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Lee Miller o cuando el siglo XX se hizo mujer
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PUBLICADAS DECENAS DE FOTOGRAFÍAS INÉDITAS DE LA REPORTERA Y MUSA SURREALISTA

Lee Miller o cuando el siglo XX se hizo mujer

Solo enumerar le hace justicia a Elisabeth Lee Miller, y ni aun así. Fue modelo, portada de Vogue y autora surrealista, vivió en Nueva York, Londres, París y El

Solo enumerar le hace justicia a Elisabeth Lee Miller, y ni aun así. Fue modelo, portada de Vogue y autora surrealista, vivió en Nueva York, Londres, París y El Cairo, amó a Man Ray y Roland Penrose, la retrataron Pablo Picasso y Jean Cocteau, fue reportera durante la II Guerra Mundial –allí fotografió la liberación de París, la batalla de Alsacia y el horror de los campos de concentración– y hasta se dio un chapuzón en la bañera del mismísimo Adolf Hitler.

Así de intensamente, como una alegoría del siglo más que una de sus habitantes, vivió esta belleza a la par que genio nacida en Nueva York en 1907, que reservó su belleza para un lado del objetivo y su genio para el otro, triunfando como nadie hizo nunca antes –y de momento, nadie después– a ambos lados del obturador. El aniversario de su nacimiento es el de la muerte de Penrose, su último marido –que para más poética coincide a su vez con la de Shakespeare y Cervantes–, y por eso este 23 de abril fue la fecha elegida por sus herederos para publicar 3000 nuevas fotografías de la artista, muchas de ellas nunca vistas.

Y las NBS de Miller –siglas de never seen before, o nunca vistas– no defraudan. Entre ellas podemos encontrar una que complementa a su famoso picnic de 1937 con ella misma, Paul Éluard, Man Ray y sus amigos –que a su vez homenajea al célebre Le Déjeuner sur l'herbe de Manet– e instantáneas de Paul Eluard, Georges Braque, Virgil Thomson, Max Ernst, Dorothea Tanning, Joan Miró, Yves Tanguy, Desmond Morris, Saul Steinberg, Henry Moore y Oskar Kokoschka, así como fotos de estudio que Miller hizo para la misma Vogue de la que fue portada como modelo e imágenes de su vida cotidiana con Penrose, entre ellas una hermosa fotografía en color de ella misma posando junto a una estatua con el pecho desnudo.

Las fotografías de Lady Penrose, como se hizo llamar Miller durante la última parte de su vida, forman parte de la colección que heredó su hijo Antony Penrose, algunas de las cuales nunca habían visto la luz y se conocían solo por las descripciones que Penrose hace en su libro de 1988 Las vidas de Lee Miller. El tesoro fue descubierto por él mismo tras la muerte de la artista en 1977. Resulta que en el ático de su casa en Sussex guardaba nada menos que 60.000 negativos originales, 20.000 fotos impresas y copias por contacto y una nutrida colección de manuscritos y documentos personales.

Poco después, en 1984, Penrose tuvo que sumar a la impresionante colección de su madre el legado de su padre, el poeta Roland Penrose, una prominente personalidad de la cultura británica –fundó en 1947 el Institute of Contemporary Arts, entre otras instituciones– cuya propiedad intelectual incluía sus célebres biografías de Picasso, Miró, Ray y Antoni Tàpies. Aunque el hijo de Miller y Penrose no habla bien de ninguno de los dos –ella no fue la mejor madre del mundo, asegura, debido a sus constantes ausencias, la depresión y un largo episodio de alcoholismo– es su heredero y consagra hoy su vida a promocionar los llamados Lee Miller Archives y la institución homónima en Farley Farm House, la finca familiar en Sussex.

De musa a artista

Miller no tuvo una infancia fácil. Su propio padre la introdujo en el modelaje siendo una niña, cuando se dedicó a fotografiarla desnuda constantemente, y fue violada a los siete años por un familiar que le contagió gonorrea –una enfermedad particularmente dura para los niños, en especial a principios del siglo XX–.

Aunque se dice que Miller viajo a Nueva York para huir de casa y sin intención alguna de convertirse en modelo, lo cierto es que poco después de llegar captó la atención del editor Condé Montrose Nast –el fundador de Vogue, Vanity Fair y The New Yorker–, que la catapultó al estrellato convirtiéndola en la cara visible de una marca de tampones, Kotex, y a su vez en una modelo recurrente de sus revistas.

Miller, sin embargo, abortó su carrera como modelo cuando más alto apuntaba para abandonar Estados Unidos e irse a vivir con Man Ray a París, primero como su aprendiz, después como su musa y al final como su amante. Allí conoció a los genios de las vanguardias surrealista y cubista y entró ella misma en el movimiento, descubriendo su verdadera vocación en la fotografía artística y haciéndole sombra al mismísimo Ray, de quien se dice hoy que si mantuvo con ella una relación tan tormentosa fue por celos, como reza la leyenda clásica, pero no románticos, sino profesionales. Entre otros logros, Miller contribuyó de forma determinante al refinado de la técnica de la solarización, de quien fue además una de las fotógrafas más emblemáticas. La leyenda también atribuye a su pulso algunas de las fotografías que hasta hoy aparecen en colecciones, catálogos y exposiciones firmadas por Ray.

La artista, sin embargo, vivió las vanguardias europeas como lo que fueron –fenómenos con un inicio, un desarrollo y un final– y perdió el interés por ellas con la II Guerra Mundial, cuando se enroló en el London War Correspondents Corp. y recorrió el continente documentando las atrocidades de la contienda.

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Entre sus fotografías –miles en cantidad, decenas de ellas emblemáticas, algunas simplemente irrepetibles– están las de la liberación de París, las de la batalla de Alsacia y las del napalm tras el asedio de Saint-Malo. Entre los momentos que vivió su cable histórico a la redacción de Vogue tras descubrir los campos de concentración de BuchenwaldyDachau –"os imploro que creáis que esto es cierto", afirmó al enviar sus fotos de internos supervivientes, cadáveres de soldados alemanes flotando en el río y cámaras de gas– y la revancha simbólica que despachó nada menos que a Adolf Hitler, en cuya casa de Munich entró tras morir y en cuya bañera se metió y se fotografió desnuda.

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Tras su matrimonio con un egipcio, Aziz Eloui Bey, y su vida en El Cairo, Miller se divorció y se casó con Roland Penrose, de quien se quedó embarazada a los 40 años. Lady Penrose, como se hizo conocer desde entonces, se retiró entonces y mantuvo una vida familiar en Farley Farm House, para muchos tocada por el síndrome de estrés postraumático. Olvidada por el mundo y por su Estados Unidos natal y eclipsada por su condición de musa de genios, solo su muerte en 1977 y el descubrimiento de su archivo restauró la gloria de esta artista, toda una encarnación del siglo XX de la que hoy conocemos, por suerte, un poquito más.

Solo enumerar le hace justicia a Elisabeth Lee Miller, y ni aun así. Fue modelo, portada de Vogue y autora surrealista, vivió en Nueva York, Londres, París y El Cairo, amó a Man Ray y Roland Penrose, la retrataron Pablo Picasso y Jean Cocteau, fue reportera durante la II Guerra Mundial –allí fotografió la liberación de París, la batalla de Alsacia y el horror de los campos de concentración– y hasta se dio un chapuzón en la bañera del mismísimo Adolf Hitler.