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‘Ocho apellidos vascos’, la película más vista… en la sección de Cultura
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‘Ocho apellidos vascos’, la película más vista… en la sección de Cultura

Las noticias sobre el filme copan el ranking de las más vistas del mes en la sección de cultura. Luces y sombras informativas de un fenómeno

Foto: Fotograma del fenómeno cinematográfico de la temporada
Fotograma del fenómeno cinematográfico de la temporada

"Ocho apellidos vascos compra Google". El chiste, cortesía del director Daniel Castro, es una de las muchas parodias que han circulado por Twitter sobre el exagerado éxito del filme de Emilio Martínez-Lázaro y la no menos exagerada cobertura periodística del mismo.

Hace ya muchas semanas que se acabaron los titulares para describir el taquillazo y hubo que recurrir a las hipérboles. Ocurre -y disculpen por el titular- que estamos ante la mayor bilbainada cultural de los últimos años. Cultural, sí, porque hace ya tiempo que la capacidad de arrastre de Ocho apellidos vascos desbordó las salas cinematográficas. Todo lo que toca este filme español se convierte en oro, incluidas las secciones culturales de los periódicos.

Durante el mes de abril, la sección de Cultura de El Confidencial ha crecido un 23% en visitas, rozando los dos millones de páginas vistas. De cada cinco páginas vistas, una de ellas era sobre algunas de las 13 noticias que se han publicado del filme de Telecinco Cinema. Entre las ocho noticias más leídas de la sección durante el mes de abril, cinco de ellas eran de la película. En efecto, mes y medio después de su estreno el 14 de marzo, no sólo sigue siendo la película más vista en los cines de España, sino que los lectores tienen mucho interés en leer sobre este fenómeno industrial.

La sección de Cultura de El Confidencial ha crecido un 23% en visitas en abril, rozando los dos millones de páginas vistas. De cada cinco páginas vistas, una de ellas era sobre 'Ocho apellidos vascos'

Sin embargo, además de dar cuenta del crecimiento de la recaudación en taquilla, revelamos acontecimientos que surgían según crecía el prodigio, como el registro de la marca Ocho apellidos catalanes, que compró el productor José Frade a las dos semanas del estreno de la película, con los primeros rumores de una segunda parte del éxito. Noticia convertida en una saga de artículos en sí misma. También, el reparto de los beneficios de la recaudación y los ingresos al Estado, los antecedentes europeos del filme, así como el interés de Hollywood por hacer una adaptación. Sin olvidarnos de una crítica muy poco favorable.

La noticia por exceso

Quizás ha habido un exceso de noticias sobre Ocho apellidos vascos, quizás no hayan interesado a todos nuestros lectores por igual, pero todas y cada una de ellas estaban legitimadas por la noticia, tanto los sucesivos récords de taquilla como los efectos colaterales sobre la industria.

Con todo, está justificado hacerse la siguiente pregunta: ¿Es razonable que se publiquen decenas de informaciones sobre un filme, mientras el resto de películas se tienen que conformar con una o dos? Hay una versión simple que responde a la cuestión, que asegura que todo lo que sea un fenómeno de masas y, por lo tanto, fenómeno comercial, obliga al periodista cultural a hacerse eco. Del periodista pasamos al vocero, de la información a la promoción y del descubrimiento al reconocimiento.

Uno no puede obviar un movimiento popular de este calibre, similar a la exposición de Dalí en el Museo Reina Sofía, si ejerce en un medio generalista. A pesar de ello, se corre el peligro de convertirse en mamporreros del mercado. Cuando ese se convierte en el único criterio, el hecho cultural deja de tener sentido frente al hecho comercial y la delgada línea roja que separa al periodista cultural del publicista cultural.

Intención, atención y rigor

Hemos creído oportuno aprovechar este acontecimiento periodístico y cultural para definir, si es que no queda claro con la edición diaria desde su creación en enero de 2013, los propósitos de esta sección, fundamentada en la atención, la intención y el rigor. Creemos en la información como la salvación de nuestro oficio; la investigación es la obligación, la creación, la recreación, la diversión, la prescripción y la apuesta.

La información es la dignidad de nuestro trabajo y de su lectura. Gracias a ella podemos dar a conocer autores culturales desconocidos, porque habrá una historia que contar; nos permite hablar de nuevos fenómenos que hacen saltar la caja registradora, porque tendremos algo que aportar. La información es el objetivo, y con ella escapamos a los prejuicios del mainstream o lo minoritario. Con toda la crítica y con tan poca ingenuidad como cinismo.

La función del periodista cultural no es ponerse en mitad de la calle a jalear todos los cochazos que pasan por allí

Por explicarlo con una imagen: la función del periodista cultural no es ponerse en mitad de la calle a jalear todos los cochazos que pasan por allí, independientemente de si burlan o no las normas de circulación, sino más bien ordenar el tráfico: detener unos coches, dejar pasar a otros y multar y hacerle la ITV al resto. Vamos, unos gorrillas.

Ni somos la policía cultural, ni manda todo lo que no venga avalado por grandes ventas. Moderamos la precaución sobre lo desconocido y lo alabado, queremos apostar por la información que corrige los abusos culturales provenientes del mercado, de los poderes y de los autores.

Por eso es tan importante para nosotros la intención, porque descubre que no es joven todo lo que reluce, ni arriesgado todo lo que chilla, ni bueno todo lo multitudinario, ni malo todo lo que mueve masas. La intención nos protege de la tendencia, de la mayoría, de la minoría, de las etiquetas, del mercado, del medio, del miedo, de lo que sea.

La intención de un periodista –es la parte evidente de su criterio- le ayuda a ajustar esfuerzos antes las presiones de las promociones y hace que brillen las ideas por encima de los nombres, los hechos por encima de los fenómenos. Queremos ser competentes, sin fomentar las apetencias.

"Ocho apellidos vascos compra Google". El chiste, cortesía del director Daniel Castro, es una de las muchas parodias que han circulado por Twitter sobre el exagerado éxito del filme de Emilio Martínez-Lázaro y la no menos exagerada cobertura periodística del mismo.

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