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Judío, colaboracionista y resistente
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estreno de 'el último de los injustos'

Judío, colaboracionista y resistente

Benjamin Murmelstein fue el gran rabino de Viena durante los años treinta del pasado siglo y posteriormente miembro del Consejo Judío del campo de concentración situado

Foto: Claude Lanzmann en el rodaje del filme
Claude Lanzmann en el rodaje del filme

Benjamin Murmelstein fue el gran rabino de Viena durante los años treinta del pasado siglo y posteriormente miembro del Consejo Judío del campo de concentración situado en la localidad checa de Terezín, que los alemanes bautizaron como Theresienstadt. Al final de la guerra se había convertido en el único de los "ancianos" judíos, así se denominaba a quienes ejercían ese tipo de cargo, que quedaba vivo en Europa. En 1945 fue juzgado por colaboracionista, pero se le declaró inocente. Desde entonces residió en Roma y no puso jamás un pie en Israel. En 1975 recibió en su domicilio a Claude Lanzmann, antiguo miembro de la resistencia francesa, periodista y colaborador de Les Temps Modernes, la revista fundada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir de la que acabó siendo director.

Lanzmann estaba llevando a cabo el trabajo de su vida: la búsqueda de supervivientes y testimonios de los campos de concentración nazis para realizar un documental sobre el Holocausto. Por aquel entonces, el genocidio de los judíos era un asunto todavía semi silenciado por la historia. Lanzmann dedicó más de una década a recopilar documentación y entrevistas para construir Shoah (1985), una película de casi diez horas que, prescindiendo voluntariamente de cualquier imagen de archivo de los campos de concentración, marcó un antes y un después en la aproximación a los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Las entrevistas con Benjamin Murmelstein quedaron fuera del montaje final de Shoah. Según las declaraciones del propio Lanzmann, varios fueron los motivos: por un lado, era un testimonio demasiado interesante para reducir su presencia a algo meramente anecdótico en el filme; por el otro, los asuntos que trataba rompían en parte la unidad temática y el tono de la película. El cineasta francés ha recuperado ahora esos diálogos para montar otro filme, El último de los injustos, que tiene una entidad propia al tiempo que funciona como complemento de Shoah.

Lanzmann ha convertido su carrera en la demostración de que el Holocausto es un asunto que nunca se agota...

No es la primera vez que Lanzmann lleva a cabo esta operación. Otros títulos de su filmografía gravitan en torno a Shoah y rescatan asuntos o material que no llegaron a incluirse allí. Es el caso de Un vivant que passe (1997), centrada en Maurice Rossel, el representante de la Cruz Roja que visitó el campo de concentración de Theresienstadt para darle la razón a la propaganda nazi que rezaba que aquel era un gueto modelo. De Sobibor, 14 octubre 1943, 16 heures (2001), que rescata del olvido la rebelión del campo de Sobibor contada por una de sus protagonista, Yehuda Lerner. Y de Le Rapport Karski (2010), dedicada a la figura del resistente polaco cristiano Jan Karski, una de las primeras personas que llamaron la atención internacional sobre lo que estaba pasando con la comunidad judía en su país.Lanzmann ha convertido su carrera en la demostración de que el Holocausto es un asunto que nunca se agota...

La personalidad de Murmelstein y su papel durante la Segunda Guerra Mundial permiten a Lanzmann abordar una cuestión moralmente espinosa en El último de los injustos: ¿cuál fue la responsabilidad de los judíos que ostentaban algún tipo de cargo en sus respectivas comunidades o en los campos de concentración? ¿Se puede acusar a Benjamin Murmelstein de colaboracionista, como hicieron en su momento Hannah Arendt o Gershom Sholem, por el hecho de que se viera obligado a negociar con Adolf Eichmann o con los dirigentes de Theresienstadt? ¿Cuando Murmelstein daba instrucciones al resto de prisioneros para que "embellecieran" el campo de concentración, se convertía en cómplice de la propaganda nazi o, por el contrario, adoptaba una estrategia para garantizar la supervivencia de los suyos?


El último de los injustos, calificación que Murmelstein se otorga a sí mismo, no pretende emitir ningún tipo de veredicto sobre la inocencia o culpabilidad del antiguo rabino de Viena. La película pone sobre la mesa y profundiza en todos los aspectos que impiden una sentencia simple ante un caso complejo. Y lo hace en parte a través de esta serie de entrevistas de hace casi cuarenta años que conforman un enfrentamiento dialéctico de primer nivel entre dos combatientes de altura. Por un lado Lanzmann, de quien ya conocíamos la insistencia a la hora de interrogar a sus entrevistados para llegar al fondo de todas las cuestiones.

Por el otro Murmelstein, quien, a pesar de estar continuamente autojustificándose, se desvela como un orador fascinante, un hombre de una capacidad intelectual como ya pocos se encuentran por este mundo, capaz de citar a Cervantes (compara su propia actitud con el pragmatismo de Sancho Panza frente al idealismo estéril del Quijote) y a la Sheherezade de Las mil y una noches.

Las imágenes de archivo de las charlas con Murmelstein se acompañan de metraje nuevo rodado expresamente para el filme. En la misma línea que en Shoah, aquí Lanzmann también regresa a los espacios del horror para convocar desde el presente la historia pasada. El veterano periodista recorre el antiguo lager de Theresienstadt, "la ciudad que Hitler regaló a los judíos", mientras reconstruye la vida en el campo a partir una vez más de testimonios de primera mano.

Cuenta con unos documentos preciosos (y lo más cercano que ha utilizado en su obra a una "visualización" de la barbarie): los pormenorizados dibujos de las condiciones de vida allí que elaboraron algunos de los prisioneros para desmentir las versiones oficiales. Y también de la voz de Murmelstein, en este caso en otro registro: el rabino publicó a principios de los años sesenta Terezin, il ghetto modello di Eichmann, unas memorias de su estancia en Terezín donde narra con prosa brillante la cotidianidad en el campo. El libro acaba de ser reeditado en Italia.

Obra magna, densa, sobria y compleja en una era de tiempos y películas líquidas, El último de los injustos también resulta un antídoto ante el proceso de trivialización que ha sufrido el holocausto desde finales del siglo pasado, cuando dejó de ser una cuestión casi tabú y devino el tropo recurrente a la hora de referirse a barbaries y genocidios. La película se sitúa en las antípodas de la “monumentalización” de la memoria histórica; de cierta ficción hollywoodiense que liga este episodio histórico a un sentimentalismo obsceno; y de la utilización de la palabra "nazi" como un insulto arrojadizo entre opinadores de todo pelaje y políticos irresponsables. Una vez más, Claude Lanzamann retorna a uno de los grandes horrores del siglo XX para presentarlo en su verdadera dimensión histórica.


El último de los injustos
Director: Claude Lanzmann
Género: Documental
Nacionalidad: Francia
Duración: 220 minutos

Benjamin Murmelstein fue el gran rabino de Viena durante los años treinta del pasado siglo y posteriormente miembro del Consejo Judío del campo de concentración situado en la localidad checa de Terezín, que los alemanes bautizaron como Theresienstadt. Al final de la guerra se había convertido en el único de los "ancianos" judíos, así se denominaba a quienes ejercían ese tipo de cargo, que quedaba vivo en Europa. En 1945 fue juzgado por colaboracionista, pero se le declaró inocente. Desde entonces residió en Roma y no puso jamás un pie en Israel. En 1975 recibió en su domicilio a Claude Lanzmann, antiguo miembro de la resistencia francesa, periodista y colaborador de Les Temps Modernes, la revista fundada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir de la que acabó siendo director.

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