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Contracultura de derechas, un negocio millonario
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EL EMPORIO VICE OBTIENE BENEFICIOS RÉCORD MOFÁNDOSE DE OCCUPY WALL STREET

Contracultura de derechas, un negocio millonario

Mill millones de dólares. La revista Forbes calcula que ese es el valor de mercado del grupo empresarial Vice. Hace un lustro, la empresa era otra

Foto: Contracultura de derechas, un negocio millonario
Contracultura de derechas, un negocio millonario

Mill millones de dólares. La revista Forbes calcula que ese es el valor de mercado del grupo empresarial Vice. Hace un lustro, la empresa era otra revista gratuita con gancho entre los modernos. Hoy los suplementos económicos la definen como "la próxima MTV", aquella cadena de vídeos musicales que explotó comercialmente en los ochenta y que se convirtió en referente de la cultura juvenil de todo el planeta. En plena crisis, las perspectivas económicas de Vice suenan deslumbrantes: facturaron cien millones de dólares en 2011, con márgenes de beneficio del 20 por ciento. En 2012 doblaron sus ingresos, según revela el periodista Jeff Bercovici. El emporio, que ahora se centra en proyectos artísticos y en el sector audiovisual, ha firmado acuerdos con gigantes empresariales como el grupo Intel, el banco de inversiones Raine Group o la productora HBO, entre otros.

Orgullo blanco

¿Cuál ha sido su receta para arrasar? Vice presume de contenidos ofensivos, políticamente incorrectos, con frecuentes referencias al porno, los estereotipos raciales y las drogas duras. Shane Smith, presidente ejecutivo de 41 años, explica que su objetivo es "subrayar el absurdo de la condición moderna". Más allá de cómo se quieran vender, hace más de una década que se les acusa de manejar un discurso abiertamente derechista. Mark Grief, editor del libro ¿Qué fue de lo hipster? (Alpha Decay, 2011), nos pone en antecedentes: "En 2003 el diario New York Times señaló la persistente conexión de Gavin McInnes, entonces director de Vice, con posturas inaceptables acerca de la cuestión racial.

Activismo prosistema

Diez años más tarde, la revista sigue la misma línea. Su cobertura de Occupy Wall Street -el equivalente al 15M en Estados Unidos- sorprendió por su extremismo. El director envió a cuatro modelos masculinos, con trajes de Dior Homme y maletín de ejecutivo, a realizar una sesión de fotos fashion entre los manifestantes. Objetivo: reírse de la protesta. Uno de los modelos comía caviar con cuchara entre la multitud, otro se puso a tocar los bongos con su corbata como cinta de pelo y el tercero paseaba una pancarta con el lema "chupa el uno por ciento de mi polla" (réplica chusca al lema "somos el 99 %").

Por si quedaban dudas, Shane Smith aclaró su postura: "Occupy Wall Street es muy adolescente. Hablan de redistribuir la riqueza, pero eso tiene un nombre: comunismo. Quieren quitar a los ricos para dárselo a los pobres (...) Cuando te acercas a hablar con los manifestantes parece un jardín de infancia. No saben lo que es el comunismo o el socialismo. ¿Es que nunca han leído un libro?". 

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El Stalin de Vice

Smith se autodefine como "el Stalin de Vice". Sostiene que todas las compañías exitosas tienen su propio dictador. Pone los ejemplos de Steve Jobs (Apple) o Mark Zuckerberg (Facebook). "He vivido gran parte de mi vida en ambientes socialistas como Canadá o Escandinavia. Son gobiernos que legislan la creatividad y cortan las alas de la gente que destaca. Quieren que todo el mundo se quede en un aprobado raspado", afirma. 

¿La ironía del asunto? Vice nació en 1994 gracias a una subvención cultural del gobierno canadiense. El próximo objetivo de la empresa es el mercado chino, una aventura para la que el año pasado obtuvieron entre 50 y 100 millones de dólares de distintos grupos inversores. Aprovechando los bajos costes laborales del país, han inaugurado un cuartel general en el país asiático con más de sesentasuites para edición de vídeo.

Pijerío pop

¿Como es posible que la contracultura, un movimiento igualitario, haya virado tanto a la derecha? Cuesta explicarlo, pero muchos señalan que los puestos de artistas y periodistas culturales cada vez están más copados por la clase alta. El mes pasado, la cantante Sandie Shaw, que ganó Eurovisión en 1967, denunciaba en The Times un sesgo clasista en la listas de éxitos. "Los mejores grupos de Inglaterra no reciben atención mientras triunfan niños ricos como Mumford & Sons". Algo parecido explicaba hace un par de años el periodista político Owen Jones. Hasta la década de los noventa, los grupos de clase obrera eran mayoría y triunfaban a lo grande, como muestran las carreras de The Beatles, The Smiths y Oasis. "Ahora llevan la batuta bandas de clase media como Coldplay", afirma Jones en su libro Chavs: La demonización de la clase obrera en Inglaterra (Capitán Swing, 2011). La revista siempre ha dedicado bromas hostiles a las feministas y los gays

El autor también lamenta que algunas letras de superventas como Blur o Lily Allen se mofen de las costumbres de las capas populares del país. Esta misma semana, el diario The Guardian reabrió el debate con un artículo titulado ¿Se ha vuelto el pop demasiado pijo? Según el periodista musical Dorian Lynksey, la música popular ha dejado de ser el poderoso ascensor social de hace medio siglo. "Sólo el 7 % de adolescentes británicos acuden a colegios de pago, pero la presencia de este segmento social en los medios y en las listas es mucho mayor. En la era britpop, se conocía a Damon Albarn (Blur) como 'el pijo', hoy nadie tiene ese mote porque la mayoría lo son".

Keith Richards contra Iraq

En los últimos tiempos, veteranos punks y hippies se han llevado sonadas decepciones con sus ídolos contraculturales. Moe Tucker, batería de la Velvet Underground, fue sorprendida en 2010 asistiendo a una manifestación del patriota y derechista movimiento Tea Party. Días más tarde, aclaró que consideraba "mentirosos" a todos los políticos y que no se sentía "conservadora ni liberal". Más rotundo fue el gesto de Keith Richards, legendario guitarrista de los Rolling Stones, que admitió en una entrevista haber escrito una carta a Tony Blair para animarle a invadir Iraq. "Le dije que era demasiado tarde para volverse atrás, que debía mantenerse firme en su alianza Estados Unidos. Me devolvió una nota dándome las gracias". Podemos imaginar cómo se sintieron los millones de antimilitaristas que pasaron su juventud escuchando a los Stones. 

Mill millones de dólares. La revista Forbes calcula que ese es el valor de mercado del grupo empresarial Vice. Hace un lustro, la empresa era otra revista gratuita con gancho entre los modernos. Hoy los suplementos económicos la definen como "la próxima MTV", aquella cadena de vídeos musicales que explotó comercialmente en los ochenta y que se convirtió en referente de la cultura juvenil de todo el planeta. En plena crisis, las perspectivas económicas de Vice suenan deslumbrantes: facturaron cien millones de dólares en 2011, con márgenes de beneficio del 20 por ciento. En 2012 doblaron sus ingresos, según revela el periodista Jeff Bercovici. El emporio, que ahora se centra en proyectos artísticos y en el sector audiovisual, ha firmado acuerdos con gigantes empresariales como el grupo Intel, el banco de inversiones Raine Group o la productora HBO, entre otros.