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El melancólico adiós de Hayao Miyazaki
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El melancólico adiós de Hayao Miyazaki

En la rueda de prensa de presentación de El viento se levanta en la Mostra de Venecia 2013, su director Hayao Miyazaki anunció que se retiraba.

Foto: Cuatro estrellas para el último filme del rey de la animación nipona
Cuatro estrellas para el último filme del rey de la animación nipona

En la rueda de prensa de presentación de El viento se levanta en la Mostra de Venecia 2013, su director Hayao Miyazaki anunció que se retiraba. Lo había anticipado unos días antes Koji Hoshino, presidente de Ghibli, el estudio de animación que Miyazaki confundó en 1985 y la única compañía que en los últimos años ha sido capaz de hacer frente a sus homólogas norteamericanas. Y no nos referimos (solo) a una cuestión de taquilla.

Desde su primer largometraje para la gran pantalla, El castillo de Cagliostro (1979) hasta el filme que ahora se estrena en nuestro país, la obra de Miyazaki ha contribuido como pocas a que el cine de dibujos animados alcanzara la consideración crítica que se merecía. Miyazaki ha llevado a su máxima expresión la capacidad fabuladora del medio y ha practicado su oficio con la clara voluntad de llegar a un amplio espectro de público. Ha producido películas, en suma, al mismo tiempo magistrales, bellas y populares.

Aunque de forma tardía, varios personajes creados por Miyazaki, como esos espíritus del bosque orondos y bonachones llamados Totoro, han conseguido hacerse un hueco en un imaginario popular monopolizado por Disney y Pixar. Miyazaki también fue el primer director de anime que conseguió un premio máximo en un festival de referencia como Berlín, donde se llevó el Oso de Oro por El viaje de Chihiro (2001).

Por todo ello, la noticia de su jubilación era motivo de luto. Y tiñe de un inevitable tono elegíaco El viento se levanta. Para despedirse del mundo del cine, Hayao Miyazaki ha escogido relatar la historia del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi, diseñador para la empresa Mitsubishi de la mayoría de aviones caza que los japoneses utilizaron durante la Segunda Guerra Mundial.

El cineasta nipón siempre se ha mostrado fascinado por el mundo de la aeronáutica. En su primera película estrenada en España, Porco Rosso (1992), conectaba con cierto cine clásico de aventuras a través de la historia de un aviador de la Primera Guerra Mundial con apariencia porcina a causa de una maldición. El joven Jiro también sueña con convertirse en piloto. Pero la miopía le obliga a conformarse con diseñar aviones en lugar de conducirlos. La película traza su trayectoria desde su adolescencia en el Japón de principios del siglo XX hasta el final de la guerra donde triunfan sus aviones pero fracasa su país.

El viento se levanta es la película más realista y adulta de Miyazaki. La biografía de Horikoshi aparece profundamente marcada por la historia del Japón de la primera mitad del siglo pasado. En lugar de centrar su talento en la creación de mundos fantásticos, en este caso Miyazaki sobresale en la precisa reconstrucción casi documental de un tiempo y de un lugar. Secuencias como la del terremoto que sacudió Japón en 1923 se encuentran entre lo mejor de su cine. No solo por el uso de la animación, también por lo bien que casa la Historia en mayúsculas con la historia personal del personaje, a la manera de grandes maestros en estas lides como David Lean.

placeholder Fotograma del filme

Es durante esta tragedia que Jiro conoce a la que se convertirá en su futura esposa. También es en este momento cuando se hacen patentes los versos de Paul Valéry que encabezan los créditos, titulan el filme e intercambian los protagonistas cuando se encuentran por primera vez: Le vent se lève, il faut tenter de vivre.

La necesidad de intentar vivir a pesar de todo, envuelve la película con una emoción tan vitalista como melancólica

El viento se convierte en el motivo casi espiritual de la película: es lo que mueve los aviones diseñados por Horikoshi. Pero también provoca que los enamorados se conozcan y luego se reencuentren. Además, anunciará la muerte de uno de ellos. El segundo verso, la necesidad de intentar vivir a pesar de todo, envuelve la película con una emoción tan vitalista como melancólica.

Los únicos momentos en que El viento se levanta abandona el registro realista son aquellos en que Horikoshi sueña con su ídolo y referente, el ingeniero italiano Caproni, que representa la tecnología puesta al servicio de la belleza, y no de la guerra.

Aunque el conflicto bélico se mantiene fuera de campo a lo largo de todo el metraje (lo que le ha valido a Miyazaki reproches tanto en su país como sobre todo en los EEUU, en tanto Pearl Harbour fue atacado con los cazas que diseñó Horikoshi), al personaje le pesa el uso que se le da a los aviones. Al final de la película aparece rodeado de la chatarra humeante en la que se han convertido sus creaciones. Sin duda Miyazaki se identificado con Horikoshi. Como él, ha puesto su genio al servicio de una técnica con la aspiración de crear arte y belleza. Como él, ha trabajado en una industria que prima la comercialidad ante la creatividad. Pero al contrario que Horikoshi, en su retiro Miyazaki nunca tendrá que arrepentirse de que su obra se haya utilizado en el peor de los sentidos. El viento se levanta es un hermoso, aunque triste, colofón a una de las obras cinematográficas más importantes de las últimas décadas.

En la rueda de prensa de presentación de El viento se levanta en la Mostra de Venecia 2013, su director Hayao Miyazaki anunció que se retiraba. Lo había anticipado unos días antes Koji Hoshino, presidente de Ghibli, el estudio de animación que Miyazaki confundó en 1985 y la única compañía que en los últimos años ha sido capaz de hacer frente a sus homólogas norteamericanas. Y no nos referimos (solo) a una cuestión de taquilla.

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