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Capa mató el blanco y negro
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el fotógrafo trabajó en color desde 1938

Capa mató el blanco y negro

“Por favor, manda inmediatamente 12 rollos de Kodachrome con todas las instrucciones". La carta de Capa no deja dudas: estaba entregado al color

Foto: 'En el camino de Namdinh a Thaibinh', Indochina, (Vietnam). 1954 ©Robert Capa/International Center of Photography/Magnum
'En el camino de Namdinh a Thaibinh', Indochina, (Vietnam). 1954 ©Robert Capa/International Center of Photography/Magnum

“Por favor, manda inmediatamente 12 rollos de Kodachrome con todas las instrucciones; si son necesarios los filtros especiales, etc. En una palabra, todo lo que debo saber. Envíalo “vía Clipper”, porque tengo una idea para Life”. Robert Capa escribe a su amigo húngaro Peter Koester el 27 de julio de 1938, desde China, donde está ocho meses cubriendo la guerra sino-japonesa. Capa está notablemente excitado. Unos días atrás ha utilizado por primera vez película a color, durante el incendio y devastación que el ejército japonés ejecuta sobre la ciudad de Hankou. Esto ocurre el 19 de julio. Cuatro meses más tarde, Life publica el reportaje del conflicto. En dos dobles páginas incluye cuatro de aquellas imágenes a color combinadas con otras tantas en blanco y negro. En la puesta en página estas últimas se centran en el gesto y los personajes, en el retrato del dolor. Las otras reproducen las escenas de la ruina, con la ciudad en llamas y desolada.

A los pocos días de escribir la carta a Koester, Capa recibe una de su hermano Cornell. Le mandará sólo tres rollos de color; 12 son demasiado caros. No conocemos si recibió la película, porque no hay más imágenes publicadas de su estancia en China, pero sabemos que quedó impresionado con el color. En menos de tres años le vemos cruzando el Atlántico en un convoy aliado. 1941, Segunda Guerra Mundial, además de blanco y negro va armado de Kodachrome. Hasta 1943 combina ambos formatos, pero deja de hacerlo a favor del blanco y negro hasta 1947. Ese año, y ya para el resto de su vida, de su cuello colgarán dos cámaras, con dos películas distintas en sus tripas.

Desde 1938 hasta 1954 Capa, el maestro del blanco y negro de la guerra, tuvo siempre presente una doble visión de los acontecimientos. Discernía ante el hecho qué ojo emplear. El descubrimiento es chocante y es gracias a las investigaciones de Cynthia Young que aparecerán sus trabajos en color el próximo 31 de enero, en el Centro Internacional de Fotografía (IPC), con la primera retrospectiva de las fotos en color del que es el fotógrafo más famoso del mundo.

placeholder Robert Capa. Inmigrantes desembarcan cerca de Haifa, (Israel), 1949 -50 ©Robert Capa/International Center of Photography/ Magnum

Young explica que esta parte del trabajo del hombre que documentó algunos de los acontecimientos políticos y bélicos más importantes de la Europa occidental de la segunda mitad del siglo XX, es prácticamente desconocida. De ahí la extrañeza. El color de Capa se ha mantenido en silencio más de sesenta años. Todo lo que conocemos de él, sus míticos reportajes de París, la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial, la Europa de la posguerra y sus últimas fotos en Indochina son en blanco y negro. Y sin embargo hay versión color.

La exposición descubre a “un destacado reportero gráfico que se abraza al color en los cuarenta” y “cambia nuestro sentido de cómo Capa opera como fotógrafo y lo temprano que lo integra en un terreno dominado por el blanco y negro”, cuenta la comisaria, que asegura que ninguno de los grandes reporteros de entonces tiraron con color antes de la década de los cincuenta. De hecho, no es hasta mediados de los setenta, con la exposición histórica del trabajo de William Eggleston, en el MoMA, cuando el color se acepta como un medio con credibilidad.

El archivo del IPC cuenta con cerca de 4.200 negativos de color de 35 milímetros, así como un centenar en formatos de 3x4 y 4x5

El archivo del IPC cuenta con cerca de 4.200 negativos de colorde 35 milímetros, así como un centenar en formatos de 3x4 y 4x5. La mayoría están agrupados en una clasificación temática, pero otros tantos se encuentran revueltos, como los reportajes sobre los nuevos inmigrantes que hizo en Israel o las imágenes que tomó en plena dictadura estalinista, durante su viaje, en 1948, junto con el escritor John Steinbeck (publicado en España por Capitán Swing).

“Nos preguntamos cuántos podría haber como ella, mentes que ya no podían tolerar seguir viviendo en el siglo XX, que se habían retirado a las antiguas colinas del pasado humano, a la vieja selva del placer y del dolor y de la supervivencia. Era un rostro con el que soñar durante todo el tiempo”, escribe el autor de Las uvas de la ira ante una niña descalza y sucia, que hurga en las basuras de Stalingrado.

Un adelantado al color

Cornell clasificó y archivó los trabajos de color de su hermano. La mayoría de los sobres guardaban materiales en alta degradación, confirmada por Robert. En estos escribe “mal color”, “únicamente valor documental” o “recuerdo”. La mayoría están realizadas en película Kodachrome, introducida en el mercado por Kodak en 1936. Capa también utilizó en Ektachrome, cuando la marca coloca el producto diez años después.

La primera daba un color brillante y poco efectivo para los reporteros de prensa, además exigía más tiempo en el proceso químico (el fotógrafo debía mandar la película a una de las escasas plantas de procesado que tenía Kodak y esperar su regreso). Ektachrome podía ser tratada en cualquier laboratorio, pero se ha mostrado muy frágil con el paso de los años. De hecho, Cornell ha visto cómo muchas de los negativos se han tornado en rosa. Cynthia Young afirma que la mayoría han debido someterse a una recuperación digital para devolverles el color original.

Capa vio las posibilidades de la nueva herramienta por encima de las posibilidades técnicas que la herramienta le ofrecía. El tratamiento del color ralentizaba el proceso. La película en blanco y negro era veloz y estaba lista para publicar mucho antes que la de color. El material presentado en esta revisión histórica es revelador, porque deja entrever a Capa como un fotógrafo en color que triunfó en blanco y negro. Y nunca pudo escapar a él.

placeholder Picasso con su hijo Claude, en Vallauris (Francia), 1948 © Robert Capa/International Center of Photography/Magnum Photos

La primera monografía significativa del reportero húngaro apareció en 1964, diez años después de su muerte, en la que se presentaban todas las imágenes en blanco y negro de sus cinco conflictos: las semillas de la guerra en París, la Guerra Civil Española, la Guerra Sino-Japonesa (1937-1945), II Guerra Mundial, Guerra Árabe-israelí e Indochina. Los sujetos de color no tenían lugar en la visión del fotógrafo que su hermano difundía de la obra de Robert. Además, si cualquier fotógrafo de entonces usaba el color para cubrir cualquier motivo de la actualidad, inmediatamente era impreso en blanco y negro.

“La mayor parte de la obra de color de Robert Capa fue producida en estrecha relación simbiótica con las revistas de la posguerra y apreciado por su capacidad para entretener. El trabajo político de los años treinta, las heroicas imágenes de la II Guerra Mundial y la difícil situación de los refugiados fue ajeno al paraíso del glamour y fiesta de gente guapa y famosa con los que llenó las revistas cuché. Ese también fue Capa: en guerra y en fiestas. Así logró mantener a flote Magnum cuando se quedó sin guerras.

La mayor parte de la obra de color de Robert Capa fue producida en estrecha relación simbiótica con las revistas de la posguerra

En una reveladora cata de 1952, escribe a sus socios en la agencia sobre la evolución y preferencia del color en los magazines. “Tenemos que disparar mucho más en color. Muchas más historias de color por cualquier motivo”. Las revistas de la posguerra querían color, querían acabar con la huella del horror y la ruina, siempre en blanco y negro. Capa llamaba a sus compañeros a pensar con otros ojos. Las cosas habían cambiado, diez años atrás Life no quiso publicarle en color el reportaje que había realizado con Kodachrome sobre Gary Cooper y Ernst Hemingway, con sus familias en unas vacaciones en Sun Valley (California, EEUU). Las fotos son simplemente maravillosas.

Una guerra nunca vista

“Comparando una foto de color y una blanco y negro de las tropas a bordo de un barco camino Italia, una siente inmediatamente la diferencia dramática entre ambas y cómo percibimos el tiempo en el que las fotos fueron hechas. La de blanco y negro confirma nuestro conocimiento visual de la II Guerra Mundial. Apenas añade más información. La imagen a todo color, sin embargo, es una sacudida de nuestras nociones de la época. El cabello rubio decolorado por el sol y la piel bronceada del pecho y los hombros de los soldados que juegan a las cartas en la superficie hacen de los hombres en la fotografía una mirada contemporánea y un aire informal que, en realidad, evoca a las imágenes que nos han llegado de la Guerra de Vietnam, cuando la película de color ya se hizo con la cobertura de la contienda”, analiza Young sobre la aparición de la versión a color de una de las fotos míticas de Capa durante el traslado de tropas norteamericanas.

Muestra una habilidad intuitiva para el retrato y el color y una sensibilidad por los ritmos de la cultura cinematográfica insólita

En sus memorias de la Segunda Guerra Mundial, Ligeramente desenfocado (La Fábrica), escribe sobre las escenas que se le presentan, con la misma claridad de una fotografía a color: “Cada cinco metros un socavón en el suelo, y en cada uno al menos un soldado muerto. Alrededor de ellos, pastas de libros de bolsillo arrancadas y empapadas, latas de raciones vacías y pedazos desteñidos de cartas. Los cuerpos de los que se habían atrevido a salir de los agujeros se interponían en el camino. Su sangre seca y oxidada se mezclaba con el color de las tardías hojas otoñales que caían a un lado y otro”. Estaba cerca de Nápoles.

Si hay un asunto verdaderamente inesperado entre los fondos de color de Capa ese es el dedicado a los retratos de celebridades. En 1950 pasó por los platós de rodajes de películas europeas, con actores trabajando y fuera de actuación. “Muestrauna habilidad intuitiva para el retrato y el color y una sensibilidad por los ritmos de la cultura cinematográfica insólita”. Son cualidades que no desarrolla en otros asuntos que trata durante la posguerra, con la excepción de los retratos de la gente guapa que se encuentra en su reportaje de esquí, en los Alpes suizos.

placeholder Ava Gadner en el rodaje de 'La condesa descalza' (Capa/IPC)

Su siguiente paso en color fue adelantarse cuarenta años a la novela de Douglas Coupland, Generación X (1991). Capa inventó el término en una conversación con sus compañeros de Magnum, en 1949. Todos rondaban los cuarenta, todos eran de diferentes países, mantenían las mismas esperanzas y ambiciones que cuando tenían veinte. Era una generación cuya única preocupación era tener que decir sí o no a la guerra. Fue un gran reportaje, que él mismo describió en un pie de foto de esta manera: “Este fue uno de aquellos proyectos, que nacen en las mentes de quienes tienen grandes ideas y poco dinero. Lo gracioso de esto es que el nuestro se logró”.

Una vez más, la revista Holyday se hizo eco del trabajo a color, que publicó en una serie dividida en tres partes, en los primeros días de 1953. Trabajaron Chim, Cartier-Bresson y Eve Arnold. Debían retratar a un chico o una chica en los países en los que trabajaban. En total, el reportaje se cerró con 24 individuos de 14 países, de los cinco continentes. “Estoy cada vez más convencido de que mejor cuantas más personas de más países mezclemos, para destacar el contraste entre la misma generación”, dijo Capa.

Ninguna de las partes puede tomarse como única, porque sería como escuchar un concierto sin la mitad izquierda de la orquesta. Decir Capa es igual a color, ya no es blasfemia

En una carta de 1953 ya se muestra intranquilo por llevar demasiado tiempo lejos de lo que él consideraba el “trabajo de verdad”. “Indochina, o cualquier otra proposición que me lleve de nuevo a trabajar en mi tipo de territorio”. La guerra. Su territorio es la guerra y necesita volver a ella, aunque le espere la muerte. Y allí viaja en mayo de 1954.

Cynthia Young cree que este trabajo es el más llamativo de todos los que hizo en color. Capa llega al conflicto entre los franceses y el vietcong por encargo de Life. Voló a Bangkok el 2 de mayo y de allí a Hanoi. El 25 de mayo, Capa sale con dos cámaras: su Contax, con película en blanco y negro, y una Nikon –requisito comercial por su invitación a Japón- con color. Su convoy viaja por una carretera que bordea los arrozales, por el que se amontonan campesinos y soldados. El fotógrafo abandona el convoy y sigue por su cuenta, fotografiando soldados avanzando por los campos y vecinos con sus actividades. Mientras escalaba un dique pisa una mina terrestre y fallece en el acto.

¿Fotos o fotogramas?

Las fotos que han llegado son increíbles. Los campamentos con cañones humeantes, en medio de una inmensa pradera tomada por el desorden de las cajas de obuses y tiendas de campañas andrajosas. El cielo veraniego cierra la escena, que recuerda a un fotograma de La delgada línea roja (1998), de Terrence Malick.

Estaba allí cuando una bicicleta cargada con unos gigantescos fardos de arroz se sale del camino. Camiones y jeeps detenidos en la cuneta, mientras los vecinos pasan cargados camino de la ciudad más próxima. La secuencia muestra al grupo de personas que se ha detenido a ayudar al campesino, que tira de su bici con la camisa empapada en sudor. Se mueve un poco más allá, la carretera es un hervidero en la que se mezcla la vida civil y militar. A un lado los soldados y sus motos. Al otro, un pastor lleva de la mano a un niño y dirige un grupo de patos. Click.

Ahí acaba la vida de color y blanco y negro de Robert Capa. Ninguna de las partes puede tomarse como única, porque sería como escuchar un concierto sin la mitad izquierda de la orquesta; pero tampoco puede ignorarse el color, porque sería ignorar uno de los mayores desafíos a los que se enfrentó, con un éxito rotundo. La verdad y el compromiso no se resienten en el trabajo del reportero de guerra más importante de la historia, la denuncia de las injusticias no solo se mantiene intocable, sino que cobra vida y se multiplica. Decir color es igual a Capa, ya no es blasfemia. En su muerte, las revistas le recordaron publicando sus fotos en blanco y negro.

“Por favor, manda inmediatamente 12 rollos de Kodachrome con todas las instrucciones; si son necesarios los filtros especiales, etc. En una palabra, todo lo que debo saber. Envíalo “vía Clipper”, porque tengo una idea para Life”. Robert Capa escribe a su amigo húngaro Peter Koester el 27 de julio de 1938, desde China, donde está ocho meses cubriendo la guerra sino-japonesa. Capa está notablemente excitado. Unos días atrás ha utilizado por primera vez película a color, durante el incendio y devastación que el ejército japonés ejecuta sobre la ciudad de Hankou. Esto ocurre el 19 de julio. Cuatro meses más tarde, Life publica el reportaje del conflicto. En dos dobles páginas incluye cuatro de aquellas imágenes a color combinadas con otras tantas en blanco y negro. En la puesta en página estas últimas se centran en el gesto y los personajes, en el retrato del dolor. Las otras reproducen las escenas de la ruina, con la ciudad en llamas y desolada.

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