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Angélica Liddell mantiene intactas sus lesiones incompatibles con la vida después del Nacional
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MONTA EN MADRID 'PING PANG QIU', UNA CRÍTICA CONTRA LA CENSURA Y LA REPRESIÓN

Angélica Liddell mantiene intactas sus lesiones incompatibles con la vida después del Nacional

Angélica Liddell nació muchos años antes de que le concedieran el Premio Nacional de Dramaturgia, el pasado noviembre. Viene al caso recordar que esta autora, actriz

Foto: Angélica Liddell mantiene intactas sus lesiones incompatibles con la vida después del Nacional
Angélica Liddell mantiene intactas sus lesiones incompatibles con la vida después del Nacional

Angélica Liddell nació muchos años antes de que le concedieran el Premio Nacional de Dramaturgia, el pasado noviembre. Viene al caso recordar que esta autora, actriz y directora de sus espectáculos, nacida por casualidad en Figueres hace 47 años, tiene una larga vida fraguada en el silencio y la oscuridad submunda de los buenos años de las salas alternativas madrileñas, de donde hoy sólo entran deudas y salen ayudas.

Es importante advertirlo porque este galardón será para muchos la primera noticia que tienen de ella y de su compañía Atra Bilis. Podríamos resumir los años de encierro y catacumbas, en los que para sobrevivir tuvo que añadir a su escena vanguardista un disfraz de Piolín en esos parques temáticos -que también han naufragado-, en dos palabras: martirio y sufrimiento.

No tengo ningún buen recuerdo de las salas alternativasEso fue la materia prima con la que ella y Sindo Puche cocinaron el “Tríptico de la aflicción” o “Y los peces salieron a combatir contra los hombres”. Su historia en la sombra acabó el día en que Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional en 2007, les llamó para que formaran parte de la temporada de la nave escénica con “Perro muerto en tintorería: los fuertes”. Entonces el público conoció en persona esos infiernos de El Bosco: un tormento abigarrado y obsesivo, que se agitaban con la palabra incendiaria de Liddell.

Valor en alza

Esta semana monta en los Teatros del Canal “Ping Pang Qiu”, el 14, 15, 16 y 17, dentro de la programación de ese absurdo al que cada año le varían la preposición para ver si cobra algún sentido haber fundido dos certámenes y ahorrarse uno: Festival de Otoño a Primavera. Es otro pequeño paso en el reconocimiento popular a un trabajo que no ha cesado, gracias, sobre todo, a Europa que ha visto en su obra lo que las instituciones españolas no se atrevieron a ver en su momento. Un dato revelador: de la obra “Hysterica Passio”, un macabro cuento de Navidad del año 2003, sólo pudo hacer tres funciones.

Explica que en Francia ha conocido lo que es el respeto por el trabajo y que no echa en falta las salas alternativas, todo lo contrario. “No tiene sentido trabajar para tus amigos durante 15 años y que vayan a verte los 15 amigos. No tengo ningún buen recuerdo de las alternativas; he empezado a disfrutar del teatro ahora. El circuito alternativo es deprimente”. Quien lo asegura es alguien que ha girado la mayor parte de su vida por estas salas.

Liddell resume casi dos décadas de trabajo al más puro estilo Angélica: “No entiendo la trayectoria sin muchísimo esfuerzo y muchísima decepción”. Añade más por si quedara alguna duda del odio: “Son dos cosas que se unen y te da una fuerza brutal. Cuando la herida se une al trabajo el resentimiento es un motor”. La única salida era rebelarse contra todo lo que odiaba y en ese saco figura, por encima de todo lo demás, el ser humano.

El dinero por encima del hombre

“He aprendido a respetar al dinero. Las personas no me parecen respetables. Cuando acumulas suficientes decepciones tras haber conocido a muchos hijos de puta te separas de la idea de humanidad”, explica con la vehemencia contenida. En el escenario deja que se dispare. Dice que lo necesita, que en la vida no puede decir lo que piensa, que es mucho más tímida, que sería capaz de atravesar montañas para seguir escribiendo y jugando al teatro si su país se lo prohibiese. “La voluntad de expresión es imparable”, dice y Sade añadiría que cuando uno no puede escribir con tinta, lo hace con su propia mierda.

La izquierda europea de los años sesenta no quiso ver la injuria humana del comunismo instalado como dictaduraLa censura y la represión que descubrió tras el ciego enamoramiento que sintió por China es el caldo de cultivo de este “Ping Pang Qiu”: “Es una defensa del mundo del arte y de la expresión por encima de las ideologías. Hay algo mucho más profundo que la ideología: el pensamiento y la conciencia humana”. Como se pueden imaginar, ha conocido todos los grados de estulticia española, pero el que más le duele es el que se viste de compromiso y discurso para esconder
la ignorancia y la vejación.

Fue, precisamente, uno de aquellos prohombres, tan progresista y tan comprometido, quien le impidió subir a escena envuelta en una bandera de España para denunciar el menosprecio de la política española sobre los miles de muertos en el Estrecho. Aquel notable de la escena no quería jugarse la reprimenda del alcalde y la congelación de sus ayudas a su gran obra a favor de la comunión de todas las civilizaciones.

Adiós al pudor

Por tantas otras razones ella se ríe de la fe en el ser humano y se expone a sí misma para demostrar la miseria. Desnuda, sin disfraces, pero barroca. Ni pudor: “Hay que romper la barrera supersónica del pudor. Hay un inmenso pudor a mostrar la condición humana a través de uno mismo, porque todos queremos dar nuestra mejor parte. Hablar de la naturaleza humana requiere falta de pudor”.

Tampoco lo tiene esta fuerza bruta del escenario en internet, el otro analgésico contra sus dolores. En escena y en su blog se purga. En ambos lugares ante nosotros con crueldad, honestidad y poesía. Sin cuidado por hacer aflorar su mejor cara.

Estábamos en China. Las primeras interferencias con ese amor vienen a Liddell con el estudio y el análisis de la revolución cultural china maoísta de 1966. “Descubro la aniquilación sin precedentes en la Humanidad del mundo de la expresión. Mao destruyó y masacró una cultura de 10.000 años en apenas cuatro. La izquierda europea de los años sesenta no quiso ver la injuria humana del comunismo instalado como dictadura y ahora con sesenta años andan arrepentidos”. No, tampoco cree en las ideologías.

El Nacional es una venganza contra todos los imbéciles que he conocido en mi vida“Las ideologías nacen para ser traicionadas por los mismos ideólogos”, sentencia. Rabia no sólo contra el poderoso corrupto, sino contra quien lo legitima todo con discurso y hacen de un proyecto un discurso. “Los comprometidos me hartan: he visto gente muy comprometida que sólo son eso, un discurso. He conocido a muchos hijos de puta con discurso”, recuerda con toda la amargura que puede destilarse en una conversación amable en una librería con café. Y vuelve a la carga: “Creo en la contradicción, no en la convicción”.

Bárcenas y Ricardo III

El discurso podría haberle separado del dinero y del premio, pero ha quedado claro que el Nacional de Literatura Dramática, con sus 20.000 euros, fueron muy bien recibidos. Recibió la noticia mientras comían en un restaurante de Amberes, allí montaban “Maldito sea el hombre que confía en el hombre”. La llamada levantó a gritos al resto de comensales. Todos los premios le han servido para pagar el alquiler. “El Nacional es una venganza contra todos los imbéciles que he conocido en mi vida, todo lo que he tenido que aguantar, todo el paternalismo, contra todos los que te han tratado de humillar”. Como para no celebrarlo.

Lo dice en escena y en carne: “No me importa de dónde venga el dinero, respeto muchísimo el dinero. Mucho más que al ser humano”. Así lo suelta también en uno de sus arrebatos durante la obra “Maldito sea el hombre que confía en el hombre”. Por cierto, si quieren saber algo más de lo que publicamos en los periódicos sobre el señor Bárcenas u otro ser sobrecogedor, el retrato perfecto está en “El año de Ricardo”.

Angélica Liddell es un ser dolorido que quiere llevar al espectador a sus conflictos, a la zozobra, a la angustia que ella pasa cuando entra en una sala de ensayos o cuando se mete en una hoja en blanco. Toda su obra nace del desastre, de una batalla, de la pasión, del odio. Algo incontrolable, como su propia presencia: Me desenvuelvo bien en el exceso, la calma no me aporta mucho”.

Aquí se puede ver una galería de fotos de 'Ping Pang Qiu'.

Angélica Liddell nació muchos años antes de que le concedieran el Premio Nacional de Dramaturgia, el pasado noviembre. Viene al caso recordar que esta autora, actriz y directora de sus espectáculos, nacida por casualidad en Figueres hace 47 años, tiene una larga vida fraguada en el silencio y la oscuridad submunda de los buenos años de las salas alternativas madrileñas, de donde hoy sólo entran deudas y salen ayudas.