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Johnatan Lethem: "Una literatura nacional es menos importante que una voz humana"
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Johnatan Lethem: "Una literatura nacional es menos importante que una voz humana"

El escritor estadounidense Johnatan Lethem analiza las claves de su nuevo libro, 'Los jardines de la disidencia', ficción de aires biográficos

Foto: El escritor estadounidense Johnathan Lethem
El escritor estadounidense Johnathan Lethem

Un fantasma recorre EEUU. Está casi en edad de prejubilación y se cambia de sábana con la llegada de cada generación, pero se resiste a irse. Cambia de aspecto y se presenta con apellidos como Zimmer y como Lethem. Los que protagonizan y firman Los Jardines de la Disidencia (Literatura Random House), del escritor estadounidense Johnatan Lethem, que se publica este jueves.

Ese fantasma está en una cocina, cuando Rose Zimmer es expulsada bochornosamente de su grupo comunista por haber compartido ideas y fluidos con un negro en uniforme. También se presentó en los pequeños clubes de folk de Greenwich Village de los sesenta, donde el novio de su hija intentaba cantarle tanto al Nuevo Hombre como a los viejos más desposeídos. Incluso los acompañó en su viaje a Nicaragua. Ese fantasma es el muerto-vivo: cuando ya parecía haberse esfumado, reapareció en Manhattan durante las manifestaciones de Ocuppy Wall Street.

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En todos esos momentos y muchos más estuvieron los diversos hijos de la saga de la matriarca Rose Zimmer, que hila esta obra, pero también muchas generaciones de la estirpe de Jonathan Lethem (Nueva York, 1964) que acaba de despachar una novela imponente que rastrea muchos de los brotes contraculturales de la nave nodriza del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX y la primera del XXI. “Es una novela sobre humanos políticos. Gente intentando ser política o excesivamente consciente de su potencial para vivir una vida política. Y, sobre todo, luchando por el choque entre su vida cotidiana y la forma cómo viven su idealismo”, explica a este diario el autor. “Aun así, no expone una tesis política. La novela está demasiado cerca del terreno, captando el sufrimiento y patetismo de estos personajes. Otro de mis libros, Chronic City, era mucho más político. Era una novela apasionadamente anticapitalista. Gritaba Eat the rich! (cómete a los ricos). Pero nadie lo vio porque los personajes no estaban directamente indexados por sentimientos y movimientos políticos”.

La Reina Roja del Comunismo

La abuela de Jonathan Lethem era muy parecida a Rose, primera protagonista de este viaje y Reina Roja de los bloques de Sunnyside, en Queens. Incluso ella se quedó huérfana, cuando Nikita Jruschov pronunció en 1956 el discurso (pronto no tan) secreto en el que denunciaba las grandes purgas de Stalin, el papá todopoderoso, el superpapá autoritario del Comunismo. Y sus nietos se acostumbraron a esa presencia feroz y a protagonizar escenas de cambios de pañales entre manifestación y manifestación. Aunque hay mucho de ficción, Jonathan Lethem echa mano de su estirpe incluso en sus novelas de ciencia ficción, por no hablar de sus intensísimos ensayos escritos siempre desde el yo.

placeholder La abuela del escritor, bandera en mano, en una manifestación antifascista

“La figura de nuestra abuela materna se alza amenazadora sobre mi infancia: era una mujer muy potente, con una gran capacidad de autoengaño y autoinvención, y después de perder su única hija, pues, se veía como un personaje trágico, como sacado de una ópera”, aclaralahermana de Lethem,Mara, traductora, escritora y también fotógrafa que reside en Barcelona desde hace años.

Los Lethem perdieron a su madre cuando eran muy pequeños. En las novelas de Jonathan, de hecho, siempre planea una sombra de orfandad, y no sólo en la titulada Huérfanos de Brooklyn, que le valió el National Book Critics Circle Award. “Honestamente, después de las primeras cincuenta páginas de Los jardines, me olvidé de que mi familia estaba tan presente. Pero me sorprendió mucho, cuando la releí, ver cuántas historias de ella había usado, aunque nunca presentadas de una forma directa o literal”, apunta el autor, “Eso sí, hay una gran cantidad de cariño y espero que también se note una radiante calidad de simpatía por ellos, aunque no los use siempre de una forma respetuosa: los empleé como un pintor puede usar la pintura”. El padre de los Lethem, de hecho, era pintor.

Mis padres no eran autocomplacientes, sino exploradores contra lo establecido. Eran combativos e inseguros

Mara apunta lo que ya se intuye en la novela: familias con más libros que dinero: “Más que culta la nuestra era una familia bohemia, artística. Sobre todo por el esfuerzo de mi padre para seguir siendo pintor. La vida política era entonces muy social: fiestas cantando folk songs y manifestaciones entre amigos”. No era una familia con pase Vip para las universidades Ivy League, pero tampoco era un hogar proletario en la rueda fábrica-cena-televisión. Obsesionado con el lenguaje, aquí todos los activistas de Lethem son de lo más elocuentes, incluso en su confusión. Y aunque la hermana del autor no puede leer con la suficiente distancia esta obra, Jonathan sí especula sobre cómo la habrían leído su madre o su abuela, activistas tanto en los círculos comunistas de la posguerra como en la época hippy y su resaca: “Reaccionarían de muchas formas. Mis padres no eran simplistas o estaban convencidos de sus identidades culturales. No eran autocomplacientes, sino exploradores contra lo establecido. Eran combativos e inseguros. Me identifico con ese proceso de búsqueda. Es casi como un proyecto familiar”.

Sería fácil ubicar Los Jardines de la disidencia en la más aquilatada tradición de la narrativa de izquierdas, de Jack London a Upton Sinclair pasando por Steinbeck. Una izquierda, sin embargo, no complaciente con el obrero (los explotados no necesariamente son tan buenos y moralmente impolutos como los de las novelas de Dickens). Rose, Miriam y compañía son retratados con piedad, pero sin maniqueísmo. Un poco entre dos tierras, entre las novelas activistas que ofrecen una visión épica de la contracultura y aquellas que, pasados las rampas eufóricas hipomaniacas de décadas como la de los sesenta, cayeron en el cinismo absoluto hacia cualquier tipo de idealismo colectivo:

El libro es una enorme y desnuda defensa de los gestos utópicos

“Me haces muy feliz cuando me dices que no encuentras cinismo en el libro. Creo que es porque hay tal cantidad de pena, remordimiento y reproches hacia lo que el siglo XX le hizo a los sueños utópicos que mucha gente cree que es cinismo o, al menos, insensibilidad hacia esos deseos. Para mí es lo contrario. Lo veo como una enorme y desnuda defensa de los gestos utópicos”.

Aun así, el lector empatiza más con las cuitas y miserias de los personajes que con sus ideas. Se enternece más con Rose cuando abraza a un policía de uniforme y tutela al hijo de éste que cuando suelta una soflama anticapitalista o hiperventila con la virilidad inquebrantable de Lincoln. En toda la novela están presentes, eso sí, los recurrentes debates del activismo. Desde el de la revolución para los proletarios sin ellos o a pesar de ellos hasta la lucha armada o pacífica.

placeholder El novelista y su hermana visitando de pequeños el monumento a Lincoln (archivo familiar)

O, dicho de otro modo en una novela tan titánica como ésta de un autor en algunos puntos parecido a Lethem (desde luego en su ambición): “Si un hombre bueno, que trabaja según sus creencias, no está preparado para poner en peligro su conciencia, entonces el campo de batalla será de quienes manipulan la historia con fines bajos”. Eso lo escribe Norman Mailer en El fantasma de Harlot y lo suscriben algunos personajes de Lethem. Otros vehiculan su pasión a través de sus aficiones, desde el béisbol al ajedrez pasando por los quiz shows. Por ahí, también, es una gran novela Americana. O Una Gran Novela Antiamericana. O de otra América. De los que la impulsarían si, en una especie de ucronía típica de Philipp K Dick (autor adorado por Lethem), el comunismo hubiera calado allí.

placeholder La madre de Jonathan Lethem cambiando pañales entre manifestación y manifestación (Archivo familiar)

Aplaudida de forma técnicamente unánime por la crítica mundial, algunos, sin embargo, le echan en cara haber querido escribir (de nuevo), la Gran Novela Americana: “Es cierto, esa pregunta surge, de forma bastante tediosa, aplicada a novelas largas escritas por hombres blancos heterosexuales (y la formulan probablemente periodistas blancos hombres y heterosexuales). América no necesita una descripción definitiva, intentarlo es peor que inútil. Nunca lo he hecho. La literatura es diálogo, libros en olas de otros libros, en océanos de otros libros, y una literatura nacional es menos importante que una voz humana buscando la expresión a través de las fronteras, a través de historias e identidades estáticas, jamás rígida y monolítica”, aclara el novelista.

Los Jardines de la Disidencia son humanos porfiando con sus pulsiones, perdidos en la historia entendida como el clavo donde se cuelga el lienzo que los retrata (una idea de Alejandro Dumas): “Solo va de unos cinco o siete humanos bajo la presión de sus hambres, errores e ideales: un profesor en una clase, una mujer fallando en un concurso, un chico temeroso de su padre policía y sexo en baños público. El libro surge de lo específico, no de una idea abstracta”.

¿Dónde está Brooklyn?

De hecho, Lethem se sacude incluso la tan merecida etiqueta de novelista de Brooklyn, lograda gracias a novelas de proximidad tan imponentes como La fortaleza de la soledad: “Me resulta un error catastrófico incluso hacer un retrato de todo Brooklyn. Me suelo referir a un bloque en concreto de una calle muy concreta”. La que aparece, curiosamente, en los créditos de la película Desperate Characters, filmados justo al lado de la casa de la familia Lethem. “Tuve una idea hace poco de que mi barrio, Boerum Hill, es el Philip K. Dick de los barrios”, recuerda Mara, “Igual es una tontería pero nadie sabía dónde estaba. Me decían: ¿dónde está eso? Cuando lograba que entendieran su ubicación, la gente me miraba atónita por mi color de piel. Los blancos no te darían una hipoteca para comprar allí. El olvido total, y todo lo que eso implica. Ahora, sin embargo, es el barrio más caro de todo Brooklyn”. Un barrio dominado por la última tribu nacida en occidente, los hipsters; la última subcultura y también la más conformista, la que se define a través de las marcas que compra.

Ocupa, resiste, dispérsate

Lethem imparte ahora clases como profesor en el Pomona College, en Claremont, plaza que quedó vacante tras la muerte de David Forster Wallace. Sin embargo, el autor no siempre ha gozado de ese estatus de la élite cultural blanca: ha hecho autoestop por todo el país y ha regentado bibliotecas de segunda mano como dependiente.

placeholder Los escritores Jonathan Lethem y Jennifer Egan en Occupy Wall Street (OWS Library)

Toda su educación, la que le enseñaron los familiares que inspiran de algún modo Los jardines de la disidencia, cristaliza en momentos como su aparición en las manifestaciones de Occupy Wall Street, con una camiseta de los New York Mets (un equipo que aparece en una de las tramas más curiosas y emotivas de la novela): “El capitalismo corporativo ha hecho un trabajo estupendo, el trabajo pesadillesco y orwelliano de lograr que la gente se sienta permanentemente consternada, embarazosa, avergonzada y desmoralizada frente a la más mínima sugerencia de que absolutamente nada al margen del status quo es posible. Como apuntó Slavoj Zizek, es más fácil empezar una conversación sobre la posibilidad de que un meteorito destruya la Tierra a que alguien te tome en serio cuando consideras algún tipo de final para el actual sistema”.

“Y aun así”, remarca Lethem, “todo el mundo que sale a la calle, bajo el nombre de Occupy y de los Indignados o cualquier otro, sabe que cientos de miles, probablemente millones mudos, comparten sus deseos de lograr un nuevo lenguaje para que los seres humanos hablen entre ellos, algo más que aquellos viejos y desacreditados gestos de compromiso. En tiempos así la más pequeña chispa es una revolución”. El autor que normalmente templa sus declaraciones y admite sólo a medias que él está detrás, vívido y apasionado, de cada párrafo preñado de genio narrativo, añade ya sin tapujos: “Que no te engañen los críticos de estos movimientos: lo huidizo, la capacidad de adaptación, las tendencias alegóricas de los levantamientos recientes eran una parte esencial de su naturaleza”.

Johnatan Lethemconversará sobre todo esto y mucho más con su hermana MaraLethem el 10 de mayo en el Festival Primera Persona (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona)

Un fantasma recorre EEUU. Está casi en edad de prejubilación y se cambia de sábana con la llegada de cada generación, pero se resiste a irse. Cambia de aspecto y se presenta con apellidos como Zimmer y como Lethem. Los que protagonizan y firman Los Jardines de la Disidencia (Literatura Random House), del escritor estadounidense Johnatan Lethem, que se publica este jueves.

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