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España, entre el cielo y el infierno
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España, entre el cielo y el infierno

Ni malos ni buenos, sino todo lo contrario. No siempre lo peor es cierto. Carmen Iglesias “Los hombres hacen la historia en unas condiciones, pero la hacen

Ni malos ni buenos, sino todo lo contrario. No siempre lo peor es cierto. Carmen Iglesias

 

“Los hombres hacen la historia en unas condiciones, pero la hacen ellos mismos”. En esta frase se condensa buena parte del sentido de este volumen grueso pero no denso -en el sentido de intragable-. Hace referencia a la voluntad del hombre, porque la historia se compone de pequeñas elecciones que se hacen cada día a muy diversos niveles, y que determinan el futuro. Pero son decisiones no determinadas por esencias perennes -un carácter nacional-, sino que aunque se dan en unas circunstacias históricas y sociales -y personales, no hay que olvidarlo- determinadas, funcionan en base al libre albedrío que tanto preocupaba a Calderón, quien escribió la comedia de la que toma el nombre este acúmulo ordenado de textos.  Y el hecho es que los españoles sentimos hacia nuestro pasado una suerte de temor, parecido al que se siente por una enfermedad contagiosa. Los españoles  somos así o asá y “siempre es cierto lo peor”, como dice don Carlos en la comedia calderoniana, a lo que responde doña Leonor: “Yo le enmendaré, mudando: «No siempre lo peor es cierto». Ello ha llevado a derramar millares de litros de tinta -y no menos de sangre-, este pesimismo histórico cargado de ingenuidad e ignorancia que conduce al problema de España y a la imposición de ciertas formas de pensar y de vivir que, según esa esencia, son las propias de los españoles. 

Así pues, Carmen Iglesias llama la atención no sólo sobre la imagen que tienen otros de España, la célebre “leyenda negra” sino que la hayamos interiorizado; dando por hecho que todos los países padecen sus propios tópicos, parece que sólo nosotros hemos asumido la imagen exterior como la propia y auténtica. Y no sólo eso, sino que la historia de España, en el imaginario popular, adopta sus caracteres de la literatura, de esos tópicos. Sin embargo, “para los historiadores, España no es ningún enigma histórico ni un problema metafísico irresoluble, ni representa la historia de un fracaso siempre continuo”. La historia, en cuanto disciplina, ha aportado ya suficientes datos como para matizar en gran medida el relato de nuestro pasado -lo que podríamos llamar memoria histórica, porque no habita tanto en nuestros libros, que también, cuanto en la imaginación popular-.

Esta visión negativa de nuestro pasado, de nosotros mismos -en cuanto herederos de nuestros antepasados: la historia es una permanente dualidad de cambios y permanencias-, perjudica nuestra presente y necesaria convivencia: “Sin una asunción mayoritaria de una historia común sin complejos de inferioridad, con sus luces y sus sombras, pero sin la tentación apocalíptica de que todo el pasado fue el peor posible y sin “la perversión de la memoria” que supone, según Bruckner, no hacer otro uso del recuerdo que el de las  catástrofes que asolaron a un pueblo y que se interiorizan como un continuum que prefigura un futuro fatal, en el que siempre está presente la intransigencia y el resentimiento; sin una asunción serena, que se aleje del odio y del rencor, de la tergiversación o traumatización de la memoria histórica, no será posible afianzar ese patriotismo constitucional como mínimo denominador común de una cultura política y cívica indispensable para la profundización de la democracia” -p. 708-709-. De hecho, no hay más que mirar la sociedad actual, siquiera superficialmente, para advertir que muchos de los tópicos que se nos imputan son falsos, como quizá también lo fueran en el pasado -e incluso, algunas de las fallas que se nos achacaban, como la de la impureza racial y religiosa, hoy se han tornado positivas-.

El amplio volumen de Carmen Iglesias recoge artículos de muy diversas épocas y procedencias, recorriendo un camino desde el siglo XVI hasta el XXI. Debido a esta variedad de orígenes, el lector encontrará tonos y estilos que van desde el más ensayístico al más académico, pero siempre en un nivel de reflexión y rigor muy profundos. La autora, aunque insiste en que “no hay ganancias absolutas en la historia”, mantiene un regular optimismo racional, más intenso cuando se refiere a nuestro fascinante pero maltratado siglo XVIII y a la actual etapa democrática. No calla las sombras que toda historia presenta, inevitablemente, pero se empeña en desvelar lo que hay de luminoso -sin caer en la leyenda blanca- y que nos hemos escamoteado. Habría que puntualizar, por añadidura, que esa luz no es bélica, que de nuestros éxitos militares y aventureros sí hay conciencia -muchas veces ensuciada por los falsos tópicos también-, sino la luz de la razón y el progreso.

 No siempre lo peor es cierto. Ed. Galaxia Gutenberg. 1.037 págs. 29,50€. Comprar libro.

La realidad matemática. La torre de Hanói. Carlo Frabetti

Hace una semana dedicábamos este espacio a la actual “intromisión”, si bien amistosa, de la ciencia, y en concreto de las matemáticas, en la literatura actual. Dos libros quedaron fuera, por lo que ahora vendría una especie de continuación de aquello, si bien no ha habido en ello intencionalidad. No han sido seleccionados estos títulos por su carácter lítero-matemático, sino por su calidad. A lo que habría que añadir que los autores proceden del campo de los números, uno matemático y el otro físico, uno ya experimentado y el otro novel.

La torre de Hanói es un juego basado en las matemáticas, que además da nombre a la última novela de Carlo Frabetti, autor italiano afincado en España y que escribe en castellano habitualmente. Siendo miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York, no es extraño que las matemáticas formen una parte importante de su experiencia literaria. Y en este volumen toman cuerpo de novela para, a través de un juego intelectual, desnudar nuestra forma de afrontar la existencia, de ordenar el azar que creemos encontrar a nuestro alrededor. Haciendo uso de buena parte de los recursos de la literatura contemporánea -autorreferencia, fragmentariedad, metaliteratura, estructuras de cajas chinas...- y de la esencia atemporal de la inteligencia, que es la ironía, compone una novela de misterio más que atípica, imaginativa, algo absurda -con el absurdo mensurable que señalaría la teoría del caos- y onírica. Su lectura marea y subvierte -a la vez que divierte y nutre- porque nos pone a los pies del infinito, que es como decir abismo, o finis terrae, el monstruo que la razón creó en un sueño.

La estructura de la novela, no siendo novedosa, disfruta de un enfoque originalísimo. No es raro que se usen matrioskas en la narrativa actual, pero en este caso conducen a una novela en cuatro dimensiones, dado que la estructura contiene otra similar dentro, y dentro del relato las hay en abundancia: se nos muestra que la torre de Hanói o la leyenda del ajedrez y el grano de trigo están más que relacionados con la cuarta dimensión, con el hipercubo, que de alguna manera es un cubo con otro dentro. Por no enredarme más, la novela comienza con el hallazgo misterioso, inesperado, de un cubo negro, y el encuentro igualmente azaroso -o eso parece- con una bellísima pero intrigante mujer fatal, a quien le aparece en el bolsillo una caja que contendría, perfectamente, el cubo que el protagonista acaba de encontrar. A partir de ahí se verán envueltos en una trama matemática que le llevará a encontrarse con enanos, caníbales justicieros vegetarianos y hasta con la Bruja Avería, de la que por cierto Frabetti fue creador.

 La torre de Hanói. Ed. Lengua de trapo. 208 págs. 18,60 €. Comprar libro.

Literatura de hoy. Órbita. Miguel Serrano.

 

En el libro de relatos del zaragozano Miguel Serrano, Órbita, las matemáticas aparecen casi en cada relato, bien la reformulación del álgebra, bien la prueba de la existencia de Dios -demostrable mediante las matrículas de los automóviles de un pueblo oscense y una clave dada por la Ministra de Agricultura durante un sueño-; y si no es la ciencia o sus manifestaciones -un contestador automático o la consistencia eléctrica del alma-. Y al lado de todo ello, las inquietudes del joven contemporáneo, el amor, la amistad, la familia. Esta serie de relatos abarca un mundo propio, siempre anclado por la materialidad geográfica, que actúa de freno ante un caos siempre amenazador; pese a los sutil de las metáforas -barcos, electricidad- hay un gran empeño en arraigarse, que se repite a lo largo de toda la obra, y que se concreta en la ciudad donde nació y reside el autor: Zaragoza.

No es habitual encontrar un autor joven que formule las grandes preguntas, lo más suele ser centrarse en alguna de ellas de manera aislada y obsesiva, pero Serrano recoge varias en esta colección notable que revela, como dice Manuel Vilas en el prólogo, a un autor que va a dar mucho que hablar. Situaciones presentes, personajes contemporáneos, preocupaciones actuales: es el movimiento y no el móvil lo incardinado en el tiempo que corre. Las formas, si bien incluyen algunos elementos narrativos de vanguardia, tienden a evitar la ruptura y más bien enlazan con la tradición, pero siempre concordando con lo narrado con buen olfato literario.

Ni malos ni buenos, sino todo lo contrario. No siempre lo peor es cierto. Carmen Iglesias