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JFK: el complot comunista que podía haberse evitado
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el libro 'jfk: caso abierto' aporta nuevos datos

JFK: el complot comunista que podía haberse evitado

La obra del periodista Philip Shenon ofrece datos que confirman que el asesinato de podría haberse evitado si la CIA y el FBI hubieran actuado correctamente

Foto: JFK en Dallas el día de su asesinato
JFK en Dallas el día de su asesinato

“JFK no habría muerto en Dallas el 22 de noviembre de 1963” si el FBI y la CIA hubieran compartido toda la información que disponían sobre Lee Harvey Oswald. El autor de esta frase, que pone en entredicho todo lo que se da por cierto del asesinato del presidente Kennedy, no es otro que Clarence Kelley, director del FBI entre 1973 y 1978. Kelley se manifestó en estos términos al conocer los datos que se habían ocultado e incluso destruido durante la investigación sobre el magnicidio que dio lugar al informe Warren. Un manuscrito que ahora se observa como algo inexacto e incompleto, y que muchas veces fue puesto en duda.

Esta es una de las conclusiones que el periodista de The New York Times, Philip Shenon, ha extraído de sus cinco años de investigación y entrevistas a investigadores de la propia Comisión Warren. Toda la información que Shenon encontró se puede ahora consultar en las páginas de JFK: Caso abierto (Editorial Debate), un libro que reabre las heridas de un asesinato que conmovió al mundo.

El periodista evita constantemente volver a la teoría de la conspiración, pero con sus datos revive muchas de ellas. Principalmente aquella que sitúa el origen del atentado en una conspiración comunista de la que Oswald era el último peón. Nunca se pudo confirmar con seguridad si Cuba o la Unión Soviética participaron, pero ahora se conoce que durante las semanas anteriores al magnicidio, Oswald había permanecido en México visitando las embajadas de ambos países. Lo peor del asunto es que el FBI tenía monitorizado a Oswald (del que se conocía su simpatía por los comunistas) y a pesar de sus movimientos nunca fue considerado una persona peligrosa para la seguridad del presidente.

Asesinato de Lee Harvey Oswald (CC)Es más, todos los datos sobre su estancia en México nunca fueron enviados a la Comisión Warren y sólo años después de que el caso se considerara cerrado se han podido conocer. Una de las revelaciones más impactantes del libro es aquella que asegura que J. E. Hoover, director del FBI llegó a conocer un testimonio que aseguraba haber escuchado a Lee Harvey Oswald contar en la embajada cubana su voluntad de asesinar el presidente. Esta información nunca fue publicada, como tampoco lo fue el hecho de que la comisión llegó a reunirse con Fidel Castro. Allí, el comandante negó cualquier relación con el crimen, lo que para la investigación dio por cerrado cualquier atisbo de conspiración extranjera.

Negligencia reincidente

El principal problema de la investigación del asesinato de Kennedy no es que negaran la posibilidad de que otros gobiernos estuvieran involucrados, sino que nunca hizo caso a las pruebas que apuntaban en esa dirección. Esta negligencia no fue puntual, sino que en los años posteriores al cierre del informe Warren muchos informadores seguían corroborando esa teoría. La respuesta del FBI siempre fue dar por locas a las personas que aseguraban haber visto algo, o calificar sus testimonios como irrelevantes.

Un ejemplo: las informaciones que aseguraban que Silvia Durán (trabajadora en el consulado cubano en México) mantenía una relación sentimental con Oswald fueron ignoradas. Después del asesinato, el embajador estadounidense en México, Charles Thomas, informó al FBI de este idilio, nadie tiró de este hilo.

El FBI ignoró dos veces más informaciones relacionada sobre el vínculo directo entre Lee Harvey Oswald y la embajada cubana en México. La última de ellas en 1967, cuando un informante de la CIA, aseguró haber escuchado a la propia Silvia Durán confirmar su relación con Oswald.

A pesar de que JFK: Caso abierto nunca se atreva a marcar la conspiración comunista como origen del asesinato de Kennedy, sí que establece cuál podría ser la causa de que los cubanos quisieran ver al presidente muerto: la venganza. La CIA había planeado asesinar a comienzos de los años sesenta a Fidel Castro. Lo haría contratando a mafiosos que se trasladarían a Cuba y acabarían con la vida del comandante. Pero Castro interceptó la misión y en venganza organizó por su parte el asesinato de John Fitzgerald Kennedy.

Esta teoría ha cobrado fuerza en los últimos años debido a que en 2007 se confirmó el complot preparado por la CIA. Una información que conocía el presidente del FBI, J.E. Hoover, y que nunca trasladó a la comisión Warren.

El libro de Philip Shenon da un paso más allá y ofrece testimonios que señalan quién fue la mano ejecutora de dicho plan: Bobby Kennedy, el hermano de JFK.

Por tanto ya no sólo existe un solo hombre ejecutando un magnicidio, como clama la versión oficial de los hechos, sino que existe una persona afín al comunismo, que mantiene contactos y extrañas visitas en las embajadas cubana y soviética, y lo hace en un contexto de tensión máxima entre naciones. Hechos que al menos hubieran requerido que se investigara de nuevo todo lo que aconteció las semanas antes, y después, del 22 de noviembre de 1963. Un acontecimiento que cambió la historia americana, y que podía haberse evitado.

“JFK no habría muerto en Dallas el 22 de noviembre de 1963” si el FBI y la CIA hubieran compartido toda la información que disponían sobre Lee Harvey Oswald. El autor de esta frase, que pone en entredicho todo lo que se da por cierto del asesinato del presidente Kennedy, no es otro que Clarence Kelley, director del FBI entre 1973 y 1978. Kelley se manifestó en estos términos al conocer los datos que se habían ocultado e incluso destruido durante la investigación sobre el magnicidio que dio lugar al informe Warren. Un manuscrito que ahora se observa como algo inexacto e incompleto, y que muchas veces fue puesto en duda.

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