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Los ojos del Greco, el pintor ‘astigmatizado’
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la inútil búsqueda al porqué de la originalidad

Los ojos del Greco, el pintor ‘astigmatizado’

“Si en nuestros tiempos hubiera vivido, seguramente no hubiera dejado esos cuadros anómalos". Estas palabras de 1913 iniciaron su estigma... visual

Foto: Un fragmento de 'La Adoración de los pastores' (1612), en el Museo del Prado.
Un fragmento de 'La Adoración de los pastores' (1612), en el Museo del Prado.

“Si en nuestros tiempos hubiera vivido, seguramente no hubiera dejado esos cuadros anómalos, esas figuras que escandalizan y que han hecho creer en la locura del Greco. Con haber usado unos lentes muy cuidadosamente elegidos, se hubiera pintado con toda comodidad, y sus obras hubieran sido perfectas”. Estas palabras del “especialista en las enfermedades de los ojos”, Germán Beritens desataron en 1913 la hipótesis que resolvería el porqué de la originalidad radical del pintor Domenikos Theotokopoulos y, al tiempo, le estigmatizarían con el astigmatismo.

El charlatán era un orador de primera, como él mismo se definía, y difundió la peculiar hipótesis que mostraba al Greco como un hombre con astigmatismo, sobre todo, a partir de los 35 años edad, cuando llega a Toledo. Era la explicación más científica que se le ocurrió para contestar a su hijo de nueve años, que un día de visita en El Prado, le preguntó a su padre por ese alargamiento en las figuras del pintor griego comparadas con las de Goya.

"Huelga deciros cuánto me sorprendió la pregunta, pues nunca pude creer que su observación llegara a esos términos. Le contesté que yo tampoco lo sabía, pero que procuraría enterarme por qué pintaba así y cuando supiera se lo diría". Y aquella pregunta desató la penúltima oleada de sandeces que mancharían la obra de un pintor único, que según ésta era diferente por un defecto de la visión.

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Así, la evolución de la pintura radical del Greco se resolvía no como una cuestión de temperamento y madurez, sino como un problema que se agravó con el tiempo: a medida que avanza el tiempo cambia de estilo porque no puede neutralizar el efecto del astigmatista. “Pintó valiéndose sólo del ojo izquierdo. En El entierro del Conde Orgaz se nos presenta como de unos 35 años, con cara alargada y con estrabismo divergente muy marcado del ojo derecho”.

El Greco juega todavía hoy con nosotros, dice Fernando Marías, aunque inventemos sucesivas interpretaciones para no sentirnos dominados por él

Afortunadamente, aquellas conferencias, reproducidas en el libro Aberraciones del Greco. Científicamente consideradas, quedaron desacreditadas a los pocos años, aunque de alguna manera han quedado en el imaginario colectivo, más como chanza que como “explicación a las anomalías de las obras del artista”.

Este tipo de documentos desvelan la perturbación interpretativa de la que habla el especialista Fernando Marías, en el libro El Greco. Historia de un pintor extravagante (Nerea). “Se ha visto como cretense oriental o castizo español, y también como italiano; como ferviente, ascético, místico y católico latino o como mundano y frío practicante; o como fiel griego ortodoxo, o tránsfuga desde esta hasta aquella instalación religiosa, pero también como judío, o como converso desde el judaísmo hasta el catolicismo trentino en Italia y España; asimismo pueden ser divergentes sus interpretaciones como pintor extravagante a la búsqueda de la originalidad, para distinguirse de su maestro Tiziano y de sus colegas italianos o españoles; como loco o, por lo menos, como enfermo físico, modificada su normal percepción a causa del astigmatismo”.

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Marías es el comisario de la exposición El Griego de Toledo, que este viernes se inaugurará en el Museo de Santa Cruz de Toledo (hasta el 14 de junio), como centro neurálgico de las actividades que celebran el cuarto centenario de la muerte del pintor. Reunirá más de un centenar de pinturas, será una de las exposiciones más ambiciosas sobre la figura del griego. “El Greco juega todavía hoy con nosotros”, aunque inventemos sucesivas interpretaciones para no sentirnos dominados por él.

El problema no está en El Greco, sino en quien se resiste a reconocer su absoluta grandeza

Explicar lo que para muchos es inexplicable y que Marías resume de esta manera: “El Greco trata de ser dominador de sí mismo, consciente y voluntariamente extravagante, ejerciendo de genio, constructor de su propia imagen, filosofando y teorizando sobre su arte y el ajeno, desafiándonos con sus paradójicas pretensiones y afirmaciones, a sus coetáneos y a nosotros mismos, a cuatrocientos años de la fecha de su muerte”.

Beritens, especialista en enfermedades de ojos y ciego de prejuicios, fue contestado inmediatamente. Uno de los primeros fue el doctor Manuel Márquez, “profesor de oftalmología en la Universidad de Madrid y académico en la Real Academia de Medicina”, escribe en 1926 un artículo para desmontar la versión del error visual. “A poco que analicemos, tal explicación, seductora por lo sencilla (y a pesar de que el doctor lo ha documentado fotográficamente de un modo admirable), es notoriamente insuficiente, defecto, por otra parte, muy común a todas las explicaciones sencillas”, recuerda Márquez con doble dosis de ironía.

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Pone el doctor el ejemplo de El caballero de la mano en el pecho, que a su vez lo había usado Beritens para demostrar la validez de la hipótesis de los ojos enfermos: la famosa mano es ancha, y alargada. “De sufrir astigmatismo los dedos debieran ser cortos y anchos pero son más largos de lo que les corresponde. El Dr. Beritens toma el sentido astigmático a la inversa, al hacerse normal la cabeza debería aumentar también la longitud de la mano”. Es decir, el astígmata ve con la cabeza alargada a un sujeto que la tiene normal, dice, pero al dibujarla asegura que no puede hacerlo con esa deformidad, porque su astigmatismo desaparece al fijar los ojos en el papel o el lienzo.

A Márquez le llama más la atención las “violaciones de la simetría del cuerpo humano” y las deformaciones a las que somete a los rostros de los personajes, cuyas bocas oblicuas no son raras y cuyos ojos se desvían frecuentemente el uno del otro. Pintaba más para sí mismo que para el público, “cuyos gustos y exigencias le importaban poco”.

Y no fue Márquez el único, el actual presidente del Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez Llorca, recuerda cómo su padre, insigne oftalmólogo, realizó experimentos con lentes que provocaban una visión astigmática. ¿Resultado? Con lentes y sin ellas, el sujeto pintaba igual.

El Greco se confiesa como un intérprete fiel de la naturaleza, a la que quiere perfeccionar. Por eso escribe y distingue entre los ojos del alma y los ojos de la razón, porque con unos mira y con otros mejora, porque con unos contempla y con otros actúa sobre la realidad. El problema no está en El Greco, sino en quien se resiste a reconocer su absoluta grandeza.

“Si en nuestros tiempos hubiera vivido, seguramente no hubiera dejado esos cuadros anómalos, esas figuras que escandalizan y que han hecho creer en la locura del Greco. Con haber usado unos lentes muy cuidadosamente elegidos, se hubiera pintado con toda comodidad, y sus obras hubieran sido perfectas”. Estas palabras del “especialista en las enfermedades de los ojos”, Germán Beritens desataron en 1913 la hipótesis que resolvería el porqué de la originalidad radical del pintor Domenikos Theotokopoulos y, al tiempo, le estigmatizarían con el astigmatismo.

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