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Fraudes, rebajas y extorsiones
  1. Cultura
el factor político en la compra de arte

Fraudes, rebajas y extorsiones

La venta de una obra de arte tiene dos destinos: una comunidad o una persona. La obligación de la política es intervenir a favor de la primera

Foto: Muestra de la restauración de 'El vino de la fiesta de San Martín', de Pieter Bruegel el Viejo. (Efe)
Muestra de la restauración de 'El vino de la fiesta de San Martín', de Pieter Bruegel el Viejo. (Efe)

La venta de una obra de arte puede tener dos destinos diferentes: una comunidad o una persona. Si el destino es la comunidad, el objeto de arte será definido como bien cultural de trascendencia social y pasará a formar parte de una institución en la que el ciudadano tiene acceso a visitarla. Si el destino es el individuo, el objeto se define como bien mercantil y quedará bajo su poder como un bien de lujo. Dos destinos distintos con un mismo origen: el tráfico del mercado del arte. El problema surge cuando se confunde el bien mercantil con el bien cultural y el objeto de arte destinado a la comunidad es utilizado para alterar el precio del mercado y el catálogo de un artista.

Imagine un cuadro sin documentar –no tiene papeles, se desconoce su procedencia- al que algunos expertos han decidido atribuirle la firma de un genial pintor español de los siglos XVIII y XIX. Y sin embargo, no hay manera de demostrar que la pintura es del artista más cotizado de ese momento. El retrato pasa varios años con un precio alto por varias casas de subastas, pero sin certificados que confirmen su autoría, es decir, generando la duda entre los posibles compradores. El cuadro no se vende.

Sólo una mano prodigiosa, soberana y legitimada por su cuidado a favor del bien cultural del arte, puede cambiar el designio de dicha pieza de bien mercantil en el tráfico del mercado. El deseo del propietario se cumple y el retrato pasa a formar parte de una gran exposición retrospectiva del famoso pintor, aunque no tenga atribución. En ese momento, en cuanto el Retrato del Príncipe Alois Wenzel von Kaunitz-Rietberg cuelga en las paredes del Museo Nacional del Prado, en la exposición temporal Goya en tiempos de guerra (2008), el precio se dispara y el mercado aplaude la decisión porque en cuanto sea descolgado de la pared, pasará de patito feo a estrella de las subastas.

El órgano regulador

Así fue cómo tres meses más tardede la clausura de la temporal, la casa de subastas Sotheby’s, en Nueva York, anuncia una velada de ensueño con el nuevo cuadro de Goya como protagonista, y con su dueño lanzándolo al mercado con un nuevo precio también: se estima la venta entre 3 y 5 millones de dólares. El martillo cae cuando la cifra toca algo más de dos millones de dólares (1.705.273 euros), después de que uno de los organismos reguladores de los bienes culturales interviniera en un territorio vetado, el mercado, para disparar su precio como bien mercantil.

España es un país donde los nobles todavía guardan tesoros que ni siquiera están catalogados, porque nunca han salido a la luz pública. El movimiento natural de esas piedras preciosas de la Historia del Arte español, como es el caso de Goya, debería encaminarse hacia las instituciones públicas. Pero como no es así, en 1985 se puso en marcha la Ley de Patrimonio Histórico Español que le concede al Estado ventaja sobre el mercado.

Sólo de esta manera pudo comprarse para El Prado en el año 2000 el espléndido retrato de La condesa de Chinchón, del maestro aragonés, por 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros) -la compra más alta hasta el momento-, que era el precio que los propietarios pactaron con el empresario Juan Abelló. Pero el Estado ejecutó su derecho preferente de compra al igualar el precio por tratarse de una obra de arte con categoría de Bien de Interés Cultural (BIC). Hubo instituciones internacionales que ofrecieron 36 millones de euros a los duques de Sueca, descendientes de la condesa.

Lluvia de millones

Cinco años antes, el Estado compró por 65 millones de pesetas (390.000 euros) la primera edición completa de los 211 grabados de Goya, que salieron a subasta en la sala Retiro. Ejerció su derecho preferente después de la primera puja –y precio de salida- y se quedó con la edición.En 2006, el Ministerio de Cultura pujó y compró el dibujo de Goya conocido como El toro mariposa, por 1,9 millones de euros, en la casa de subastas Christie’s de Londres. La obra superó con creces su precio estimado de 888.000 euros. Fuera de nuestras fronteras el Estado no tiene ningún derecho sobre el mercado.

Con la crisis el Estado no garantiza ninguna compra, a pesar de que el mercado de Goya sigue muy activo y ha visto cómo se marchaban varias piezas lejos del Museo Nacional del Prado. Entre ellas, el Retrato de Juan Agustín Ceán Bermúdez, que salió en 2,4 millones de euros. También a la venta por casi 4 millones de euros el Retrato ecuestre de Manuel Godoy, Duque de Alcudia. La última aparición de Goya en subastas fue el Retrato de Mariano Goya, última imagen de su nieto, que Sotheby’s no vendió por 6 millones de dólares (4.433.000 euros) en enero, pero que la pasada semana el Museo Meadows de Dallas anunciaba su compra.

El último esfuerzo extraordinario que hicieron las arcas públicas para convertir un bien mercantil en bien cultural fue con el milagro de la aparición El vino de la fiesta de San Martín, del pintor flamenco de Pieter Bruegel ‘el viejo’. Una sarga delicadísima y de un tamaño inmenso, por el que el Estado pagó en 2010, a la joven duquesa de Cardona, 7 millones de euros, tras ejercer su derecho de tanteo. Los especialistas aseguraron que en el mercado se podría haber llegado a pagar 30 millones de euros por el cuadro, pero en el patrimonio todavía existen los resortes para trabajar a favor de la comunidad.

La venta de una obra de arte puede tener dos destinos diferentes: una comunidad o una persona. Si el destino es la comunidad, el objeto de arte será definido como bien cultural de trascendencia social y pasará a formar parte de una institución en la que el ciudadano tiene acceso a visitarla. Si el destino es el individuo, el objeto se define como bien mercantil y quedará bajo su poder como un bien de lujo. Dos destinos distintos con un mismo origen: el tráfico del mercado del arte. El problema surge cuando se confunde el bien mercantil con el bien cultural y el objeto de arte destinado a la comunidad es utilizado para alterar el precio del mercado y el catálogo de un artista.

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