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El Reina Sofía manda la pintura invisible al Retiro
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inauguración de 'idea: pintura fierza'

El Reina Sofía manda la pintura invisible al Retiro

Que el actual equipo de dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tiene un problema con la pintura española de los años ochenta no

Que el actual equipo de dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tiene un problema con la pintura española de los años ochenta no es algo nuevo. La negación de Barceló es una cuestión criticada desde hace tiempo, y ha quedado patente en el último relato de la exhibición de la colección que Manuel Borja-Villel, su director, ha planteado en Mínima resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90.

De las 16 salas dedicadas a este periodo sólo aparece una obra de los cinco artistas que, curiosamente, reciben un homenaje en el Palacio de Velázquez del Retiro con la inauguración de la muestra Idea: Pintura Fuerza. En el gozne de los años 70 y 80, comisariada por Armando Montesinos. Ni Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939), ni Alfonso Albacete (Antequera, Albacete, 1950), ni Ferrán García Sevilla (Palma de Mallorca, 1949), ni Manolo Quejido (Sevilla, 1946), sólo Miguel Ángel Campano (Madrid, 1948) tiene presencia en la muestra de la sede principal del museo. El resto, junto con Campano, a la periferia.

Es el lugar que han ocupado desde su explosión en los ochenta, porque son los artistas de la Transición, los llamados a dar los primeros años tras la represión política de la Dictadura, los responsables en hacer saltar por los aires la expresión autónoma. La generación que desbordó el dique del castigo.

Por fin la libertad

Albacete recuerda cómo en 1976 la Policía retiró su obra en el Colegio de Arquitectos de Valencia. “Entonces te arrestaban si usabas colores inapropiados”. El pintor también reconoce que no ha vuelto a probar las mieles del reconocimiento y la fama como en aquellos maravillosos ochenta. Una vez pasó el subidón democrático vino el olvido.

En la presentación de la muestra sólo hubo buenas palabras para todos ellos, tantas y tan buenas, que es inexplicable cómo es posible que no tengan una presencia más notable en nuestros museos, en la colección del Reina Sofía, sin ir más lejos.

Arte exposiciónDe Albacete el museo tiene Tercera Pérgola (1980); de Ferrán García Sevilla hay tres obras (todas ellas de los ochenta); de Navarro Baldeweg, el más sobresaliente mediáticamente de ellos, hay tres pinturas, de los años ochenta; Campano está mejor representado y cuenta con 7 obras, con piezas que cubren su trayectoria; y Quejido, el más afortunado, con 16 cuadros, todos de los setenta y ochenta. En este caso su ausencia en la nueva lectura de la colección es todavía más llamativa.

Plena actualidad

Manuel Borja-Villel aclaró en la rueda de prensa que la muestra recorre un momento muy preciso, que va desde mediados de los setenta a mediados de los ochenta. Lo definió como “momento de transición”, desde el tiempo de la academización conceptual a la “espectacularización de la práctica artística”. Explicó que esta pintura no renunció a la tradición de la propia pintura, que reflexionó sobre los mecanismos de la propia pintura, que trabajaron en los márgenes y que por eso sigue siendo muy válida. “Parece hecha en estos momentos”, añadió.

Por su lado, el comisario puntualizó que la exposición surge a petición del Reina Sofía y que no se pidió una mirada histórica, sino “un ensayo”. “Esta pintura es una expresión de los procesos de pensamiento, por eso no es una vuelta atrás, sino una acción hacia adelante. Estos pintores, que nunca fueron un grupo, son cinco fuertes individualidades”, explicó Montesinos.

El crítico Mariano Navarro, especialista en aquella época y partícipe en el catálogo, dijo que descubrieron nuevas sensibilidades y “llevaron a la contemporaneidad lo que podía llevarse de la modernidad”. “Son un ejemplo de civismo, porque trasladaron a la sociedad elementos básicos para la existencia del ciudadano”, añadió.

Entonces, ¿por qué no están presentes en la sede principal del Reina Sofía? “Porque están aquí y no están allí”, respondió tajante el director del museo. “La colección de los ochenta irá cambiando periódicamente. Esta es una exposición complementaria”, aseguró. Una exposición que se complementa lejos, en los márgenes.

El agrio halago

Es un extraño homenaje silenciado, porque el halago también puede significar desaprobación. Con una revisión de este porte, las críticas sobre la ausencia de la pintura española que estrena democracia pueden ser acalladas, al menos hasta el 18 de mayo. Lástima que ni siquiera se mueva fuera de nuestras fronteras.

Arte exposiciónHasta entonces se podrá ver una exposición que hace memoria. Casi memoria histórica, a partir de cuadros de hace tres décadas, extraídas de la trayectoria de cada uno de los cinco, que representan ese momento y nada más. Ni la evolución ni los antecedentes de los artistas. Un instante congelado en la historia de la pintura de este país. Un fotograma compuesto por 48 piezas (de las cuales sólo 3 pertenecen al Museo Reina Sofía).

Montesinos pone en marcha la panorámica en el año 1978, el año siguiente a las primeras elecciones generales, después de cuatro décadas de dictadura, con un “panorama artístico español muy activo, pero débil en sus estructuras”. “La historia oficial nos dice que los ochenta son los años de la pintura en España, lo que, entre otras cosas, obvia la importancia que entonces cobró la escultura”, escribe el comisario.

Fueron años de pelea entre la ideología y la estética, “la pintura presuntamente despolitizada ocuparía el primer plano artístico en los ochenta, pero no como vanguardia del devenir artístico, sino como el producto más cotizado del arte”, contó Alberto López Cuenca en Revista de Occidente, en 2004.

Sin vínculos aparentes

Los cinco pintores tienen pocas cosas en común, pero todos entienden la tradición de la pintura como algo no cerrado en su estructura conservadora, sino como “toma de energía para trabajar contemporáneamente” y en la voluntad común de la “reflexión sobre la materia”.

Sólo Miguel Ángel Campano ha tenido una dedicación exclusiva a la pintura. Los demás experimentaron con la poesía visual, el arte conceptual y la performance. Los inicios de Campano estuvieron dedicados al informalismo automático y a la abstracción, acercándose a la geometría dura para abandonarla a los pocos años.

“Una de las caracterizaciones fuertes que se ha hecho del trabajo de Campano es el de la ausencia de estilo, su libérrimo tránsito por caminos literalmente opuestos”, dice Navarro, quien señala las influencias de Robert Motherwell y Cy Twombly, e incluso Cézanne. La explosión gestual de El zurdo (1980) es una de los grandes momentos de la exposición.

En el caso de Albacete, uno de los grandes olvidados, las referencias cromáticas y constructivas se vinculan con Jasper Johns. Vibración y multiplicación de colores, que entran en tensión con la trama geométrica. Al artista se le reconoce por su vertiente más figurativa, que no es la que no se enseña aquí. Navarro lo califica como un pintor que ha tenido la capacidad de discutir los fundamentos del clasicismo.

Arte exposiciónEl más salvaje de todos es Ferran García Sevilla, que hizo de la superficie el tema de debate. Sus cuadros son paredes en las que se estampan grafitis. Un antiautoritario de nacimiento, que carga en el discurso político, buscando los límites de la palabra y la pintura.

Manolo Quejido tampoco es un pintor con único interés en la figura humana, a pesar de lo seleccionado para este recorrido. Es Quejido, como el resto de sus compañeros, un pintor del acontecimiento, que realiza la mayoría de sus cuadros en una sesión; “aborda y resuelve en un mismo acto continuado y simple”. Esa aproximación al lienzo como hecho y no como representación es algo que Navarro destaca como propio de los cinco.

Los elementos básicos de la pintura de Juan Navarro Baldeweg –pintor, arquitecto y tantas otras derivas artísticas- son “la fortaleza visual de lo icónico, la universalidad singular del ornamento y lo hospitalario del ritmo”. Su primera exposición fue en 1960 y a lo largo de todo este tiempo “ha llevado a la pintura esa consciencia de las energías y flujos naturales”. Pintura, fuerza e ideas para rescatar del olvido pintores y pioneros de la libertad.

Que el actual equipo de dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tiene un problema con la pintura española de los años ochenta no es algo nuevo. La negación de Barceló es una cuestión criticada desde hace tiempo, y ha quedado patente en el último relato de la exhibición de la colección que Manuel Borja-Villel, su director, ha planteado en Mínima resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90.

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