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El Planeta, una farsa que se sigue creyendo
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El Planeta, una farsa que se sigue creyendo

La polémica se volvía a disparar un año más. El premio Planeta se conocía horas antes de abrir el sobre del ganador. Estaba tan literalmente cantado

Foto: El Planeta, una farsa que se sigue creyendo
El Planeta, una farsa que se sigue creyendo

La polémica se volvía a disparar un año más. El premio Planeta se conocía horas antes de abrir el sobre del ganador. Estaba tan literalmente cantado que Ángeles Caso se llevaría tal galardón, que hasta wikipedia lo hacía público antes de tiempo. Pero, ¿de qué se puede uno extrañar? El Planeta siempre ha funcionado de esta manera. Solo hay que recordar una anécdota más que clarificadora. En la entrega del 15 de octubre de 1989, una periodista le preguntó a Lara Hernández que cómo era posible que Soledad Puértolas, que había concursado con seudónimo, hubiera sido invitada al acto antes de conocerse el fallo. Lara le respondió: “Creo que usted todavía cree que los niños vienen de París”.

 

Es hora de desengañarse: el Planeta no es un premio literario al uso. Cierto es que con toda su parafernalia de rostros de la cultura, y con lo muy crematístico de su premio - el ganador se lleva 601.000 euros y el finalista, 125.000-, que le convierte en el mejor dotado económicamente tras el Nobel, parece haberse instituido como el galardón de galardones en la literatura de lengua hispana. Pero nada más lejos de la realidad.

 

Enrique Redel, director de la editorial Impedimenta, habla del Planeta como, ante todo, “una operación comercial, es la gran presentación mediática de las dos grandes apuestas de la editorial de cara a la campaña de Navidad”. Añade que no cree “que nadie piense que es un premio a la calidad”, es más bien “un libro legible para lectores ya hechos, pero sobre todo dirigido a gente que lee de vez en cuando”. A pesar de estar detrás de una editorial pequeña no le parece una operación que vaya contra el sector, ya que consigue que “se hable de libros sabiendo que están en otra dimensión y con otros valores”.

 

Se buscan premiados

 

Todos los años, decenas y decenas de escritores se presentan con la esperanza de ganarlo y con ese dinero poder dedicarse en exclusiva al oficio de la escritura. Y es que el gran truco de Lara ha sido siempre hacer creer que es un premio al uso. Tiene unas bases, por supuesto, pero luego están los tejemanejes al estilo de lo que demandaron Miguel Delibes y Ernesto Sábato: les habían ofrecido ganar el premio en 1994. Y es que ya es un secreto a voces. El Planeta es una gran campaña de marketing en la que el premio principal va a parar a un escritor mediático –al que muchas veces se le pide que se presente, alentándole con promesas-, mientras que el finalista es el verdadero valor a reconocer, “una promesa alimentada”, dice Redel.

 

Julián Rodríguez, de la editorial Periférica y autor reconocido con un par de premios, recuerda que tanto el Nadal como el Planeta surgieron en el franquismo de posguerra, “una época en la que no había industria, y en la que, por tanto, tenía sentido poner foco sobre la literatura”. Pero añade que ahora mismo “no tienen sentido, es mucho más interesante que se den premios a obras publicadas teniendo en cuenta su calidad”. Cree, además, que España es uno de los pocos países con tantos premios para primeras obras, que son las que realmente necesitan el impulso que suponen ser escogidas.

 

Es por alguna de estas razones que el debate a favor o en contra de los premios Planeta lleva a la conclusión de que en España quizá falte un premio a la altura del Goncourt o Renaudot que se entregan en Francia –y que no ofrecen más que publicidad a sus premiados-; o el Booker, en Reino Unido. Uno que valore más allá de intereses editoriales, el libro de más calidad del año. De esta manera “el mundo editorial mejoraría y nuestra literatura sería más exportable”, indica finalmente Redel.

 

Premios como el Llibreter intentan cosas parecidas, pero están muy lejos de tener la repercusión de los europeos  mencionados, que son una indicación para todo buen lector de que merecen una especial atención. ¿Se acuerdan de Suite francesa?, pues vino de la mano del Renaudot. ¿Y de El Dios de las pequeñas cosas o Desgracia?, en este caso se conocieron por el Booker. Grandes lecturas recibidas con aplausos unánimes.

 

De momento el panorama es el que es. El Planeta se sigue televisando, es el gran acontecimiento literario del años y se le hace la ola desde muchos sectores. La ministra de Cultura tampoco falta a la cita. Pero quizá no hay que dejarse engañar y ver que, más allá de cifras y grandes campañas, se esconde ese libro que es en sí un premio. 

La polémica se volvía a disparar un año más. El premio Planeta se conocía horas antes de abrir el sobre del ganador. Estaba tan literalmente cantado que Ángeles Caso se llevaría tal galardón, que hasta wikipedia lo hacía público antes de tiempo. Pero, ¿de qué se puede uno extrañar? El Planeta siempre ha funcionado de esta manera. Solo hay que recordar una anécdota más que clarificadora. En la entrega del 15 de octubre de 1989, una periodista le preguntó a Lara Hernández que cómo era posible que Soledad Puértolas, que había concursado con seudónimo, hubiera sido invitada al acto antes de conocerse el fallo. Lara le respondió: “Creo que usted todavía cree que los niños vienen de París”.