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¡Saquen sus millones, esto es Londres!
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la capital británica ha acogido la feria frieze

¡Saquen sus millones, esto es Londres!

La ferie Freize convierte a la capital británica en centro del arte contemporáneo mundial, por encima incluso de su gran competidora, Nueva York

Foto: Feria frieze en Londres (EFE)
Feria frieze en Londres (EFE)

“Solía pensar que estábamos en desventaja respecto a Nueva York pero en estos momentos somos igual de dinámicos. Frieze es un fenómeno único, ha cambiado el panorama londinense. En estos momentos aún tratamos de recuperarnos de sus efectos, no sólo de la feria, que cerró el domingo pasado sino de todo lo que genera”. Son palabras de Andrew Renton, comisario independiente y director de la galería Marlborough Contemporary, ‘hermana pequeña’ de las otras Marlborough que pueblan varias ciudades del mundo, incluídas Madrid y Barcelona. Dedicada a artistas emergentes no necesariamente famosos ni necesariamente jóvenes, Marlborough Contemporary es una apuesta atrevida en un mercado que a juzgar por lo que se vio en la feria de arte Frieze London, no deja mucho espacio a la imaginación y sigue obsesionado con el negocio, que no va nada mal y que en Londres tiene a un anfitrión que ya es tan potente como Nueva York. ¿O quizás más?

Hace veinte años Londres no podía rivalizar con la Gran Manzana en cuanto a arte contemporáneo. El peso adquirido por la ciudad de los rascacielos tras la Segunda Guerra Mundial como nuevo refugio de artistas –sustituyendo al París de entreguerras- y el empuje dado por instituciones como el MOMA o el Whitney Museum la convertían en reina indiscutible de la producción artística contemporánea y por tanto, también en epicentro del mercado. Pero a finales de los ochenta estalló en Londres la fiebre por los Young British Artists, que unida al nacimiento en 2000 de la Tate Modern y al de Frieze en 2003 hizo que el péndulo del arte contemporáneo comenzara a moverse hacia este lado del Atlántico. Eso, unido al desembarco en Londres de oligarcas rusos, jeques árabes y nuevos ricos chinos cargados de millones e interesados en la nueva moneda segura para millonarios, el arte, ha convertido Londres en un epicentro de intercambio artístico y de producción que ya no tiene nada que envidiarle a Nueva York. Otra prueba de ello es que las galerías más potentes de Manhattan, como David Zwirner, Pace, Michael Werner o Marian Goodman han abierto o están a punto de abrir grandes espacios en Londres, en el barrio de Mayfair, donde se mueven las grandes sumas de capital y lejos del circuito de galerías más underground del barrio de Hackney, al este de la ciudad. “Nosotros vamos adónde están los artistas” decía recientemente Marc Glimcher, presidente de Pace. “Londres está en un cruce de caminos. Nueva York no” afirmaba en The Wall Street Journal.

La galería que dirige Andrew Renton tiene apenas un año de vida así que este año no acudió a Frieze aunque uno de sus artistas, Laurence Kavanagh, comisarió con obra de Victor Pasmore el stand de Marlborough Fine Arts London, que participó en Frieze Masters, esa feria gemela creada el año pasado para atraer a galerías dedicadas, como dice su nombre, a los maestros, es decir, desde Bruegel a Picasso y todo lo que el mercado considera como arte con pedigrí.

“Frieze Masters es casi mejor que un museo. Hay una calidad altísima y tiene menos público así que si te gusta la historia del arte es un placer. En cambio Frieze London me aburre. No sé, creo que quizás el mundo de las ferias de arte contemporáneo se esté agotando. Encontrarme otra vez con las esculturas de Jeff Koons me parece insufrible”. Así ve las cosas un asesor artístico que trabaja con importantes coleccionistas suizos y que prefirió no dar su nombre a El Confidencial. Él acudió a Londres entre otras cosas para asistir a las diferentes subastas organizadas por Christie’s y Sotheby’s, que se aprovechan de la presencia en la ciudad durante la semana de Frieze de cientos de coleccionistas y marchantes de arte para sacar a subasta lo mejor del año. Entre otras se organizaba la esperada puja de Thinking Big, de la colección de Charles Saatchi. El hombre que dio vida con sus millones a la generación de los Young British Artists (YBA) y convirtió en estrella mediática a Damien Hirst se deshacía así de algunas de las instalaciones más grandes y aparatosas de aquella época, -obras de Tracey Emin o Rebecca Warren-. Pero contra todo pronóstico, sólo recaudó 3.6 millones de euros, una cifra “bastante más baja de la esperada” según escuchó esta reportera por boca de un empleado de Christie’s. Tras años de precios en espiral ascendente vendiendo tiburones en formol (los de Damien Hirst, estrella indiscutible de los YBA) quizás las aguas de la cordura comercial estén volviendo a su curso, según sugeriría el resultado de la mencionada subasta.

Algunos temían que la amenaza de suspensión de pagos del gobierno estadounidense frenara la compra y venta de la feria por miedo a que los mercados financieros se desestabilizaran pero una vez más, el mercado del arte demostró que ya es un ente independiente de las finanzas y si tras la crisis de 2008 comprar arte se ha coronado como el valor-refugio más buscado, cinco años más tarde eso no parece haber cambiado. Galerías pequeñas como la española Maisterravalbuena, expresaban su satisfacción ante el éxito que había tenido su único artista: Nestor Sanmiguel Diest, un creador de 64 años con escasa proyección internacional pero una producción muy interesante que interesó mucho a los compradores, aseguró el dueño de la galería. “En esta feria todos saben mucho de arte y en nuestro caso parece que hemos traído al artista adecuado porque ha despertado muchísimo interés”.

En la galería Juana de Aizupuru, una de las tres únicas españolas presentes en Frieze, los puntos rojos se desplegaban entre artistas como Pierre Gonnord, Dora García o Wolfgan Tillmans. “No nos está yendo mal, ésta es una buena feria. Está muy bien organizada y Londres es una ciudad con mucho dinero y eso se nota” aseguraba De Aizpuru a El Confidencial el primer día de Frieze. ¿Es posible comparar Londres con Nueva York? “Son los dos mercados más potentes pero yo prefiero Londres. El Armory Show de Nueva York no funciona tan bien” asegura esta veterana que lo ha visto prácticamente todo. “Pues claro que han cambiado las ferias. Antes los artistas sólo se preocupaban de hacer un buen trabajo, que su obra se mostrara bien. Ahora la mayoría sólo piensan en ganar mucho dinero y hacerse famosos. Antes eso no era la prioridad. No es el caso de los nuestros pero yo lo veo cada vez más”.

Estrellas del arte contemporáneo

Hasta el año pasado el artista vivo por el que se pagaban los precios más altos era el neoyorquino Jeff Koons, un ex broker cuyo talento se ha puesto en entredicho a menudo y que ahora trabaja en exclusiva para la poderosa galería Gagosian, propiedad de Larry Gagosian, célebre por convertir en oro todo lo que toca. En Frieze su stand estaba dedicado por entero a Koons con varias esculturas custodiadas por dos guardias de seguridad con pinganillo que realmente demostraban el sorprendente giro que ha tomado el arte contemporáneo en los últimos años, con la proliferación de relaciones públicas que impiden acercarse a los artistas, con la multiplicación del artista-celebrity y con espectáculos como los de esos guardas de seguridad que ofrecían una performance sobre los excesos del arte sin habérselo propuesto.

En diversas galerías de la feria había fotos del nuevo ‘enfant terrible’ de la fotografía, el jovencísimo Ryan Mcginley, de quien el tiempo dirá si sus retratos de los jóvenes neoyorquinos de su generación eran tan buenos como su ubicuidad parece decir en Frieze. Un coétaneo suyo, el danés Jeppe Hein, triunfaba (al menos por público) en la galería 303 de Nueva York con una versión personal de Fontana con aliño siglo XXI: un cuadro de papel de aluminio-espejo con un corte en el centro idéntico al que hizo Fontana en el lienzo hace ya más de seis décadas.

Mientras esto ocurría en Frieze, por donde han pasado 70.000 personas según la organización y se ha vendido bien (es “un mercado muy energético” según la nota de prensa repartida por la feria tras su cierre) en el resto de la ciudad se inauguraban exposiciones por todas partes, algunos artistas abrían las puertas de sus estudios y al menos otras diez ferias en las que no había que pagar cincuenta libras para entrar competían por la atención del público. Algunas de ellas eran gratuitas, como Touch, donde todas las obras podían tocarse, o The other art fair.

Otras centradas en el diseño como PAD y aunque más o menos todas parecían querer aprovecharse del impulso comercial que llega con Frieze, al menos una parecía tener otro sabor, tanto en calidad como en presentación: The Moving Museum. Esta feria-exposición tomó el 13 de octubre literalmente el primer piso de un gigantesco edificio abandonado a los pies del Támesis y lo llenó con obras de artistas exclusivamente londinenses (aunque con múltiples pasaportes) que podrán verse de forma gratuita hasta el 13 de diciembre. Bajo el título Open Heart Surgery esta feria que cada año se organiza en una ciudad del mundo ofrece una amplia mirada sobre el trabajo que actualmente se hace en Londres.

Desplegada sin las estrecheces propias de las ferias en 3500 metros cuadrados y sin la masificación que se sufre en Frieze, bajo los desangelados techos de un edificio brutalista que sin embargo resulta un escenario mucho más real para el arte que las paredes prístinas y la moqueta de las grandes citas comerciales, Open Heart Surgery reúne una buena muestra del pulso artístico que late en esta ciudad. Desde el trabajo de la pareja de fotógrafos Broomberg & Chanarin, ganadores del premio de fotografía Deutsche Börse 2013 con un trabajo muy conceptual de corte pacifista a las afiladas propuestas del colectivo LuckyPDF, pasando por las inquietantes películas experimentales de Sam Austen.

También hay obras quizás menos interesantes, como las cerámicas de Jesse Wine pero tampoco es oro todo lo que se muestra en Frieze. Curiosamente varios de los artistas seleccionados residen en Peckham, el nuevo barrio underground donde muchos de los creadores londinenses se están mudando tras la explosión inmobiliaria sufrida tras las olimpiadas por Hackney (el barrio que acogió la creación en la última década). Es en Peckham seguramente donde late el pulso del Damien Hirst del futuro, o mejor, del Antony Caro del siglo XXI, aunque el dinero siga moviéndose desde el barrio de Mayfair, pasando por Frieze y haciendo escala en Nueva York.

“Solía pensar que estábamos en desventaja respecto a Nueva York pero en estos momentos somos igual de dinámicos. Frieze es un fenómeno único, ha cambiado el panorama londinense. En estos momentos aún tratamos de recuperarnos de sus efectos, no sólo de la feria, que cerró el domingo pasado sino de todo lo que genera”. Son palabras de Andrew Renton, comisario independiente y director de la galería Marlborough Contemporary, ‘hermana pequeña’ de las otras Marlborough que pueblan varias ciudades del mundo, incluídas Madrid y Barcelona. Dedicada a artistas emergentes no necesariamente famosos ni necesariamente jóvenes, Marlborough Contemporary es una apuesta atrevida en un mercado que a juzgar por lo que se vio en la feria de arte Frieze London, no deja mucho espacio a la imaginación y sigue obsesionado con el negocio, que no va nada mal y que en Londres tiene a un anfitrión que ya es tan potente como Nueva York. ¿O quizás más?

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