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"Nuestra inteligencia es la causa de todos los problemas globales que padecemos"
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ENTREVISTA CON sTEPHEN emmott

"Nuestra inteligencia es la causa de todos los problemas globales que padecemos"

El científico británico Stephen Emmott firma el manifiesto apocalíptico 'Diez mil millones', un '¡Indignaos!' ecologista, sin buenismo ni esperanza

Foto: El científico británico Stephen Emmott (EFE)
El científico británico Stephen Emmott (EFE)

Si uno no supiera que Stephen Emmott viene de Cambridge, podría llegar a pensar que es un emisario del espacio exterior que quiere avisar a los terrícolas de que sus desmanes acabarán no sólo con su especie, sino también con el universo.En Ultimátum a la tierra, que Robert Wise estrenó en plena Guerra Fría, un extraterrestre llegaba al Planeta Azul para pastorear a sus habitantes exigiéndoles un cambio de actitud y de rumbo en inercias como la expansión nuclear o la espiral bélica. En Diez mil millones (Anagrama), este director de Ciencias Informáticas en Microsoft Research parece azotarnos con el bastón que sostiene en la foto promocional (y en su visita a España) con una retórica de Nostradamus agorero (breves textos, que se podrían haber apuntado en cuartillas o compuesto en cuartetas) apoyado, eso sí, en infinidad de datos implacables y terroríficos. “¿Qué no doy soluciones? Mi intención no era ofrecer esperanza, sino desgranar las cosas en función de las evidencias disponibles. Este libro es un espejo y si no nos gusta lo que vemos, lo lamento mucho”, apunta con una media sonrisa.

Hace 10.000 años éramos un millón de personas; en 1.800, mil millones; a finales del siglo XXI seremos, como mínimo, los diez mil millones

Agotamiento de recursos fósiles, deforestación de grandes terrenos, un sistema intrínsecamente perverso, falsa filantropía, hueros propósitos de enmienda, cambio climático, energías renovables aún más caras o inviables a nivel global, pleitesía absoluta hacia los accionistas de las grandes empresas, políticos que no se plantean medidas impopulares por su repercusión en las urnas, desinformación e hipocresía generalizada y, sobre todo, una población con un crecimiento exponencial y alarmante (hace 10.000 años éramos un millón de personas; en 1.800, mil millones; a finales del siglo XXI seremos, como mínimo, los diez mil millones que dan título al tomo). Una huida hacia adelante similar a la del paquebote en llamas, que debe incendiar listones de madera del propio barco para ganar el combustible que le permita seguir avanzando sin hundirse, de La vuelta al mundo en 80 días (sólo que en este caso no hay un puerto al que llegar y, en todo caso, la apuesta es estúpida).

“Nuestra inteligencia, nuestra creatividad y nuestras actividades son, en realidad, las causas de todos los problemas globales que padecemos”, escribe. El problema está en nosotros y con nosotros acabará, sobre todo porque no nos planteamos evitarlo. “Si pudiéramos calcular que la colisión de un asteroide con la Tierra se produciría el 3 de junio de 2072 y supiéramos además que el impacto destruiría el 70 por ciento de la vida en la Tierra, los gobiernos de todo el mundo pondrían en marcha una movilización sin precedentes (…) La situación en que nos encontramos es aproximadamente la misma”, añade. Sólo que nadie está dispuesto a corregir bruscamente las costumbres sobre las que descansa el sistema (nadie firmaría un cambio drástico en los comportamientos, una reducción brutal del consumo), así que el autor admite, a pocas páginas del final y con estas mismas palabras, que “estamos jodidos”. “Esto es, sobre todo, un manifiesto contra la complacencia”, confesó en Barcelona. Y se refería a la de todos los habitantes del planeta.

placeholder Emmott en Barcelona (EFE)

Emmott defendió el boceto de este texto en una serie de representaciones en el londinense The Royal Court Theatre que obtuvieron un éxito (de escalofríos y espectadores) apabullante. Este libro, editado al unísono en 12 idiomas, se publica, según él, “para intentar que aún más gente escuche esos datos y ese mensaje”. Una especie de ¡Indignaos! ecologista, sin dosis alguna de buenismo y sin horizonte de esperanza ni redención que se engulle en poco más de media hora de lectura pero que asegura una digestión pesada, larga y con retortijones.

Esta crónica anunciada del cataclismo expone un sistema interrelacionado difícilmente arreglable, menos todavía desde una óptica reformista o cosmética (una idea que se ha colocado desde hace años en el centro del debate político e ideológico): “Intento dejar constancia de que todos los sistemas (climático, agua, ecosistema, demográfico) están conectados. Y que los recursos de los países ricos se están globalizando. La cuestión no es el número de personas que puede soportar el planeta, sino el modelo de consumo que siga”.

Soluciones pasadas como la Revolución Verde, que paliaron en parte el problema de la alimentación de una población en ascenso, llegaron gracias a pesticidas, herbicidas, fertilizantes químicos y una ampliación sin precedentes de la explotación de la tierra. “La revolución verde no fue una película de gente lista que supo sacar más comida de los campos, sino de gente lista que creyó que era una buena idea amortizar cada unidad extra de comida con energía y productos químicos. La Revolución verde fue un mito”, denuncia. Y, del mismo modo que, según Emmott, las líneas aéreas de bajo coste facilitan la propagación de nuevos virus y el advenimiento de nuevas pandemias (“hace 13.000 años, cuando domesticamos a los animales, ya murió el 50% de la población por nuevas enfermedades que saltaron de unas especies a otras”) y las mayores exigencias de alimentación auguran más deforestación, algunas de las energías renovables exigen prácticas de extracción de materiales que dañarán aún más el planeta.

Ese razonamiento macabro, tan parecido al angustiante gag de la mancha en Barrio Sésano (la mancha está en la camiseta, luego en el jabón, para pasar al agua y de ahí a la tierra, etcétera), también está presente en otras soluciones fotogénicas e íntimas. Emmott lista algunas que le parecen especialmente ridículas: desconectar el cargador del móvil, mear en la ducha (“mi solución favorita”), comprar un coche eléctrico (“no, por favor”), utilizar dos trozos de papel higiénico y no tres… “La escala del problema es tan descomunal que todo eso no soluciona nada”. Aunque por momentos parece uno de los pocos manifiestos iracundos que no llamen a la acción sino a la ausencia de ella (no consumir, conservar, no tener más ideas de bombero), el científico aclara: “Yo no defiendo que no se haga nada. Está bien que haya una conciencia mayor en cuanto al cambio climático o a la extinción de algunas especies. Pero siempre pensamos en la imagen de animales carismáticos, el oso panda o el oso polar, cuando deberíamos saber que la extinción de cualquier animal, la escasez de fosfatos o la aparición de nuevos hongos patógenos que devastarán cosechas forman parte del mismo problema”.

Valoré la labor de Al Gore para comunicar toda esta problemática. Pero claramente no compartía su visión de que el ser humano era tan inteligente que acabaría por inventar algo milagroso que lo arreglaría todo

Un problema que en muchos casos ya es irreversible: “El aumento de la población y el crecimiento económico acelerará la presión sobre todo el sistema”. En su papel de pepito grillo sin concesiones, Emmott parece un cruce entre el gemelo pesimista, sarcástico y oscuro del divulgador Carl Sagan y la versión ceniza, pero sobre todo realista y rigurosa, de Al Gore: “Yo valoré su labor para comunicar toda esta problemática. Pero claramente no compartía su visión de que el ser humano era tan inteligente que acabaría por inventar algo milagroso que lo arreglaría todo”.

Diez mil millones parece el libro que tenían en su mesilla los creadores de distopías (aparentemente) conspiranoicas mucho más recientes que la de la ciencia ficción de los cincuenta de Ultimátum a la Tierra, como es el caso de la serie británica Utopía. En la ficción emitida por Channel 4, una red ilegal de magnates pretende propagar una enfermedad y una cura que sólo funcione en determinados perfiles genéticos y raciales (en uno de sus clímax, el personaje de Stephen Rea defiende apasionadamente el proyecto, precisamente, por el alarmante crecimiento de la población para la que no quedarán recursos suficientes).

Si bien Emmott es prudente y no alienta tramas parecidas, admite que la dinámica de esta debacle sólo puede conducir a grandes conflictos armados: “En casi todas las conferencias científicas sobre el cambio climático hay una nueva categoría de asistentes: los militares”.


Diez datos y una solución, en 'Diez mil millones'

1.- Cambio climático. “Entre 1998 y el presente se han registrado los diez años más calurosos que se conocen”. “Una subida de la temperatura global de 4-6 grados será catastrófica. Conducirá a un cambio climático desbocado, capaz de llevar al planeta a un estado completamente distinto en muy poco tiempo. La Tierra será un infierno”.

2.- Explotación del suelo. “En la actualidad explotamos con fines agrícolas el 40 por ciento de la superficie del planeta. Durante los últimos doce años se ha comerciado con casi 50 millones de hectáreas de tierra, un territorio equivalente a la mitad de Europa occidental”.

3.- Extinción de especies. “La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza – el principal organismo mundial que se encarga de la biodiversidad- estima que hoy, en 2012, el 41 por ciento de los anfibios, el 33 por ciento de los corales que componen los arrecifes el 25 por ciento de los mamíferos y el 13 por ciento de las aves están en inminente peligro de extinción”.

4.- El problema del agua. “En este preciso momento hay más de mil millones de personas que padecen una crítica escasez de agua”. “Para producir un kilo de chocolate hacen falta unos 27.000 litros de agua. Deberíamos pensar en estos datos cada vez que nos quedamos en pijama, nos encogemos en el sofá y nos comemos una”. “Se necesitan cuatro litros de agua para hacer una botella de plástico donde envasa un litro de agua. Derrochamos agua para fabricar botellas de agua”.

5.- Fabricación industrial. “El número total de coches fabricados en 2013 alcanzará los 100 millones. En los próximos cuarenta años se espera que se fabriquen otros 3.000 millones de coches”.

6.- Escasez de tierra. “La necesidad de tierra para producir comida se multiplicará por dos –como mínimo- hacia 2050 y por tres –como mínimo- a finales del presente siglo”.

7.- Alimentación. “Para alimentarnos durante los próximos 40 años, necesitaremos producir más comida de la que ha dado la agricultura en los últimos 10.000 años”.

8.- Movilidad y pandemias. “[la gripe española, muerte de 100 millones de personas, ocurrió antes de] Una de nuestras más cuestionables innovaciones: los vuelos baratos. Millones de personas viajando diariamente por todo el mundo, más millones de personas viviendo muy cerca de los cerdos y las aves de corral -a menudo en el mismo recinto, lo que aumenta la probabilidad de que los nuevos virus salten la barrera de las especies-, dan como resultado un notable aumento de la probabilidad de que haya otra pandemia natural”.

9.- Pleitesía a los accionistas. “El coste de las pérdidas o daños causados a la naturaleza y el medio ambiente por las actividades de las 3.000 mayores empresas del mundo se sitúa actualmente en 2,2 billones de dólares por año”.

10.- Nuevas energías. “La generación de células fotovoltaicas de silicio (paneles solares) exige la extracción intensiva de numerosos metales y tierras raras. Extraer estos metales supone recurrir a procesos que no son precisamente “verdes”.

11.- “Enseñar a mi hijo a usar una pistola” (con esta frase, que empleó un científico del equipo de Emmott preguntado por posibles soluciones, acaba el libro).

Si uno no supiera que Stephen Emmott viene de Cambridge, podría llegar a pensar que es un emisario del espacio exterior que quiere avisar a los terrícolas de que sus desmanes acabarán no sólo con su especie, sino también con el universo.En Ultimátum a la tierra, que Robert Wise estrenó en plena Guerra Fría, un extraterrestre llegaba al Planeta Azul para pastorear a sus habitantes exigiéndoles un cambio de actitud y de rumbo en inercias como la expansión nuclear o la espiral bélica. En Diez mil millones (Anagrama), este director de Ciencias Informáticas en Microsoft Research parece azotarnos con el bastón que sostiene en la foto promocional (y en su visita a España) con una retórica de Nostradamus agorero (breves textos, que se podrían haber apuntado en cuartillas o compuesto en cuartetas) apoyado, eso sí, en infinidad de datos implacables y terroríficos. “¿Qué no doy soluciones? Mi intención no era ofrecer esperanza, sino desgranar las cosas en función de las evidencias disponibles. Este libro es un espejo y si no nos gusta lo que vemos, lo lamento mucho”, apunta con una media sonrisa.

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