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Jafar Panahi vuelve a saltarse la censura iraní
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sitges acoge al artista encarcelado en su casa

Jafar Panahi vuelve a saltarse la censura iraní

El cineasta iraní ha vuelto a retar a las autoridades con la segunda obra, 'Closed Curtain', que como la anterior podría calificarse de “película de encierro”

Foto: Una escena de la película 'Closed courtain'.
Una escena de la película 'Closed courtain'.

Es la tradición en Sitges: mientras una película de un director español, Grand Piano de Eugenio Mira, inaugura la sección oficial del festival de cine fantástico más importante de nuestro país, un título inesperado, Closed Curtain de Jafar Panahi, da el pistoletazo de salida a la sección Noves Visions. En esta se reúnen las propuestas del género más inquietas y novedosas del certamen, las que se apartan de los caminos canónicos y heterodoxos del género para explorar nuevos terrenos. Algunas están firmadas por cineastas emergentes, otras por veteranos autores a quienes no se asocia tradicionalmente al fantástico, como por ejemplo Jean-Luc Godard, David Gordon Green o Hong Sang-soo, nombres que concurren en la décima edición de esta sección.

También es el caso de Jafar Panahi, cineasta iraní inesperado –a priori- en el Festival de Sitges. Discípulo de Abbas Kiarostami, Panahi ha dado renombre y prestigio internacional al cine de su país, que le mantiene censurado y recluido. Asiduo a los festivales de primera categoría, en el año 2000 ganó el León de Oro en la Mostra de Venecia por El círculo, un film que denunciaba la discriminación de la mujer en Irán, tema al que volvió en Offside (ambientada en el mundo de los aficionados al fútbol).

Siempre crítico con las autoridades iraníes, los problemas a lo largo de su carrera no ha parado de crecer. En 2009 se convirtió en uno de los rostros conocidos que apoyaron la llamada revolución verde y, en represalia, en marzo de 2010 fue detenido junto a su familia y una serie de amigos, acusado de propaganda contra el Gobierno.

Las protestas internacionales no sirvieron para impedir que se le condenara a seis años de cárcel y se le prohibiera rodar películas durante 20 años. Tras pasar cuatro meses en prisión fue puesto en libertad bajo fianza pero sigue teniendo prohibido salir del país sin permiso y rodar películas.

Mientras espera en su hogar la resolución de sus demandas, Panahi ha rodado dos películas de forma clandestina. En 2011 consiguió hacer llegar This is Not a Film al Festival de Cannes en un USB escondido dentro de un pastel. Ya desde el título de resonancias magritteanas, su película parecía querer eludir cualquier responsabilidad por haber roto la prohibición de filmar películas.

El director de cine Jafar Panahi. (Efe)Este 2013 ha vuelto a retar a las autoridades con esta segunda obra, Closed Curtain, que como la anterior podría calificarse de “película de encierro”. Y que, por aquellas hermandades ocultas que se producen de forma inesperada en los festivales, guarda conexión con Grand Piano: en ambos casos estamos ante un filme donde un artista se siente bajo la presión de una amenaza dentro de un espacio cerrado que se convierte en el escenario casi único de la historia. A partir de aquí, las dos películas no pueden ser más diferentes...

La primera imagen de Closed Curtain adopta el punto de vista de alguien encerrado: observamos los movimientos en el exterior de una casa desde dentro, a través de una ventana enrejada. Un hombre entra apresuradamente con una bolsa de viaje de la que sale un perro. Aunque el filme no resulta muy explicativo al respecto, no tardamos en deducir con los canes están prohibidos en el país. El protagonista por ello se dedica a proteger la casa de cualquier mirada exterior tapando todas las ventanas. Más tarde irrumpe en el chalet una pareja de jóvenes que parecen huir también de un peligro externo...

Un halo de misterio pesa sobre la primera hora de Closed Curtain, que se mueve en el plano metafórico más que desarrollar una historia o conflicto dramático. Como si nos encontráramos en un cuento de Cortázar, la sensación de amenaza va cobrando presencia en la casa sin que llegue a identificarse o a materializarse. Como en una historia de Borges, da un giro hacia la metaficción en su tramo final, con el propio cineasta irrumpiendo en escena.

El mérito de Closed Curtain es su propia existencia. No tiene la fuerza de la anterior This is Not a Film y Panahi a veces utiliza los símbolos de una forma un tanto precaria. Porque el valor de Closed Curtain es básicamente simbólico. Esta ficción se siente prisionera en su propio país y nos habla de un arte censurado por el poder, que lucha por hacerse oír fuera de sus fronteras. Sitges se hace eco de la llamada y por ello ha dedicado toda la sección de Noves Visions a Jafar Panahi.

Yakuzas, pop y cintas de vídeo

La citada sección también acoge las dos nuevas películas del inclasificable Sion Sono, uno de los directores más queridos por el público del festival. La primera, Why Don't You Play in Hell.. El japonés ofrece su propio homenaje al cine clásico, en una película donde un grupo de amigos que sueñan desde jóvenes por convertirse en directores de cine ven como les llega la oportunidad, cuando les invitan a filmar una batalla real entre dos bandas rivales de yakuzas.

Como es habitual en el cine de Sono, la sangre y la violencia (en este caso algo más contenidas que en otras películas suyas) se dan la mano con toques de ingenuidad sin ningún problema. Comedia bizarra con deliciosos toques perversos (esa niña que se pasea de blanco inmaculado por un charco de sangre y enamora a un yakuza), Sono reivindica el encanto del “cine de antes”, sin perder la ironía.

Una escena de la película de Shane Carruth.Mientras que Grand Piano responde a esa idea de un cine español de factura hollywoodiense y pensado para funcionar entre el gran público, la primera película a concurso en la Sección Oficial, Upstream Color, está llamada a convertirse en película de culto minoritario pero apasionado y, probablemente, a ser reconocida con algún premio en el palmarés final.

Generando cultos

Su director Shane Carruth ha tardado diez años en rodarla, tras darse a conocer con otro film reverenciado, Primer, una muestra de ciencia-ficción independiente que ganó el Premio del Jurado de Sundance 2003. Primer era la típica película de cineasta capaz de urdir una historia de viajes en el tiempo con cuatro duros, y un argumento a prueba del matemático o físico más quisquilloso. Primer también fue la de un chico más interesado en entender un manual de instrucciones que a su novia.

Diez años después, Carruth sorprende con una película igual de extraña y obsesiva, pero que en este caso es toda emoción y romanticismo. Upstream Color bebe sin miedo del último Terrence Malick para desarrollar una historia de amor entre dos personas que han sido víctimas de un extraño parásito.

Mientras intentan sobreponerse juntos del dolor que vivieron por separado, su conexión empieza a ser tal que sus recuerdos se entremezclan, sus sentimientos se sincronizan y deja de ser importante que sus conversaciones resulten inteligibles. Como en el cine del director de El árbol de la vida, Upstream Color se mueve más en el plano sensorial y emocional que en el narrativo. Logra un estado de fascinación que compensa la extrañeza que produce un filme donde se citan de memoria pasajes del Walden de Thoreau y se establece un ciclo de la vida que pasa por unos gusanos parasitarios, una granja de cerdos y unas orquídeas azules.

La obsesión perfeccionista de Carruth parece encarnarse en ese personaje secundario que registra los sonidos de la naturaleza: él también se ha encargado de la banda sonora, además de firmar el guion, la dirección de fotografía, el montaje, la dirección, la producción y la interpretación masculina. Difícil que no le caiga premio en algún apartado...

Es la tradición en Sitges: mientras una película de un director español, Grand Piano de Eugenio Mira, inaugura la sección oficial del festival de cine fantástico más importante de nuestro país, un título inesperado, Closed Curtain de Jafar Panahi, da el pistoletazo de salida a la sección Noves Visions. En esta se reúnen las propuestas del género más inquietas y novedosas del certamen, las que se apartan de los caminos canónicos y heterodoxos del género para explorar nuevos terrenos. Algunas están firmadas por cineastas emergentes, otras por veteranos autores a quienes no se asocia tradicionalmente al fantástico, como por ejemplo Jean-Luc Godard, David Gordon Green o Hong Sang-soo, nombres que concurren en la décima edición de esta sección.

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