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El cine se busca la vida sin los productores y sin el Estado
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LOS DIRECTORES DE 'STOCKHOLM', 'EL COSMONAUTA' E 'ILUSIÓN' COMENTAN EL MICROMECENAZGO

El cine se busca la vida sin los productores y sin el Estado

Dos millones de dólares en cinco días, que se dice pronto, gracias al micromecenazgo. Es lo que ha conseguido un actor y cineasta estadounidense, Zach Braff, agitando las

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El cine se busca la vida sin los productores y sin el Estado

Dos millones de dólares en cinco días, que se dice pronto, gracias al micromecenazgo. Es lo que ha conseguido un actor y cineasta estadounidense, Zach Braff, agitando las aguas del crowdfunding en Internet. Y no es el primero. Un mes antes, esta técnica de financiación dio dos millones y medio de dólares a la película Veronica Mars en apenas 24 horas. 

Puede que sea una moda, pero lo cierto es que funciona. Al menos en Estados Unidos. En España, sin embargo, no todo va tan rápido ni el resultado es tan cuantioso, pero iniciativas como esta se están convirtiendo en una de las únicas soluciones posibles para poder afrontar proyectos cinematográficos. No es un camino de rosas, pero el impulso de esta financiación le ha dado a Rodrigo Sorogoyen cuatro alegrías en forma de Biznagas en el Festival de Málaga (mejor director, guión novel, actriz y mención de la crítica) por su cinta Stockholm. Tampoco es la única vía a tener en cuenta. De hecho, el director de El Cosmonauta, Nicolás Alcalá, que también ha participado en el festival malagueño, propone que lo ideal es un mix financiero.

El cine español vive momentos complicados. El pasado fin de semana, entre los premios, las felicitaciones y la clausura del Festival de Málaga debió ser algo más dulce. Pero solo un poco. La anterior semana quedó registrada como la peor de historia del cine español, debido a los nefastos datos de taquilla y sumado a la amenaza del cierre de Alta Films. También Pedro Pérez, presidente de la Federación de Productores Audiovisuales Españoles (Fapae), anunció recientemente que la situación es de "extrema gravedad".

En este contexto tan negro sobresalen algunos proyectos que dan idea de por dónde irá la financiación del cine. El Cosmonauta, un proyecto de casi un millón de euros, recogió unos 400.000 euros gracias al crowdfunding. Han pasado cuatro años desde que se abrió la hucha de las aportaciones y el camino no ha sido fácil, según asegura su director: “Dista mucho de ser ideal y no volvería a repetir otra vez algo así, al menos según lo hemos hecho, pero tampoco cambiaría ni en segundo de lo vivido en estos cuatro años”.

 

Alcalá insiste en que lo más importante del crowdfunding es la parte del crowd (multitud) más que la de funding (financiación). Para él, hoy día resulta imprescindible la creación de una comunidad de espectadores que se involucran en la película con su aportación económica, y que asegura, al menos, que la van a ver. Además, este modelo, alimentado por Internet, multiplica la difusión del proyecto y ayuda a que lleguen otras retribuciones. El director de El Cosmonauta explica que, en un momento en el que anunciaron que la película estaba en una situación crítica, les llegaron inmediatamente ofertas de marcas e inversores privados para reflotar el proyecto.

Unos contribuyentes que van a recibir un porcentaje de los beneficios acordados por contrato, una vez que se estrene la película y empiecen a tener ingresos. Aunque casi todos los principales medios de comunicación ya habían hablado de El Cosmonauta, Nicolás Alcalá no era un nombre conocido: “Imagina si Alex de la Iglesia decide hacer lo mismo, puede conseguir mucho”, afirma el joven director, de igual forma que Branch o Rob Thomas han logrado grandes cantidades.  

El mix financiero

Es decir, que el crowdfunding no es sólo para proyectos low cost, pero no sirve como fondo único. La coproducción de ciencia ficción finlandesa-alemana-australiana Iron Sky (2012) se alimentó de un modelo mixto que englobaba micromecenazgo y el apoyo económico de pequeños y grandes inversores. Lograron reunir el 87% de los 900.000 euros que tenía la película de presupuesto, además de una gran comunidad de fans. Ellos mismos se definieron como la “vanguardia” del cine independiente.

 

La producción de la cinta española Stockholm ha sido más modesta y por eso ha sorprendido tanto a su director el éxito logrado en el Festival de Málaga. No tenían confianza en que el jurado creyera "tanto" en ese tipo de película, ni que iban a obtener más dinero de lo que solicitaron en su propuesta de crowdfunding. Stockholm es otro caso de modelo mixto: recaudaron 13.050 euros a través de la plataforma Verkami (230 personas) y el resto (el presupuesto era de 70.000 euros) ha venido de mano de familiares, amigos, y otros interesados en invertir entre 500 y 5.000 euros. “Para mí sigue siendo crowdfunding”, bromea Sorogoyen, aunque la diferencia es que estos últimos se convierten en productores asociados de la película.

Sin embargo, el joven director considera que han proliferado tantos proyectos así que “el público se acabará cansando”. Y no solo en en España. Según el Informe de la Industria de Crowdfunding 2013, el año pasado se produjo en todo el mundo una aceleración de este mercado de un 81% con respecto a 2011 y más de un millón de campañas realizadas recabaron 2.700 millones de dólares frente a los 1.100 del año anterior. Son datos generales, no específicamente del sector cultural, pero ilustran con elocuencia el crecimiento de este fenómeno global.

“No creo que esto dure mucho tiempo”, asegura Sorogoyen, aunque de momento reconoce que es casi la única forma de que el cine independiente salga adelante. Porque no ha recibido un céntimo ni en ayudas, ni de productoras, ni de las televisiones. Está muy contento con el resultado, por la “libertad” que ofrece este tipo de financiación, pero aun así cree que es “una pena” tener que recurrir a ello y “no poder pagar a los trabajadores” hasta que empiece a dar frutos la película. “Esa parte sí que no me gustaría volver a repetir”, sentencia.

Otro ejemplo de financiación mixta fue la película de la sevillana Lucina Gil, Los amores difíciles (2011). A través de la plataforma Partizipa, el de esta cinta resultó ser otro modelo híbrido entre el crowdfunding habitual (apoyo económico a cambio de una recompensa) y la inversión a cambio de un porcentaje de los beneficios.

Poca fe en la normativa

La futura Ley de Mecenazgo, cuando llegue, no ofrece grandes esperanzada a estos luchadores de sumo de la financiación. Principalmente porque “no han contado con el lado de los creadores”, según el director de El Cosmonauta. “Me da la impresión de que una vez más lo harán mal porque no han incluido a los agentes implicados”, explica Alcalá. La Ley de Mecenazgo debería contar con grandes incentivos fiscales y crear una oferta pública de inversión

En su opinión, la norma debería contar con dos aspectos esenciales: por un lado, grandes incentivos fiscales “que animen a invertir en el cine”; además, propone la creación de una oferta pública de inversión para cada proyecto, al estilo de lo que ha aplicado en su película y del resto de ejemplos citados. En lugar de depender de un único o gran inversor, estima que es mejor permitir el paso de múltiples y pequeños contribuyentes. Alcalá asegura que, en su película, empezaron a crecer considerablemente las inversiones cuando bajaron la cuota mínima de mil a cien euros.   

Por su parte, Sorogoyen tampoco alberga grandes expectativas con respecto a esta ley, y considera que el principal cambio de modelo debería darse en la distribución: “No debería ser tan restringida y acotada. La entrada para ver mi película no puede costar 10 euros”. Propone una normativa más protectora del cine español y de las distribuidoras, y que sea más barato para el público.

Siempre quedarán los ahorros

No es el modelo que más promete como solución al negocio, pero Ilusión se ha financiado únicamente con los ahorros de su director, Daniel Castro. Ha contado con un presupuesto de 20.000 euros y la colaboración de unas doce personas que han formado parte de un equipo intermitente. Castro se ha tomado esta película como una experiencia, un punto que añadir al currículum que le abra puertas de futuros proyectos. Y ha surtido efecto inmediato, pues su participación en el Festival del Málaga (ha sido premiado en la Sección No Oficial ZonaZine) ya le está dando sus frutos: Ilusión se verá en Alemania, Inglaterra y Francia, de momento.

En su opinión, debería de haber un cambio de modelo que atienda a la cantidad de gente dispuesta a hacer películas y que no ven apoyo por ningún lado. “Tendrían que ser ayudas más pequeñas pero más variadas y con criterios más abiertos”, apunta, añadiendo también que los presupuestos de las películas “deberían ser más bajos”, porque la tecnología actual permite conseguir un trabajo de mucha calidad de una forma “más asequible que antes”.

Además, afirma que debería explorarse la apertura a la financiación privada favoreciendo la inversión en cine a través de la tan nombrada desgravación fiscal: “Todo está muy concentrado en las ayudas públicas y las que están obligadas a dar las televisiones”. También aprecia el micromecenazgo como una iniciativa útil y positiva, aunque en su caso ha preferido liarse la manta a la cabeza y emprender él solo el camino. Y como él, asegura que “otros muchos directores” están haciendo lo mismo, porque las productoras solo apuestan por un determinado cine y un modelo de exhibición en salas que "hoy ya no es necesario", teniendo a mano la posibilidad de la distribución en internet. Aun así, considera que su opción “no es sostenible”: “No se puede estar siempre pidiendo favores y no pagando a la gente”.

Dos millones de dólares en cinco días, que se dice pronto, gracias al micromecenazgo. Es lo que ha conseguido un actor y cineasta estadounidense, Zach Braff, agitando las aguas del crowdfunding en Internet. Y no es el primero. Un mes antes, esta técnica de financiación dio dos millones y medio de dólares a la película Veronica Mars en apenas 24 horas.