Así acaban los 'drones' con la vida de tu hijo

“La mejor victoria es vencer sin combatir” dice el libro El arte de la guerra. En EE.UU han pervertido esta frase y en vez de evitar el conflicto han decidido que es mejor luchar e intentar evitar que un marine seabaja, aunque lo hagaa costa de decenas decaídosdel otro bando. De ahí el auge de losdrones, aviones de combate no tripulados, cuyo uso indiscriminadoestáen el centro de la polémica porprovocarla muerte de civiles en las acciones bélicas norteamericanas.

De hecho, hasta marzo de este mismo año, el gobierno de los Estados Unidos no tenía obligación de informar sobre las operaciones realizadas con estas aeronaves, sino que se podían mantener en secretosin que nadie tuviera derecho a saber dónde se atacaba, por qué se hacía y cuál erael número de víctimas.

No sólo eso, desde 2015 estos aviones también surcarán los cielos, interceptarán mensajes y controlarán hasta el último de nuestros movimientos. Su uso, además, comienza a extenderse al ámbito privado y ya se pueden adquirir desde 600 euros pequeños drones fabricados en México, que permiten grabar vídeo y tomar fotografías.

Este dilema moral supone uno de los temas centrales del documental 5000 Feet is the Best, de Omar Fast, que forma parte de una exposición colectiva enel Imperial War Museumde Londres, y que pretende ser una reflexión sobre cómo el uso de estas máquinasha creado un nuevo escenario en una sociedad en la que han cambiado los valores de las personas yse han creado complejas experiencias personales debido a los conflictos existentes. La obra incluye imágenes de un drone siguiendoa un niño en bicicleta, hasta la urbanización donde vive. La imagen es inquietantemente nítida, a la que no escapa un solodetalle. No solo la privacidad es cosa del pasado, también nuestra seguridad parece revelar el artista.

El arrepentimiento del controlador

Uno de los argumentos utilizados por los defensores de estos aparatos es el que, al ser manejados desde la distancia, se evita el trauma que puede provocar en el piloto de un Black Hawk el atacar sobre un objetivo. 5.000 feet is the best demuestra que esto es falso, ya que gracias a las dos entrevistas que el realizador mantuvo con el controlador de un Predator (un modelo de drone) se puede escuchar su arrepentimiento “Hay una parte horrible de este trabajo. Ves mucha muerte” a lo que añade “no podía evitar pensar en todas las personas que habían perdido la vida como consecuencia directa de mis actos”.

El controlador de este tipo de dron accedió a contar fuera de cámara los accidentes que él ha vivido con el usode naves no tripuladas al disparar a civiles, así como las consecuencias psicológicas derivadas de estos actos y de la rutina a la que es sometido al observar, constantemente, la realidad desde el punto de vista de la aeronave: "Es como jugar al mismo videojuego durante cuatro años seguidos en el mismo nivel". Un videojuego en el que las muertes son realesy en el que a pesar de la gran precisión para localizar objetivos (hasta tres millas) se cometen fallos libres de cargo. Todo amiles de kilómetros de distancia.

Este mediometraje, que en su título alude a la mejor altura para disparar desde una aeronave no tripulada, mezcla realidad, ficción e imágenes tomadas desde la óptica de un drone. La obra de Omer Fast no elude la polémica y presenta como una familia blanca, presuntamente norteamericana, planea su fin de semana en una zona de conflicto sin determinar. Tras pasar varios controles militares se encuentran con tres jóvenes que tratan de esconder un explosivo en una carretera.Los ‘terroristas’ dejan pasar a la familia para que prosiga su trayecto, justo en el momento en el que un drone dispara arrasando con todo lo que encuentra a su paso.

Unas imágenes ficticias que sirven para concienciar sobre la matanza de civiles inocentes provocada por estas máquinas de guerra, que no sólo cometen fallos en la identificación de sospechosos, sino que priorizan acabar con el objetivo sin tener en cuenta ninguna otra víctima inocente.