en 1948, en uno de los divorcios geopolíticos más sonados del siglo XX, Yugoslavia se abrió a la cultura occidental, aún sin renunciar al comunismo, inaugurando así un mito político -la tercera vía de Tito- que aún colea.

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