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La gala acaba con dimisión

El arte contemporáneo aprende la lección

En su semana grande, el arte contemporáneo habla de dimisiones. Los pocos galeristas que acudieron a la entrega de los premios RAC, en el Museo Nacional

Foto: Miguel Cereceda (izquierda), junto a Marián López-Fernández Cao y Jaime Sordo.
Miguel Cereceda (izquierda), junto a Marián López-Fernández Cao y Jaime Sordo.

En su semana grande, el arte contemporáneo habla de dimisiones. Los pocos galeristas que acudieron a la entrega de los premios RAC, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, preferían olvidar lo que pasó el viernes y centrarse en el montaje del stand del que depende su supervivencia. Por un momento, se trató de engañar al hambre y la precariedad con refrescos y confeti, pero las malas ideas nunca acaban bien.

A dos días de la inauguración del momento álgido de venta de obra de arte en este país, el presidente de la asociación más fuerte de arte contemporáneo dimitía. Miguel Cereceda, que se había empeñado en un viaje sin retorno, dejaba la presidencia del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC). Evidentemente, ARCO no va a sufrir ninguna alteración en sus constantes vitales, sobre todo, porque los galeristas, como ayer reconocía alguno a este periódico, prefieren cerrar filas y dejar la suciedadescondida lejos de los coleccionistas. Desafortunadamente, ellos también fueron partícipes del improperio del pasado viernes negro. Con el IAC colaboró la Asociación 9915, que agrupa a los principales coleccionistas del país, así como la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV).

Pero la decisión de crear una gala para hacer del arte un show fue de Cereceda, que lo llevaba en el programa de su candidatura hace un año y en el ADN de su visión del sector. “Mi obstinación por llevar adelante un proyecto insensato, en contra de los reiterados avisos de los propios miembros de la Junta Directiva, creo que ha perjudicado gravemente a la buena imagen del Instituto de Arte Contemporáneo”, escribe Cereceda en su carta de renuncia. No era una buena idea, era una mala copia de los Premios Goya.

El día después de la gala, Cereceda argumentó el fracaso debido a la sexualidad de la presentadora, Topacio Fresh, un transexual que ha “incomodado a la sociedad hipócrita, pacata y mojigata en la que vivimos”

A la mañana siguiente del día de autos, el ex presidente no se mostraba tan templado y cabal: “No hizo falta esperar a la gala para dejar caer sobre ella una sentencia de muerte. Cuarenta y ocho horas antes de que se celebrara, ya había sido condenada unánimemente. Las redes sociales bramaban de indignación contra un modelo de cultura “banal y espectacularizado que no queremos para el arte”. Es más, veinticuatro horas antes de que se celebrara, ya publicó El confidencial —ese periódico caracterizado por su objetividad y su imparcialidad— un durísimo alegato contra la misma”, dejaba escrito Cereceda en su cuenta de Facebook.

El profesor de la Autónoma se refiere al artículo en el que Valentín Roma confirma a este periódico que renunciaba a su reconocimiento como mejor comisario del año por estar “en completo desacuerdo con la gala”. Explicaba el experto que “en un momento de precariedad cultural como éste no se puede hablar de visibilidad como urgencia, porque hay cosas más importantes que acatar en el arte”. Su queja se levantaba contra un modelo de reivindicación del arte contemporáneo que no le interesaba, el que emplea los parámetros del espectáculo del cine.

Una sociedad hipócrita

Sin embargo, Cereceda el sábado argumentó el fracaso debido a la sexualidad de la presentadora, Topacio Fresh, un transexual que ha “incomodado a la sociedad hipócrita, pacata y mojigata en la que vivimos”. El historiador del arte se quejaba de que la crítica contra la banalidad y el espectáculo se escondía una represión “homófoba”. “Topacio es, sin embargo, una verdadera mujer. Así está oficialmente registrada en el registro civil español. Pero los valores que ella encarna resultan conflictivos y problemáticos, tanto para los hombres como para las mujeres”, continuaba.

El vicepresidente del IAC, Daniel Castillejo, director del ARTIUM, reconocía que la junta directiva de la asociación había tomado la decisión de corregir la situación con rapidez. La decepción fue tan grande tras la gala que algunos socios dudaban de seguir vinculados al grupo. “Fue bastante demencial, me quedé espeluznado”, reconoce Castillejo a este periódico.

Llama la atención que durante todo este año la junta directiva no haya pedido cuentas a Cereceda, quien ha trabajado en exclusiva y en solitario para este proyecto. “Todo lo había asumido él”, dice el vicepresidente y presidente en funciones. Tampoco había un control económico sobre el montaje del espectáculo: “Hablaba de que se buscaba financiación externa y comentaba que lo había conseguido. Nos fiábamos de él, aunque lo que más nos preocupaba era el tono en el que se iba a contar. Eso sí, la junta no iba a poner ni un euro, todo debía ser a base de patrocinio”. Ahora tendrán que hacer las cuentas.

El público indignado

Este periódico ha podido saber que el mismo viernes, entre las tres y las cinco de la tarde el show se había anulado. Un grave enfrentamiento entre los productores del espectáculo y Miguel Cereceda estuvo a punto de dar al traste con todo lo que vendría después. El motivo fue una rebaja considerable en los fondos que Cereceda aseguraba había logrado recaudar y el incumplimiento del acuerdo al que había llegado con la productora. La suma era menor que la pactada, por debajo de los 20.000 euros. Las partes terminaron reconciliándose con la promesa de que para la siguiente gala los ingresos serían mayores.

El propio ex presidente reconoció ayer a este periódico que la fiesta estuvo organizada “por cuatro personas” y el resultado fue que “todo el mundo salió indignado”. “Se ha vivido como una experiencia de lo que no debe ser y debo asumir responsabilidades. Ser presidente del IAC es un sufrimiento. No es algo remunerado, es un compromiso por el que pongo dinero. Y en las últimas semanas ha sido un trabajo ímprobo. La dimisión es casi una liberación”, aseguraba.

Cereceda reconoce que el error del guión es culpa suya porque no pudo revisarlo. Pensó que era un vodevil. Pensó que era un entremés, que no tenía mayor importancia

Reconoce que su mayor error ha sido la obstinación de incorporar un formato para el que el arte (todavía) no está preparado, aunque al menos observa un hecho positivo: el apoyo incondicional de Museo Reina Sofía y de su director Manuel Borja-Villel, quien entregó el premio de honor por su carrera a la galerista Soledad Lorenzo.

Entre los deslices graves de Cereceda fue confiar el guion a Álvaro Forqué y no revisarlo para detectar la falta de rigor del mismo. “El error del guión es culpa mía porque no pude revisarlo. Pensé que era un vodevil. Pensé que era un entremés, que no tenía mayor importancia. Pero no tenía posibilidad física de revisarlo, mientras cerraba vuelos, alojamiento, discurso, etc. Se puede hablar de torpeza y asumo las responsabilidades”, explica.

La primera gala del arte contemporáneo ha terminado como el rosario de la aurora y con una junta extraordinaria del IAC este jueves. El viernes también hay reunión de todas las asociaciones del sector, artistas, galeristas, críticos, directores, etc. La experiencia ha enseñado que la fama tiene un precio y el arte lo ha pagado.

En su semana grande, el arte contemporáneo habla de dimisiones. Los pocos galeristas que acudieron a la entrega de los premios RAC, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, preferían olvidar lo que pasó el viernes y centrarse en el montaje del stand del que depende su supervivencia. Por un momento, se trató de engañar al hambre y la precariedad con refrescos y confeti, pero las malas ideas nunca acaban bien.

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