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¿Qué es el éxito cultural?
  1. Cultura
viaje al centro de la legitimación del gasto

¿Qué es el éxito cultural?

Para responder a la pregunta este artículo arranca en la exposición que celebra la tercera dimensión del color y centra sus atenciones en las investigaciones sobre

Foto: Instalación 'Crabs', en la exposición de Ai Weiwei, inaugurada ayer en Berlín. (EFE)
Instalación 'Crabs', en la exposición de Ai Weiwei, inaugurada ayer en Berlín. (EFE)

Para responder a la preguntaeste artículo arranca en la exposición que celebra la tercera dimensión del color y centra sus atenciones en las investigaciones sobre la profundidad del carácter cromático que realizó el pintor abstracto Josef Albers (1888-1976), en la Fundación Juan March, en Madrid. Quizá hayan detectado contradicciones en hablar de éxito cultural y situar el corazón del escrito en la muestra de un artista que no figura en la lista de los best sellers de la historia de la pintura, en vez de hacerlo con Dalí o Cézanne.

Dos plantas más arriba de las pinturas del norteamericano se encuentra el despacho de Javier Gomá, filósofo y director de esta pequeña república cultural, en la que se cuece un programa de actividades al margen del taquillazo y de las propuestas radicales contemporáneas. Si es complicado definir “éxito”, precisar el término “radical” ya es doble pirueta carpada con mortal. Parece que programar en el siglo XXI teatro lírico de cámara puede ser tomada como una decisión radical para las cuentas de una institución.

“Hay cosas que aunque no son medibles, son muy importantes. No es fácil medir la amistad, pero no por ello deja de ser importante. Tendemos a conceder importancia a aquello que es medible, sobre todo si administras fondos públicos, porque es más objetivo lo que es medible que lo que no”, explica a este periódico Gomá, que acaba de publicar Razón: portería (Galaxia Gutenberg), en el que trata, entre tantos, la legitimidad cultural hoy.

placeholder Un visitante de la exposición del pintor abstracto Josef Albers.

En la entrevista a José María Lassalle, publicada por este periódico, el secretario de Estado de Cultura trataba de definir la pregunta envenenada y aseguraba que “hay que huir de lo cuantitativo como identificador del éxito cultural, porque eso contribuye a extender la idea de que la cultura aceptable es la cultura de masas, que es uno de los grandes problemas de las sociedades contemporáneas”. Para Lassalle, el éxito es la accesibilidad, a pesar de haber tomado la decisión de cerrar medio día el Museo de América al devolver 18 vigilantes al Museo Arqueológico Nacional.

La ATP de los museos

El flujo de visitantes es la piedra en la que tropiezan las instituciones públicas para legitimar sus inversiones, programas y aspiraciones. Un museo es penalizado o recompensando en función de su tráfico de visitas. Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, mostró su desacuerdo al respectoa El Confidencial: “El museo es una estructura destinada a preservar un patrimonio común, a generar conocimiento, cuestionar las ideas recibidas y promover las nuevas formas de relación social. Este es un trabajo de largo plazo, como todo lo que tiene que ver con la educación”.

Las instituciones que no tienen una gran reflexión sobre su misión, utilizan un lenguaje de la industria cultural que se confunde con el discurso de la cultura

El largo plazo es algo que no entiende el mercado. Y sobre la tensión que existe entre el mercado y la vocación suele trabajar en artículos y ensayos Javier Gomá, que explica cómo las instituciones que no tienen una gran reflexión sobre su misión, utilizan un lenguaje de la industria cultural que se confunde con el discurso de la cultura. No es extraño escuchar a un ministro emplear frases que tienen que ver con la vocación cultural, mezcladas con el lenguaje propio de la industria.

El ensayista abre la caja envuelta con el mismo lazo y observa que en su interior conviven –como pueden- productos antagónicos: los “productos de vocación” con los “productos de consumo”. Y nadie está libre de la mímesis: “No estoy en contra de la industria cultural, pero ahora la vocación literaria ha cedido espacio a productos diseñados por los departamentos de marketing de las editoriales. Para mi sorpresa, ves a personas con vocación que se dejan contaminar por la lógica de la industria cultural: ser famoso, estar en los medios, etc”, cuenta.

placeholder Las esculturas de Ron Mueck.
Las esculturas de Ron Mueck.

La cultura se debate entre el éxito de la industria o el éxito de la política, entre fugacidad y perdurabilidad. Entre popularidad o conocimiento. La industria se dedica a la creación de mercancía efímera, cuya finalidad es el movimiento y el deseo insatisfecho del consumidor por lo nuevo. Gomá observa cómo durante siglos la industria se ha aplicado a vehículos, barcos, zapatos y la cultura se mantenía al margen.

“Claro que había editores o músicos que aspiraban a ser ricos, pero no era un sector colonizado por la industria y dinamismo capitalista. Hasta ese momento su mercado era la clase media y alta”. El autor de Ejemplaridad pública asegura que, desde no hace más de 15 años, en España vemos un sector que había sido respetado por la industria es “colonizado” poco a poco por ella. “Porque el amante de la cultura ahora es cualquier persona (consumidor) y el potencial se ha multiplicado”.

¿Acceder a un museo en el que las grandes pinturas han desaparecido, porque han sido alquiladas durante cuatro meses a un museo extranjero es un éxito?

Queda claro que el éxito cultural es una materia escurridiza. Hace años, un gestor cultural con muchos años de experiencia reconocía que aspiraba a que el “evento” provocara una cola que diera la vuelta a la manzana del centro cultural en el que había organizado la actuación. No importaba si la mayoría de las personas quedaban fuera, importaba el efecto. La cola. Incluso cuando se prioriza la “accesibilidad”, el contenido queda relegado a un segundo lugar. ¿Acceder a un museo, por ejemplo, en el que las grandes pinturas han desaparecido porque han sido alquiladas durante cuatro mesesa un museo extranjeroes un éxito?

“El éxito cultural es muy heterogéneo y depende de la misión que se persiga. Todas son lícitas”, añade Javier Gomá. Pone el caso de un museo que quiere programar una exposición que cuesta 300.000 euros. Puede optar por hacer que el precio de la entrada sufrague el precio. El propio beneficiario se hace cargo de la carga. “¿Es un éxito? Sí, porque ha ido la gente para hacerlo posible. ¿Ha mejorado la sociedad? Sí, porque ha creado una oferta cultural que antes no existía. ¿Está condicionando el museo? Sí, porque sólo puede hacer exposiciones para pagarlas con las visitas”, dice.

placeholder Exposición 'La mirada intacta. Pintura escultura dibujo'.
Exposición 'La mirada intacta. Pintura escultura dibujo'.

El otro caso es el del museo que quiere que la exposición sea gratuita y busca un patrocinador que ponga los 300.000 euros. El museo también está condicionado, porque sólo hará la exposición que el departamento de marketing del patrocinador considere interesante para su marca. Entonces, ¿cómo se mide el éxito: por el número de visitantes, la satisfacción del patrocinador, la misión de la institución, la crítica especializada, la contribución a la sociedad?

Javier Gomá señala la misión de la institución como referencia del éxito, porque define su papel, su oferta y su transparencia

Nuestro protagonista señala la misión de la institución como referente del éxito: definir su papel, su lugar en el contexto del resto de instituciones culturales españolas, identificar una necesidad y carencia social y que enriquezca la oferta. Y hacerlo transparente y público, para evitar llamarse a desengaños.

¿Y la educación? ¿Es un éxito que la cultura forme parte de la educación? Puede parecer ciencia ficción en la conciencia formativa española, pero Gomá ve imprescindible un ciudadano formado para discernir entre un producto de vocación y uno de mercado. “En la escuela y la universidad se forman y producen buenos profesionales que contribuyen con su rendimiento a esta sociedad productiva con sus mercancías, que ayudan al bienestar de todos”, pero con eso no basta.

Además, explica, la otra función de la escuela y la universidad, “que no es antagónica de la anterior, pero sí está en tensión”: supone crear ciudadanos con conciencia de su dignidad, que no tiene precio. “Hay cosas que tienen precio y cosas que tienen dignidad. Cuando formas ciudadanos con conciencia de su propia dignidad, no susceptible de venta, generas individuos que pueden entorpecer la lógica de las leyes de creación de mercancías, que sí tienen precio. El mercado quiere precio no dignidad, incluso con creadores y creaciones que quiere dignidad, no precio”. El éxito cultural es la dignidad. No el precio.

Para responder a la preguntaeste artículo arranca en la exposición que celebra la tercera dimensión del color y centra sus atenciones en las investigaciones sobre la profundidad del carácter cromático que realizó el pintor abstracto Josef Albers (1888-1976), en la Fundación Juan March, en Madrid. Quizá hayan detectado contradicciones en hablar de éxito cultural y situar el corazón del escrito en la muestra de un artista que no figura en la lista de los best sellers de la historia de la pintura, en vez de hacerlo con Dalí o Cézanne.

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