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El sueño ‘español’ de restaurar el Teatro Cervantes de Tánger
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SEMIDERRUIDO, EL EDIFICIO DE 1913 ERA EL NÚCLEO DE LA ‘LITTLE SPAIN’

El sueño ‘español’ de restaurar el Teatro Cervantes de Tánger

Ahmed Benattia Melgarejo es tangerino y granadino, tiene 21 años y estudió desde niño en el instituto español Severo Ochoa de Tánger. Es uno más de

Foto: El sueño ‘español’ de restaurar el Teatro Cervantes de Tánger
El sueño ‘español’ de restaurar el Teatro Cervantes de Tánger

Ahmed Benattia Melgarejo es tangerino y granadino, tiene 21 años y estudió desde niño en el instituto español Severo Ochoa de Tánger. Es uno más de los estudiantes que cada año salen de este centro con el bachillerato español bajo el brazo para formar parte de una inmigración distinta a la que suele aparecer en los medios: los hijos de la invisible clase media marroquí que parten hacia España para estudiar en la universidad.

Aunque Tánger llegó a ser un núcleo de vida española cuando era una ciudad internacional, hoy quedan pocos vestigios de aquellos tiempos. El Instituto Severo Ochoa forma parte del complejo boscoso compartido con el Colegio Ramón y Cajal, también en funcionamiento, y el Consulado. A la cola, el Hospital Ramón y Cajal, un edificio enorme con varias alas donde actualmente trabajan un par de médicos españoles y algunas enfermeras. Y más allá, desperdigados por la ciudad, la plaza de toros que sirve hoy de vivienda para pobres que cuelgan en los burladeros la ropa recién lavada, o el Gran Teatro Cervantes, abandonado, semiderruido. Es este edificio, construido en 1913 para convertirse en el teatro más grande del norte de África, el que Benattia ha convertido en su obsesión.

El Cervantes reunía a los habitantes de la Little Spain de Tánger. Allí actuó Juanito Valderrama, Raquel Meller, Imperio Argentina, Lola Flores... Allí se celebraban los bailes de máscaras y las nocheviejas apoteósicas que poco a poco se acercaban a la última campanada, en 1985.

“Del español perduran muchos relatos en el tangerino, mucha historia,” explica Benattia. “Sin embargo ahora mismo queda, por encima de todo, la necesidad imperiosa de una convivencia. Pero una convivencia construida sobre el ahora, enmarcada en esta modernidad hiperconectada. Una convivencia construida sobre la posibilidad de una comunicación directa, libre por completo de filtros que enturbien el diálogo. Pretendemos que el proyecto Gran Teatro Cervantes de Tánger sea la materialización de esta idea”.

En 1991 se intentó restaurar el edificio, que había sido arrendado al ayuntamiento de Tánger después de la Marcha Verde por el precio simbólico de un dirham. Sin embargo, el conflicto de Perejil destruyó las negociaciones unos años después, y tanto el proyecto arquitectónico como la iniciativa quedaron en dique seco.

Y el tiempo iba destruyendo las estructuras del edificio, hoy cerrado a cal y canto… hasta que Ahmed y sus amigos se colaron. Para un estudiante de teatro como él, que a su corta edad ha actuado incluso en Moscú, fue el comienzo de un ambicioso proyecto: Sostener lo que se cae*.

“Creemos en lo construido colectivamente”

El equipo actual de la organización está compuesto por unos veinte jóvenes de entre 20 y 25 años. Como ocurría en la ciudad internacional, son muy diferentes entre sí: distintas nacionalidades, distintas lenguas, religiones e intereses personales... “Eso sí,” dice Benattia, “coincidimos todos en dos cosas: creemos en lo construido colectivamente y creemos necesario que existan espacios para el arte y la cultura que pertenezcan y sean gestionados por la ciudadanía”.

Forman grupos especializados coordinados por arquitectos, arquitectos técnicos, traductores, abogados y expertos en comunicación e imagen y orquestados por Benattia. Lo que empezó siendo un proyecto que levantaba más dudas irónicas que esperanzas está tomando forma. En enero se presentó en Tánger, el mes pasado en el Ateneo de Madrid y el 16 de abril en Granada. La misión que se han marcado tiene dos objetivos: lograr la cesión del edificio al colectivo, que tiene que otorgar el Ministerio de Exteriores de España, y conseguir permisos de obra por parte de la administración marroquí.

Ha recibido el apoyo de personas influyentes, entre ellas Bernabé López-García, catedrático honorario de la UAM de Historia Contemporánea del Islam, que escribió: “Tienen el coraje y la fuerza de los jóvenes que han protagonizado el año 2011, según consagró la revista Time. Y quieren desde el voluntariado ser los gestores de la restauración y los beneficiarios de la utilización de un espacio que puede ser el símbolo de una nueva relación entre nuestros dos países, recuperando todo lo positivo que en ambos países se ha construido juntos”.

Yendo a lo práctico, algunos proyectos parecidos han triunfado en España: el Antic Teatre de Barcelona, que reformó la yugoslava Semolinika Tómik, es el mejor ejemplo. Un centro autogestionado (y autofinanciado) donde tiene lugar una actividad escénica original y alejada de las corrientes dominantes.

Cuando se pregunta a Benattia sobre cómo piensan gestionar el espacio, explica: “algo entre Tabacalera y Matadero. Matadero Madrid es un agujero negro del dinero, con un presupuesto inicial de 110 millones de euros. Tabacalera es justo lo contrario. Nosotros no pretendemos depender de la benevolencia administrativa ni prescindir del dinero. No será una empresa que genere beneficios pero tampoco un centro social que no ingrese dinero.... Pretendemos que sea, a la vez, centro cívico, casa de la cultura, casa de la juventud, centro de arte contemporáneo, centro para las artes escénicas…”.

El tiempo y el trabajo de estos jóvenes dirá si el viejo teatro español se convierte en un centro de convivencia para los vecinos, o si la idea y el edificio se derrumban en mitad de esta ciudad que postuló para convertirse en la sede de las Naciones Unidas.

*“Sostener lo que se cae” es un colectivo de jóvenes marroquíes y españoles que nace como ejemplo de buena vecindad entre los dos países con un objetivo claro: restaurar el Gran Teatro Cervantes de Tánger.

Ahmed Benattia Melgarejo es tangerino y granadino, tiene 21 años y estudió desde niño en el instituto español Severo Ochoa de Tánger. Es uno más de los estudiantes que cada año salen de este centro con el bachillerato español bajo el brazo para formar parte de una inmigración distinta a la que suele aparecer en los medios: los hijos de la invisible clase media marroquí que parten hacia España para estudiar en la universidad.